En un escandaloso pueblo lejano, una extraordinaria leyenda corre de boca en boca a la velocidad de la luz. Nadie parece creer lo que el niño vivió aquella noche tormentosa de un julio interminable pero, sin embargo, todos están entusiasmados por escuchar tan interesante e intrigante historia.
Sonaba tan irreal que incluso él mismo, años después, dudaba de la veracidad de los hechos. Con afán de aclarar todas sus dudas, intenta recordar con precisión hasta el más mínimo detalle. Recorre los lugares más recónditos de su mente y pasa mañanas despierto conversando consigo mismo, deseando que no hubiera sido tan solo el invento de un niño temeroso y creativo que pretendía huir del ruido de los relámpagos.
Apenas había terminado de cenar y el pequeño ya corría a esconderse entre las sábanas de su cama. No le gustaba estar solo cuando su mamá debía trabajar hasta tarde. La niñera lo arropaba y hasta solía leerle un cuento pero esto no era suficiente para él, necesitaba su cálido abrazo para poder dormir con tranquilidad en noches tan ruidosas.
Al cabo de un par de horas comenzó a relajarse y, mientras los segundos seguían pasando, caía cada vez más profundamente dormido bajo la oscuridad de su habitación. Antes de adormecerse, pudo notar el inadecuado color y la negrura de la noche por la ventana. Llovía como nunca antes había llovido, una lluvia que prometía no cesar. De un momento a otro su respiración era amena, yacía quieto y el silencio que reinaba en la casa era casi absoluto de no ser por la tormenta que azotaba los cielos.
Pasó el tiempo y el pequeño, de tan sólo 6 años, despertó algo sobresaltado. Su corazón latía muy rápido y sus manos sudaban; había tenido otra de sus pesadillas. Observó a su alrededor y todo parecía estar en su lugar, era una mañana más en la que salía apurado de su cama para ir a ver a su madre.
El estruendoso sonido de vidrios cayendo resonó en la planta inferior. Vacilando, bajó con sigilo escalón por escalón, esperando averiguar el origen del ruido. Se llevó una no muy grata sorpresa al llegar al último de estos; en lugar de la mujer que esperaba ver con ansias, una joven de mediana estatura, contextura delgada y un pelo largo de un color castaño claro, se hallaba de espaldas en la cocina. Se movía tranquila como si fuera su propio hogar, recogiendo un vaso roto entre confusos murmullos.
Él quedó inmóvil en su lugar y en el instante en el que la muchacha volteó, los cubiertos cayeron al piso. Se miraban mutuamente, sin pronunciar palabra y con una inquietante sensación que recorría sus cuerpos.
—¿Quién eres?—interrogó casi en susurros al más joven, sin recibir respuesta—¿Cómo has entrado? —miraba desconcertada, preguntándose internamente quién era aquel muchachito—Ven, acércate ¿Cómo te llamas?
—Mi nombre es Tobby —dijo cohibido y asustado. Tardó en acercarse a pasos lentos hacia ella, quien se agachó para quedar a su altura. Él sólo la contemplaba, su rostro le generaba extrañeza pero lo hacía sentir familiar, confiaba incluso sin conocerla. La joven lo colmaba de preguntas, creyendo que el chico había entrado por una simple equivocación.
Esa tarde fue de las más increíbles, los dos aseguraban vivir allí pero ninguno conocía al otro. El tiempo pasó como una estrella fugaz, lo llevaron por el barrio preguntando familia por familia. Nadie parecía conocerlo pero él aseguraba, entre lágrimas, que aquella era su casa.
Cansados de caminar, se sentaron a descansar en un banco de plaza. La mujer comenzó a interrogarlo nuevamente, se negaba a aceptar aquello que el pequeño afirmaba con tanta seguridad.
—Entonces, Tobby... —le preguntó observándolo jugar con sus manos, algo incómodo— Es un nombre muy lindo, ¿Por qué lo eligieron para ti? —con ánimos de alivianar la situación, intentó distraerlo.
Y la verdad era que nunca se lo había planteado, ni siquiera había dado indicios a su madre de que le interesaba saber el porqué de su nombre. Sin dudas lo intrigaba, pero no podía pensar en nada más en esos momentos. Se limitó a levantar los hombros y reparó en las palomas que comían ante ellos, tan tranquilas.
Las horas pasaron y la oscuridad reinaba las calles nuevamente, decidieron que pasaría la noche allí hasta que al día siguiente resolvieran el inoportuno problema. Un hombre grande, que decía ser el comisario del pueblo y el padre de la mujer, había sido muy amable y se había ofrecido a ayudarlo.
El jovencito se atemorizó al darse cuenta que volvía a escucharse una tormenta. Cerró con fuerza sus párpados, siéndole imposible dormir en un ambiente que ahora, sentía tan ajeno. Un rato después, casi sin darse cuenta, cayó dormido mientras trataba de comprender todo lo sucedido en las horas pasadas.
Inició una nueva mañana al día siguiente. El sol irradiaba más luz que nunca, alumbrando por la ventana su rostro adormilado. Con lágrimas secas en sus mejillas, se animó a caminar hasta lo que creía ser el comedor. Buscó en los pasillos la presencia de algún individuo extraño, pero allí, justo en medio de su casa, lo esperaba su madre con una sonrisa de oreja a oreja.
Él quedó anonadado al verla pues, a diferencia del día anterior, no esperaba su presencia. Corrió a refugiarse en sus brazos. La madre no comprendía la actitud de su hijo, que la miraba como si no la hubiera visto durante muchos días. Rodeó el pequeño cuerpo del niño y lo abrazó muy fuerte.
Hablaron un buen rato durante el desayuno. Tobby le contaba la horrible pesadilla que había tenido y lo mal que lo había pasado. Fue entonces, que una duda surgió de repente en su curiosa mente. Recordando su sueño, ahora estaba decidido por saber el significado de su nombre.
—Mamá... ¿Por qué me pusiste Tobby? —fue la única pregunta que se atrevió a realizar.
—Por una razón casi increíble, que aún me agarran escalofríos al contar —sonrió y le acarició la mejilla izquierda— Cuando era mucho más joven, un niño muy tímido apareció en mi cocina. No puedo recordarlo con exactitud porque fue hace muchos años pero, a pesar de eso, sí recuerdo la inocencia que se distinguía en sus ojos. Pasé toda la tarde junto a él y me dijo que su nombre era Tobby —soltó un profundo suspiro— Al día siguiente, como si nunca hubiera existido, simplemente desapareció.
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Historia corta//Mi Nombre es Tobby.
Short StoryLo que parecía ser una simple noche tormentosa y un mal momento para el niño, lo llevó a una aventura que jamás hubiera imaginado y que aún duda de la veracidad de la misma. #59 en CuentoCorto: 02/10/2020. Todos los derechos reservados. No puede se...