Capítulo 1: Lo que era un alma humana.

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“Todo hombre es una divinidad disfrazada, un Dios haciéndose el tonto.”
–Ralph Waldo Emerson.

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En los dominios de lo Arcano, más allá de lo prohibido se narran relatos de muerte, pena y dolor: dónde los protagonistas son seres de la oscuridad ansiosos de levantarse contra el mundo; depredadores sin almas sedientos de la dulce esencia del sufrimiento.

Alguna vez tuvieron algo por lo que vivir, tal vez, más eran vivencias de una imagen distorsionada en sus cabezas...

Allá, probablemente, lejos en las aguas turbulentas de las memorias de un alma humana que ardía en sentimientos superfluos.

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Los ligeros murmullos de un pasillo abarrotado, el constante ticktock de un reloj de pared y el tintineo de una bocina se oía a la distancia tras una voz femenina, componiendo una perfecta sinfonía de impaciencia, marcando el ritmo su pie inquieto y el sonido de su aire siendo expulsado con hastío. Levantó suavemente su mano, separando el cuello azul de su suéter con la intención de refrescar su piel, se cruzó de brazos luego de unos segundos, desviando sus ojos al inquietante reloj, contando los segundos en su cabeza, miró a la puerta frente a él, ignorando las siluetas que pasaban apresuradas frente a ellos. Pensó que la madera de la misma estaba gastada en un vano intento de humildad: fallada estúpidamente por la bonita placa dorada donde yacía impresa la palabra; "Consultorio"

Ya sin la intención de fingir paciencia por más tiempo, cruzó también sus piernas, observando de manera cuidadosa a sus alrededores por si había alguien cerca. No que le importara, pero la gente podría fácilmente tildarlo de loco y un hospital no era exactamente el lugar adecuado para demostrar que sí.

— Eve, —llamó de forma suave, nadie parecía poder escucharlo si seguía empleando ese tono— ¿No podrías ser mínimamente de utilidad? —Insinuó, mirando de soslayo hacía el suelo a la izquierda de su silla, justo donde su acompañante se encontraba.

Le sonrió al canino el cual soltó un gruñido molesto, en otras circunstancias estaría aterrado. Eve seguía con la mirada imponente fija en la puerta: contrario a lo que parecía éste solamente tenía la forma de un majestuoso Podenco Faraónico negro; quizá por eso no podía estar del todo asustado cuando lo miraba. Ladeó un poco más la cabeza al no recibir respuesta inmediata, lastimosamente consciente de que sería problemático entrar sin estar del todo seguro de que ese era el lugar indicado. Por lo que soltó una prolongada queja en forma de suspiro, atento a las reacciones del animal.

— Eve, —llamó nuevamente, con el mismo tono fastidioso de hace unos instantes— ¿No eres tú eres el espíritu? Entonces entra y dime si es el lugar correcto. —Propuso y al terminar esa oración el canino negro movió sus orejas hacía él, mirándolo con un rostro enojado, o eso suponía.

— Mira, —habló por fin, a lo que el castaño dió por bien servido al lograr su cometido— no soy tu maldito recadero, Osamu. —Repuso molesto, a lo que el humano bufó entre burlón y ofendido— Más importante: ¡Ya te dije que no soy un espíritu! —Soltó una queja por el término mal empleado, aunque realmente eso poco importaba cuando el hombre nunca lo escuchaba.

— Bueno, —comenzó hundiendo sus hombros desentendido— ¿Un espíritu?¿La representación física de mis peores miedos destinado a perturbarme eternamente?¿Cuál es exactamente la diferencia? —Inquirió y el perro le soltó un gruñido a lo que él se alejó una silla más de distancia, un mero instinto de supervivencia— Dicho ésto realmente eres pésimo en la parte de atormentarme, así eso te hace un espíritu más... —Dió como argumento.

In the domain of the Arcane. (Soukoku, BSD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora