los niños de san ildefonso

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MADRUGADA DEL 22 DE DICIEMBRE

Lourdes volvió de la cocina con otras dos copas de vino blanco. Cristina había entrado al despacho que había en el salón y se entretenía mirando libros y fotos de la familia. Vio que una de las fotos que adornaba la estantería principal de la estancia era Julia. Se acercó y la tomó entre sus manos con cuidado. Acarició la foto con delicadeza y sonrió. Lourdes carraspeó para que Cristina notase su presencia y así fue. La mayor volvió a colocar la foto en su sitio y giró sobre si misma para coger la copa de vino que Lourdes le ofrecía con una sonrisa. Cris se apoyó en el escritorio y Lourdes permanecía con el hombro apoyado en el marco de la puerta. Ambas dieron un trago.

- Si, en algún momento, se me hubiese presentado la ocasión de contar esto estoy segura de que se lo habría contado a tu madre -Confesó Cristina mientras jugaba con la copa.

- Eras su única amiga, ¿sabes? -Le dijo Lourdes- Es decir, se llevaba bien con mucha gente pero contigo podía ser cien por cien ella misma.

- ¿En serio? -Preguntó Cristina anonadada- No tenía ni idea.

- Supongo que es una de tus virtudes.

Cris levantó las cejas y giró levemente la cabeza en señal de sorpresa. Bebió de su copa y Lourdes la imitó.

- No sé, eres auténtica. No tienes un lado oscuro. Te muestras como eres -Explico la chica.

- ¿Y eso es bueno?

- Sí. Sabes que estando contigo nunca vas a recibir una puñalada por la espalda porque si tienes algo que decir lo haces cara a cara.

Los ojos de ambas se enredaron y no se perdieron la mirada durante segundos. Segundos en los que Cristina se acercó a Lourdes y esta notó como el corazón se le desbocaba, la boca se le secaba y el nudo en el estómago se implantaba de nuevo. Cuando la mayor estaba a centímetros de ella choco ambas copas, sonrió y dio otro trago.

- ¿Quieres subir a mi casa y escuchamos algo de música? -Le propuso Cristina- No quiero despertar a tus hermanos.

- ¿Y... y el vino? -Verbalizó la joven con dificultad.

- Lo subimos. Espero que a mi vecina no le moleste que me lleve su copa -Dijo riendo.

Lourdes rio y agachó su cabeza. Un gesto común en ella cuando Cristina estaba cerca. Se colocaron sus zapatos y, con cuidado de no perturbar el sueño de Inma y Mateo, salieron de la casa y subieron al ascensor. Llegaron a la puerta de Cristina y esta abrió. En cuanto lo hizo un ronroneo las recibió.

- Hola, guapo -Dijo Cristina mientras dejaba las llaves en un plato que había sobre el mueble de la entrada.

Se agachó para saludar al felino y Lourdes la imitó.

- ¿Puedo acariciarlo? -Le preguntó.

- Por supuesto.

Cris dejo su abrigo y bufanda sobre un sillón mientras Lourdes mantenía una conversación con el gato.

- Precioso, ¿cómo estás?

El gato solo maullaba y buscaba más calor humano rozando su cuerpo contra la ropa de la joven.

- ¿Qué tal está? -Le preguntó a Cristina mientras esta se quitaba los zapatos.

- Mejor. Ayer fui a buscarlo, pero aún no estaba del todo recuperado así que antes de venir a casa para cambiarme pasé a recogerlo y ya está mucho mejor.

- Es un gato muy bueno -Dijo Lourdes mientras veía como el gato subía al sofá buscando el afecto de su dueña.

- Sí -Respondió Cristina con una sonrisa mientras le rascaba la cabecita- Pues vamos a ver qué ponemos -Se levantó del sofá y se fue a una caja- Lo siento, aún está todo hecho un desastre.

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