— Dile cosas lindas — comentó la secretaria un poco apresurada mientras se movía de un lado a otro con algunos papeles.
La respuesta no la convencía demasiado, y bajo aquella máscara, una mueca de desagrado se formó. De entre todas las personas a las cuales podía haber preguntado, decidió preguntarle a Sayaka, que además, se encontraba demasiado ocupada como para darle una buena respuesta, ni siquiera se tomó la molestia de preguntar a qué se debía la interrogante. ¿Decirle cosas bonitas a alguien como ella? No sonaba a un buen plan, pero tal vez, podría halagar su manera de pensar.
— Está bien, aprecio tu consejo, Sayaka — dijo antes de ir a la puerta de salida.
— Para lo que necesite, vicepresidenta.
— Mira cuanto dinero tenemos, parece que a la gente de aquí le gusta malgastar el dinero, ¿no lo crees, Ririka? — La rubia se giró con una sonrisa sarcástica plasmada en su rostro, observando cómo la mencionada solo se mantenía inmóvil, con aquella máscara puesta, su sonrisa se esfumó de inmediato — Oye, te dije que te quitarás esa puta mierda cuando estuviéramos juntas.— Lo siento mucho, Saotome-san — dijo casi en un susurro mientras retiraba la máscara de su rostro — se me olvidó por completo, te estaba prestando mucha atención.
—¿Ah? Bueno, supongo que no hay problema — Mary acaricio su mejilla algo confundida, Ririka actuaba demasiado extraño, por lo general cuando hablaban nunca la miraba a los ojos, y esta vez, hacía contacto visual.
— Respeto a lo que decías, te doy la razón, aunque también eres una buena apostadora, estoy segura de que podrías montarte tu propia fortuna si así lo quisieras — la albina dijo un poco más alto.
—¿Ha? ¿a que viene esto? — ahora sí que está actuando extraño — pensó.
— A nada en especial.
¿Decirle cosas lindas? Descartado.