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— ¿Por qué estás molesta?

Ella infló sus mejillas para luego expulsar el aire retenido. Me miró de arriba hacia abajo con su ceño fruncido.

— No te importa — contestó tajante.

Se acomodó la mochila en su hombro. Yo la imité y la seguí por el largo pasillo atestado de demás estudiantes.

— ¿Por qué estas a la defensiva?

Se paró nuevamente y me cogió de la manga de mi camisa de uniforme.

— ¿Y tú porqué diablos me hablas? Yo no te conozco.

La sujeté del brazo en cuanto intentó avanzar nuevamente.

— ¡Hey! Relájate — zarandeó su brazo y se soltó de mi agarre — Solo quiero ser cortés.

— Pues hazlo con alguien más. No hablo con desconocidos.

Ella suspiró y cerró sus ojos con fuerza. Sus manos se aferraron a los tirantes de la mochila. Sé que algo no iba bien con ella. Llevaba meses observándola sin que se diera cuenta.

— Somos vecinos — le recordé.

Parecía pensárselo. Se mordió el labio inferior y luego asintió moviendo la cabeza. Nuevamente se puso en marcha y yo la seguí como si fuese un puto perro y ella mi ama.

Salimos de la preparatoria y su papá ya se encontraba dentro del auto en su espera. Ella abrió la puerta del copiloto y me observó de soslayo. Entró y a los segundos el señor Higurashi puso en marcha el flamante vehículo.

Suspiré derrotado. Había fallado en mi intento. Busqué en el estacionamiento mi bicicleta y mientras pedaleaba hacia casa pensé nuevamente en ella. Kagome era una niña hermosa. De facciones suaves. Lo que más captaba mi atención eran sus hermosos y grandes ojos azules.

Habían transcurrido tan solo tres meses desde que nos mudamos a la ciudad por cuestiones laborales y también personales. Papá había tenido uno que otro inconveniente con los nuevos socios de la empresa y renunció. El inicio no fue nada fácil pero gracias al apoyo de mamá logró lo que se propuso.

Era la segunda semana. Yo estaba sentado en el alféizar de mi ventana, en la habitación, cuando la miré por primera vez. Vestía un extraño pillama. Su color neón me nubló la vista por unos segundos.

En cuanto reparó en mi presencia frunció el entrecejo y corrió las cortinas de su ventana. Suspiré completamente embobado. Me pareció la chica más bella del mundo.

Cuando ingresé a la preparatoria a mediados del curso me llevé la gran y grata sorpresa de saberla en mi grado.

Joder. Me había emocionado tanto con la idea de verle a diario que pensadola logré mi primera erección. Y no quiero sonar como un pervertido o un jodido demente pero se había metido en cada célula de mi cuerpo que la imaginaba en todas partes. Jodido no es así.

Mi madre y la señora Higurashi se convirtieron en buenas amigas en tan poco tiempo. Era alucinante la forma en la que habían congeniado en tan poco tiempo. Ojalá y así de sencillo fuera acercarse a la nena de ojos azules. Una noche de lluvia, decidí hablarle a mi mamá sobre lo que me ocurría con la vecina.

Al principio era pura sonrisas. No podía creer que su "nenito" como solía llamarme, se hubiera enamorado así, tan de repente. Y es que sinceramente ninguna chica logró captar mi atención como lo hizo ella sin ni siquiera hablarme.

Siempre parecía estar a la defensiva. Se le veía molesta por todo. Su ceño lucía fruncido en todo momento. Hasta llegué a creer que odiaba su propia existencia.

Entonces me reté a mi mismo. Era consciente de mi atractivo, de cómo las chicas me comían con la mirada. Nunca fui un chico egocéntrico. Mamá me educó con humildad aunque fuesemos adinerados pero era selectivo con mis amistades y quizá por esa misma razón es que no tenía amigos, solo conocidos.

En cuanto llegué a casa, me encerré en mi habitación y me senté en el alféizar de la ventana. Era mi lugar favorito. Media hora después la chica de ojos azules abrió las cortinas púrpuras y sacó un poco la cabeza.

— ¿No tienes nada mejor qué hacer? — me preguntó sorprendiendome. Me estaba hablando. Joder.

— No — contesté un tanto nervioso.

— Para ser un chico tan apuesto eres demasiado blando — sus ojos azules brillaron traviesos.

— ¿Blando yo? — me apunté con mi dedo pulgar — Vaya. No sabía que le ibas más a los chicos rudos.

Se carcajeó por mi respuesta. Su sonrisa espontánea era contagiosa pues terminé soltando una carcajada al igual que ella.

— Por supuesto que no tonto — sus ojos se enfocaron en las flores marchitas que habían en un extremo del jardín trasero de casa. Mamá aún no las podava — Es solo que no me gustan las amistades.

— ¿Por qué? — cuestioné al instante. Sus ojos me observaron entrecerrados.

— Eso es algo que a ti no debería de importarte.

Y así sin más cerró la ventana y corrió las cortinas. Vaya ¿Sería bipolar? No lo creo. Quizá solo sea una nenita caprichosa. Menuda tarde. Me eché en mi cama y me puse los auriculares. Me dormí escuchando la música de Juanes.


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Para que no se me pierdan 😁 Kagome narra en presente
Sesshumaru en pasado

Te cambio el sexo por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora