8

4.6K 475 52
                                    

Sylvana en multimedia

   Por increíble que parezca, terminé almorzando con Malcolm —me pidió tutearlo—, Keith y Sylvana. Era un restaurante caro, de alguna forma él y mi hermana se las arreglaban para lucir bien en aquel lugar, pero Keith y yo desentonábamos con nuestra ropa.

   A Malcolm no parecía molestarle en lo absoluto.

Sylvana me tenía entre ceja y ceja, no me quitaba la mirada de encima por nada del mundo mientras yo charlaba animadamente con el padre de su novio, le contaba de mi escapada a la marcha por la muerte de Stella y logré sacarle carcajadas cuando le hablé del momento que me detuvieron los policías.

— Eran dos, y cayeron sobre mí como sacos de papas.

— No me digas que te arrastraron —, sus ojos lloraban.

— Qué va, me arrastré solita para escapar —confesé—, aunque me quedaron unos moratones por tanto forcejeo, si me levantaron por los brazos y las piernas entre los dos.

   Una de las razones por las que Malcolm Ritchie era mi héroe es que defendía las causas feministas, solía ser justo con todos, incluso daba cierta prioridad a las personas negras, había más casos en su historial de juicios ganados en los que personas negras eran declaradas inocentes que casos en que los blancos resultaban serlo. No discriminaba, y Google estaba lleno de fotografías de él siendo joven en marchas, solo hacía falta buscarlo.

   Malcolm podría cambiar el mundo si pudiera, pero su poder era limitado. Al menos aportaba su granito de arroz. Yo planeaba hacer lo mismo.

— No creo que sea divertido —agregó Sylvana de forma arisca—. Llegaste tarde a una cena familiar, arruinaste la visita de nuestros padres como siempre.

— Sylvana —dije con frialdad—. Cállate —, noté que Keith reprimía una sonrisa.

— Es como si lo hicieras a propósito, jamás has podido respetar a papá —, suspiré y tomé mi copa con vino para beberlo rápidamente.

— Ve a lamerle los zapatos tú —murmuré solo para ella pues estaba a mi lado.

— ¿Y tú, Sylvana? ¿Nunca has desobedecido a tus padres? —la interrogó Malcolm. Mi hermana le dirigió una mirada segura.

— Jamás —dijo con determinación, entorné los ojos al tiempo que sentía una patadita en mi pierna, deslicé mi mirada hacia Keith, su mirada cómplice me confesó que era él quien intentaba comunicarse conmigo sin palabras.

— ¿No asistes a marchas como tu melliza? —volvió a cuestionar Malcolm.

— No asisto a marchas, no voy contra las órdenes de mi padre y estoy convencida de que llegaré más lejos —, deslicé mi mirada hacia Sylvana, ella era una arpía venenosa cuando quería.

— ¿Qué haces tú que yo no haga? —La mirada que me dio Malcolm fue significativa, él también quería saber.

— Estudié medicina como nuestros padres querían —alzó un dedo—, acepté ir a colegios religiosos...

— ¿Y en qué te diferencias de un títere? —interrumpí—. ¿Serás así con tu futuro esposo? Te dirá que cocines y lo harás, te dirá que limpies y también lo harás. Tendrás suerte si te casas con este, al menos sabe limpiar su propia mierda —apunté a Keith, él entrecerró los ojos en mi dirección.

   Sylvana enrojeció, se levantó bruscamente y miró a su novio con decisión.

— Vamos —, más que una orden fue una petición. Noté que iba a negarse, pero le dediqué una mierda para alentarlo a ir con ella. Era su deber como novio elegirla a ella por sobre mí, él lo sabía y tenía que hacerlo.

Un cuñado para llevarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora