Prólogo.

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Esta autora les quiere contar una historia. Una historia en la que no habrá magos ni hechiceros, pero en la que tal vez, la vida misma por sí sola, se encargue de hacer su magia y puede que algún que otro milagro también.

¿No creen que esto sea posible?

Déjenme que les cuente acerca de Stilinski y verán...

Stiles Stilinski era uno de esos hombres a los cuales nadie dedicaría más de un vistazo al pasar y, a veces, ni siquiera eso.

Su rostro bastante común, del que asomaba una nariz respingona, permanecía constantemente oculto detrás de un par de gafas. Y no una gafas de montura liviana y lentes orgánicas, ¡No, señor! Los anteojos de Stiles Stilinski eran de aquello que cualquiera diría que el hombre los había pedido prestados a su abuelito...

¡Y hablando de su abuelito! Puede que él hubiese asaltado el baúl del anciano porque cada prenda con la que cubría su cuerpo, estaba pasada de moda y no de una temporada o dos, que podría haber sido perdonado. ¡Esas ropas habían sido antiguas en los últimos veinte años! Como mínimo.

Los trajes formales que solían vestir eran de lana gruesa y colores sobrios como el negro arratonado, el marrón oscuro y aquí ustedes dirán: ¡El color chocolate es bonito, no está mal! ¡Y ojalá los hubiese utilizado! Pero no, el de él no era el color chocolate, era el marrón más aburrido que se podría haber creado en algún momento y aquí no termina todo, el infaltable ¿Y el peor de todos! El azul marino.

¿Se puede agregar algo más a los gustos de Stiles Stilinski? Esta autora cree que no, aunque...

Todavía, mis queridos lectores, falta que les cuente cómo eran los modelitos... ¡Uff! Aguarden que tomo un poco de valor, les puedo jurar que no es una tarea sencilla.

¡Ahí vamos!

Blazer recto hasta la cadera ¡Abrochado hasta el último botón! Y pantalón hasta el suelo, más allá del límite de los zapatos ¡Así como lo leen!

¡Con este conjunto no se distinguía donde había músculos en el torso o la cintura o su trasero! ¿Un lavarropas? Lamentablemente sí y ese era justamente uno de los horribles apodos con el que lo llamaban sus compañeros y compañeras de trabajo en secreto.

Realmente, nadie sabía qué aspecto tenía el jovencito Stiles debajo de toda aquella ropa, podría sido todo un Dios Griego y pasar absolutamente desapercibido... Tampoco le preocupaba demasiado a nadie.

Primero: Él era eficiente en su trabajo y no molestaba a ninguna persona y, aún cuando hubiese tenido motivos para protestar más de una vez, se mantenía sumiso y recatado.

Segundo: A ningún hombre o mujer se le hubiese cruzado por la cabeza tener un romance con él, entonces las demás personas, (las cuales en su mayoría parecían recién salidas de una revista de modas: Altas, delgadísimas, piernas kilométricas y miles de atributos más) ninguna lo veía como a un rival. Así que generalmente Stiles Stilinski pasaba inadvertido.

¡Hasta para su propio jefe!

Claro, siempre que no necesitara de él para que le organizara su agenda. Para colmo, Stiles tenía un secreto y era que estaba enamorado, ¡Justamente de su jefe! Bueno, a decir verdad, no era nada original ni siquiera con sus sentimientos.

Cada mujer y hombre del edificio y alrededores, tenía intenciones de conquistar a Derek Hale, o al menos pasar una noche de desatada pasión con ese hombre, que con su sola mirada prometía placer hasta el desmayo... ¡Y les juro que no estoy exagerando!

Derek Hale no dudaba en complacer a cada uno de ellos. Y, por supuesto que las personas elegidas tenían, en general, un patrón muy parecido, ¡Cómo si las hubiesen cortado con la misma tijera!

A Stiles se le antojaba pensar que eran como esos muñequitos que se modelan en porcelana utilizando moldes y no el talento exclusivo del artista para crear sus formas. Al hacerlas manualmente, puede que no sean perfectas, pero sí originales, en cambio, las creadas con molde son preciosas, pero todas iguales.

Así eran las personas que el señor Derek Hale prefería: ¡Calcadas! Altas, delgadas, bellísimas, sin una sola imperfección el rostro, castañas, rubias, de pelo azabache, no importaba porque de cualquier manera cada una de esas cualidades carecía por completo nuestro querido Stiles Stilinski.

Así que él se limitaba a amarlo en secreto, llevarle su agenda laboral y también (para acrecentar el sufrimiento de Stiles) su agenda personal. Era él quien tenía que arreglar sus citas con aquellas personas, reservar los restaurantes, las habitaciones en los hoteles y, al día siguiente, enviar el ramo de flores al amante ocasional.

Y para el colmo, ¡Había veces que Derek se olvidaba de cuál era el nombre de su secretario!

¿Injusto? Yo creo que sí.

Aunque, como les dije en un principio, puede ser que en la vida de Stiles Stilinski se operen algunos cambios, la balanza se equilibre a su favor y haya un poquitín de magia...

Cosas que no suceden muy a menudo ¿No es verdad?





¡Bien! Aquí tienen el prólogo de esta historia.

Espero que les esté gustando. 

¿Qué opinan al respecto?

Dentro poco publicaré el primer capítulo (en él, aparecerán las dedicatorias solicitadas en la sinopsis).

Nos leemos pronto.

"All The Love, Susy 💜"

El Chico Detrás Del Antifaz. (ADAPTACIÓN) ¡¡FINALIZADA!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora