Laminar

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Sus manos manchadas de color carmesí se deslizaban sobre el piano y acariciaban de forma precisa y segura las teclas, manchándolo del mejunge que todavía no había podido limpiar, y que poco a poco comenzaba a secar en su piel. Se fue introduciendo en la melodía hasta tal punto que se olvidó de donde estaba e incluso que lo estaba tocando él. Estaba tan anonadado que se asustó cuando oyó un ruido detrás de él.

-¿Por qué paras de tocar?, me estaba gustando.- Dijo la mujer apoyada en el marco de la puerta.

El hombre dejó de tocar bruscamente y se dio la vuelta hacia la mujer pero sin mirarla a los ojos. Desde que la había conocido le había parecido atractiva, tenía el pelo castaño y los ojos marrones claros, una tez fina y una piel lisa y su cuerpo estaba fortalecido como el de alguien que ha tenido que vivir mucho.

-¿Has terminado ya de limpiarte?- Replicó el hombre sin cambiar su expresión facial.

-Oye no hace falta ser tan seco, si quieres puedes terminar de tocar, que me estaba gustando, y a demás, ¿que canción era la que...

-Mira...-interrumpió el pianista- te conozco de hace unas escasas horas y no soy de confiar muy rápido en la gente. Que sepas que si estoy aquí contigo es porque los dos le devíamos favores al Sr. Bourdeu. Cuando le entreguemos lo que le pertenece no nos volveremos a ver, porque no quiero y tampoco me apetece. ¿Lo entiendes?

Acto seguido se levantó de la silla del piano y se dirigió hacia la puerta donde se apoyaba la mujer, esta se apartó para dejarle pasar. Seguía sin mirarle a los ojos.

-Vale, vale... lo entiendo- Contestó la mujer resentida cuando ya estaban de espalda el uno con el otro.

El hombre siguió andando por el pasillo de la casa. Era estrecha y llena de polvo, a demás la pelea había llenado todo de sangre y destrozado gran parte de los muebles y sus trozos y astillas de madera crugían mientras el hombre andaba sobre ellas. Pasó por delante de donde llacía la persona que habían "neutralizado". Él no miró dentro. No se sentía orgulloso de lo que hacía, pero no quedaba de otra si quería sobrevivir en el caos que se había adueñado de la sociedad.

Llegó al baño y abrió el grifo, al principio con poca potencia y se quedo mirando el agua transparente que salía. Si ponía un dedo debajo, toda el agua se separaba en un lado de este, cruzaba toda la piel hasta la uña y en la parte inferior se volvía a juntar, volviéndose rojizo por culpa de la sangre se su mano. El hombre alguna vez había oído hablar de esto y con su memoria prodigiosa no se le olvidaba casi nada. Era flujo laminar, cuando todas las partículas del agua iban en la misma dirección y no chocaban unas con las otras. El hombre se imagino todas estas partículas atrayéndose entre si, pero sin chocarse, y a medida que iba aumentando la potencia del grifo este se iba volviendo menos transparente y creaba más burbujas al chocar con el mármol. Se imaginó el caos que debería de haber con todas las moléculas que se golpeaban y disipaban su energía unas con las otras. También sabía de que dependía que esto pasara. Cuanto más velocidad o más distancia recorrida, más probable es que pase de laminar a turbulento, pero también dependía mucho del material del que estaba compuesto. Por ejemplo, el agua se volvía turbulento muy fácilmente, pero si pensamos en la miel...

-¿Has terminado ya de lavarte?- Interrumpió la mujer sus pensamientos repentinamente, igual que había hecho cuando tocaba el piano.

El hombre despertó sintiendo como salía de su cabeza y miró a la mujer con ojos como el que mira a un desconocido que le acaba de hablar por la calle.

-No, perdona... me he quedado ensimismado.

Puso el agua caliente y comenzó a quitarse la sangre de las manos, de la cara y después de la que había salpicado a su pecho. Esta ya se había coagulado y tenía que darle varias veces para que se desenganchara de sus pelos sin tener que tirar de ellos. Cuando hubo terminado salió del baño y le hizo una señal a la mujer para que se pusieran en marcha.

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