No nos parecemos ni en el blanco de los ojos

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Observé como mi amiga Alex parloteaba de allá para acá en su habitación, había dejado de escucharla porque la cabeza me daba vueltas. Tenía guardaespaldas... ¡qué divertido! Sabía que numerosos artistas llevaban uno siempre, pero lo veía lejano, no había tenido ninguna necesidad.

Me sentía aturdida, confusa y muy enfadada, todo a la misma vez. Obviamente le había contado todo con pelos y señales a Alex, antes de que Sauron explicara al resto de los empleados que habíamos contratado un guardaespaldas y que se quedaría con nosotros una temporada.

No dio una justificación, no hacía falta. Se presumía el por qué necesitaba uno. Era famosa y había gente muy loca en este planeta. Pero Alex sabía la verdad y habíamos prometido hacerle la vida imposible a musculitos. Observé con desgana desde el muro de la cocina como Sauron daba órdenes a diestro y siniestro. Me encantaba ese lugar, era mi favorito de toda la casa. Estaba preocupada, cosa rara en ella y se había empeñado en que cenáramos todos juntos esta primera noche, para darle la bienvenida a Elijah, cosa más rara aún.

Su chaqueta estaba mal colocada y se le formaban arrugas en las comisuras de los ojos pero aun así continuaba de acá para allá dando órdenes sobre las nuevas medidas de seguridad. Mi tía me miró de forma furtiva y solo por unos segundos me dio la sensación de que tenía miedo de verdad. Luego volvió a su frialdad calculada.

-No se permitirá la entrada a nadie que no especifique su tarea mediante un certificado firmado únicamente por mí.

Necesitaba estar sola, más de lo que ya lo estaba normalmente. Quería hablar con mis padres, y eso no podía hacerlo con todos delante. Me escabullí de la cocina hacia mi habitación, el único lugar del solitario palacio que resultaba acogedor.

Dejé las luces apagadas, no quería que nadie notara que me había escabullido antes de la cena y vinieran a buscarme. Necesitaba cinco minutos de soledad después de un día de locos. Esta mañana me había despertado y era tan feliz y libre como una gaviota y ahora me iría a dormir con un guardaespaldas que me vigilaría veinticuatro horas al día y que sabría todos mis movimientos, incluso si quería irme a dar un paseo por el jardín.

Con un suspiro y el pecho oprimido, me senté en la ventana como todas las noches cuando llamaba a mi familia:

-Cariño ¿cómo estás? Buenos días...

-Buenas noches mamá.

Me hacía mucha gracia el cambio horario. En Estados Unidos era de noche, pero en Australia estaba amaneciendo.

-Ahora mismo estábamos viendo las noticias, dicen que puedes tener un romance con Ryan Posey... ¿es cierto?

-Claro que no mamá, sabes que no hay chicos en mi vida...- entre todas las cosas que quería hacer, hablar de chicos estaba en la posición -56 de mi lista. Y menos del estirado de Ryan.

-Tu padre y yo estamos esperando a que nos presentes a alguno...

-Tienes para largo entonces, Ryan es gay.

-Oh cielo, no te entiendo, estás en la cima del mundo y eres joven, date algún capricho...

-¿No se supone que deberías decirme lo contrario? Las revistas no paran de asociarme con mil chicos diferentes.

Ella se echó a reír, lo cual me reconfortó un poquito.

-Que va, te conozco y sé que no has hablado ni con la mitad de ellos. No son tu tipo.

-¡Mamá! Tú que sabrás de cuál es mi tipo...

- Obviamente un surfero australiano como tu padres, solo digo que hay muchos chicos guapos a tu alrededor y...que yo también fui joven y tuve las hormonas alborotadas.

Mi guardaespaldas es un capulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora