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Las campanas de la iglesia resonaban por todo el pueblo, indicando que la misa estaba por comenzar

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Las campanas de la iglesia resonaban por todo el pueblo, indicando que la misa estaba por comenzar. Casi todas las familias del pequeño sitio estaban en esa iglesia esperando a que el padre llegara y diera inicio a la primera misa del mes.

-JiSung, la misa está por comenzar. Vístete, toma dinero y ve a comer algo, no te necesito hoy. -JiYong; el padre de la iglesia se levantaba de la cama mientras se vestía a máxima velocidad. Se había quedado dormido.

-Seguro. -Respondió indiferente mientras miraba el techo blanco de la habitación y recordaba que una vez más, había despertado en ese infierno.

Han JiSung odiaba su vida. Desde que tenía memoria, había estado viviendo con ese asqueroso hombre que se dedicaba a predicar la bella palabra del señor, pero sus actos eran de lo más repugnantes. No había día en que no lo dejara en paz, siempre estaba tocándolo indebidamente y lo forzaba a hacer cosas que no era capaz de nombrar. Si se negaba, era castigado, y si pensaba en pedir ayuda, ese hombre decía que le iría peor porque, ¿Quién le creería a un estúpido chico de diecisiete años? Era su insignificante palabra, contra la que todos amaban y en la que creían con firmeza, sin olvidar que no importaba por dónde miraras, siempre podrías ver corrupción e injusticia. Tampoco podía huir, no conocía más allá del pueblo, podría perderse, podrían arrollarlo, o algo peor. Él no quería morir, tal vez deseaba terminar con todo, pero no con su vida. No tenía la suficiente valentía como para cometer tal acto. Además, dios lo castigaría, y lo que menos quería era sufrir. Ya sólo le quedaba soportar y obedecer.

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-Hey, Han, ¿No ayudarás en la misa de hoy?

-Hola, SeungMin. No, el padre me dio el día libre. -Respondió una vez afuera de la iglesia.

-¿Te dió el día libre? Vaya, que generoso.

-Por supuesto, el padre JiYong es el ser más amable del lugar. -Mintió. Cada vez que alababa con falsedad a ese hombre, una terribles náuseas invadían su estómago.

-Lo es, hombres como él me hacen querer mejorar como persona.

-Vaya inspiración. En fin, me iré a comer algo. -Respondió sintiéndose incapaz de continuar la conversación.

-Bien. Nos vemos, Han. -El más bajo asintió y en poco tiempo desapareció de su vista.

JiSung caminaba con las manos en los bolsillos mientras se perdía en sus pensamientos. El estúpido padre le daba libertades, lo hacía porque sabía que él no podría escapar. Lo tenía fichado como un perro fiel que siempre regresaría a su amo sin importar qué. La furia y tristeza lo carcomían por dentro, dios tenía que perdonarlo por no poder esperar hasta que el padre diera su último respiro y, por fin, su libertad anhelada llegara.

𝚃𝚎 𝚒𝚗𝚟𝚒𝚝𝚘 𝚊 𝚙𝚎𝚌𝚊𝚛   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora