primera nevada

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Cristina se cubrió todo lo que le permitía su abrigo al abandonar los juzgados y lanzarse a la calle. El frío de diciembre empezaba a ser insoportable. Había nevado un par de días atrás y a Cristina le daba en la nariz que no sería la última nevada del año. Bajó las escaleras que estaban a la salida de los juzgados y puso rumbo a la cabina telefónica más cercana. Estaba ocupada. Se mantuvo a la espera mientras permanecía con los brazos cruzados bajo el pecho y en movimiento para evitar la congelación. Miraba el reloj desesperada. Tocó en la puerta y el señor que la ocupaba la miró con mala cara.

- Será imbécil -Dijo en alto.

El hombre colgó el teléfono y salió del cubículo.

- ¿Qué pasa? ¿Tenemos prisa? -Le dijo el desconocido.

Era un señor de mediana edad. Probablemente mayor que ella o, al menos, eso parecía. Le hablaba con condescendencia. Parecía que tuviese la verdad absoluta. Estaba acostumbrada a ello. Era muy común que utilizaran ese tono con ella en el trabajo, cuando jueces y otros abogados creían saber más por el simple hecho de ser hombres. Como si eso les diese un máster de sabiduría.

- Tenemos frío. Déjeme pasar -Respondió de manera rotunda.

Lo esquivó y se metió dentro de la cabina. Dando gracias mentalmente al cambio de temperatura y a lo a gusto que estaba allí dentro. Marcó rápidamente el número del despacho. Dio dos tonos y en el tercero recibió respuesta.

- ¿Julián? ¿Está por ahí Guillermo?... Claro, espero.

Miró hacia atrás para cerciorarse de que nadie esperaba para entrar.

- Letrada, soy todo oídos -Escuchó la voz de su amigo al otro lado.

- Está hecho -Dijo Cristina sin dar ninguna otra explicación.

- ¿Lo has conseguido? -Preguntó sorprendido.

- Así es. Le puse los puntos sobre las íes y entendió que lo que menos le convenía era enfrentarse a un juicio de esa magnitud. En el acuerdo hemos salido ganando.

- Si es que eres la mejor. Esta noche te invito a unas copas en el King's.

- Espero que esta vez la invitación no sea a pagar.

- Me ofendes -Respondió Guillermo al otro lado haciendo el teatro.

- Y tú a mí. Todo el rato. Te voy a colgar que no veo la hora de llegar al despacho. Hace un frío que pela.

- Cris, cris... -Dijo Guillermo al otro lado de la línea para que no le colgara.

- Dime.

- ¿Puedes hacerme un favor?

- Uy, miedo me da.

- Cómprame un décimo de lotería.

- Guillermo, ¿en serio? ¿Sabes que día es hoy?

- Lo sé, lo siento. Se me ha pasado. Te prometo que esta noche yo invito.

- Está bien -Dijo resignada- En un rato estoy allí.

Colgó el teléfono y se preparó para volver a salir al frío del exterior. Maldijo a su amigo por hacerle ir a comprar un décimo a día 19 de diciembre.

En cuanto abrió la puerta del despacho se despojó del abrigo, la bufanda y los guantes. Se sintió más aliviada que nunca. El calor que emanaba del despacho la hizo sentirse tan a gusto que se lanzó en la silla de su escritorio y cerró los ojos disfrutando de la cálida temperatura. Después de unos segundos se levantó y puso rumbo al soviet deseando degustar una buena taza de café. Desde que Manolita había llegado a sus vidas aquello sí era café y no el agua marrón que estaban acostumbrados a beber antes.

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