Laissez faire

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Llegó lo que tanto pidieron.

Estos días me pasaron muchas cosas. Entre fechas de entrega y mi trabajo terminé -por ahora- mi cursado virtual. Una noche, mientras me dedicaba a descansar y a atorarme con anime, me llegaron muchos mails pidiendo la continuación de esta historia y bueno, finalmente ocurrió. Como una asidua lectora de fanfics a veces (cofcof siempre) es decepcionante que algo que me atrapa quedó incompleto (y sin advertencia) pero también entiendo que debe haber alguna que otra razón, ya sea de fuerza mayor o no. Pero lo importante acá es que sucedió: pude escribir una nueva -y última- parte.
Leí todos sus comentarios y me alegré e incluso me reí con cada uno de ellos. Gracias y perdón. No me esperaba que tantas personas leyeran esto cuando simplemente quería quitarme una de las tantas fantasías de revelación de identidades que se ocurren de vez en cuando, le tengo mucho cariño a la serie.

Lo lamento pero no quiero comprometerme a elaborar algo más complejo porque la vida en el mundo real me consume mucha mucha energía (y eso que sólo tengo 24 años eh). Así que les dejo esta especie de final abierto a modo de conclusión, para que ustedes imaginen e incluso pueden continuar por su parte. Realmente espero que lo disfruten.

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-Muy bien. Los descubrí.- Alya cruzó los brazos y alternó la mirada entre Adrien y Marinette. Nino la imitó.

La azabache sentía que por fin todo encajaba, aunque se sentía morir por la remolino de vergüenza, ansiedad y felicidad que la embargaba desde ayer.

Adrien no se lo dejó fácil tampoco. Él simplemente se dejó llevar y Marinette lo permitió. La primera vez que la sorprendió fue con un beso intenso cuando regresó con más croissants. Sospecha que fue por la emoción de ver el doble de cantidad que le ofreció antes. Este chico realmente ama los croissants.

Se acomodaron lado a lado entre unas almohadas y hablaron de todo y nada la vez. De tanto en tanto Adrien le acomodaba un mechón detrás de la oreja mientras le ofrecía una sonrisa tímida -y cálida. Acordaron no hablar sobre sus alter ego. No sólo era peligroso, ya que podían escuchar a los Dupeng-Cheng ir y venir entre la panadería y la casa, sino que también se sentían agotados. Todo había sido demasiado para asimilar. No definirían el nuevo status de su relación hasta que consultaran con Tikki y Plagg –sospechosamente ausentes- para saber cómo iban a seguir de ahora en más. Dejaron la preocupación para la patrulla de esa noche.

Adrien rodeó a la azabache con el brazo derecho y la acercó un poco mientras se acomodaba entre las almohadas y la manta que cubría la mitad inferior de sus cuerpos. Quizás porque tenía un poco de frío. Quizás porque necesitaba tenerla a su lado, lo más cerca que pudiera. Mentiría si dijera que no se le había aparecido ningún pensamiento acerca de lo bien que se sentía tocar la curva de su cintura, tanto como para aventurarse a escabullir un dedo o dos en el pliegue entre el borde de la camisa azul petróleo y el jean oscuro. Ambas prendas se le ajustaban maravillosamente bien, al igual que todas las prendas que ella diseñaba. El contraste con su piel clara lo dejó atontado más de una vez y era un pensamiento que lo sorprendía de vez en cuando cada vez que miraba a Marinette -y a Ladybug. La azabache había crecido. Pero Adrien también.

Cuando su camisa blanca favorita estalló una mañana que se preparaba para ir a clases, lo supo. Si bien la ropa no era algo que le faltara, una nostalgia se apoderó de él cuando tuvo que descartarla. Era sencilla, blanca, e incluso su padre se había atrevido a decirle insulsa (a pesar de que había sido él quien la diseñó) pero le gustaba. Su espalda se volvió más ancha, sus piernas más largas y sus brazos más fornidos. Y aún así la cabeza de altura que le quitaba a Marinette –y a Ladybug- se mantenía.

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