Vol. 1

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Después de la Gran Guerra y del tratado Blanco Dorado, se iniciaron grandes esfuerzos por traer paz y acostumbrarse a los cambios, pero hubo quienes decidieron continuar trayendo cambios con sus propias manos. Este es el caso de los nativos de Reach, actualmente conocidos como los Renegados. Ellos, al ver que el imperio estaba debilitado, decidieron realizar ataques por toda Reach, con el objetivo de recuperar lo que les pertenece, especialmente su capital: Markarth.

Ante los ataques de los renegados, Igmund, Jarl de Markarth, busca ayuda de Ulfric, hijo del Jarl de Windhelm, ex legionario del imperio, quien no se iba a quedar con los brazos cruzados, ya que su naturaleza de guerrero no se lo permitía, por eso dejó atrás Alto Hrothgar y se sumó a la Gran Guerra como legionario del Imperio, luchando junto a la Legada Rikke, figura importante de la legión de Soledad. Esta acción trajo fuerza para Skyrim y desconsuelo para los Barba Gris, quienes tenían planeado nombrarlo un sabio barba gris como ellos y se decepcionaron al ver que utilizaba la voz para la violencia, en vez de la meditación y adoración a Kynareth.

Después de la Gran Guerra, Ulfric regresa a Windhelm, donde recibe una petición de ayuda por parte de Igmund para liberar Markarth del dominio de los renegados. Decide aceptar a cambio de una condición: que se pueda adorar a Talos libremente por toda Reach sin represión alguna. Igmund acepta los términos y decide esperar escondido en un lugar secreto donde los renegados no pudieran encontrarlo. Al cabo de un tiempo, Ulfric manda mensajeros por todo el pueblo en busca de reclutar guerreros para la batalla que se avecina. Yo ya estaba cansado de no hacer nada por mi pueblo después de todo lo que ha sufrido, y apenas me enteré de que se buscaban guerreros para un combate para liberar a nuestros hermanos de Markarth acepté de inmediato, no podía permitirme la idea de que otros sigan luchando por mantener la libertad mientras que yo me quedaba en la posada bebiendo como un inútil. Así que me despedí de Mirel, la dueña de la posada, quien con un gran amor maternal me acogió desde que era huérfano, agarré mi bolso de piel, mi cantimplora y mi daga. Mientras caminaba hacia las barracas de Windhelm, buscaba excusas por las cuales me debían aceptar. "Ya he tenido que salir a cazar para alimentarme, sé cómo manejar un arco", "Ya me he enfrentado a bandidos, sé cómo usar la daga", "ya he tenido que rastrear a mi presa por kilómetro, sé cómo moverme por cualquier entorno" y lo más importante: "La sangre nórdica corre por mis venas, sé que puedo pelear con valentía y eficacia."


Al llegar a las barracas tuve que hacer fila, había muchas personas que se querían enlistar, la mayoría eran hombres, pero también se les daba oportunidad a las mujeres de mostrar sus aptitudes y su valentía. Todos los presentes se veían bastante fuertes y capaces de cualquier cosa, había quienes tenían fama de delincuente y abusadores, pero parecía a nadie importarle. Después de unos minutos esperando por fin era mi turno.

- "¿Nombre?"

+ "Mvorak"

- "Es un nombre inusual para un nórdico." Dijo el reclutador. "¡Explícate!"

+ "Es una larga historia ¡Pero le aseguro que soy tan nórdico como tú!"

- "Hmm... ¿Y porqué quieres unirte a nuestra causa?"

+ "Su causa también es mía, no puedo permitirme que más hermanos y hermanas sean oprimidos"

- "Muy bien... y... ¿Por qué se considera útil para formar parte de nuestras filas?"

+ "Bueno, yo... sé luchar, sé cómo manejar un arma, me he enfrentado a algún que otro bandido, por eso siempre ando una daga conmigo. Ya he salido a cazar y me sé mover por cualquier tipo de terreno. Estoy seguro de que cuento con la condición física necesaria para luchar."

Se detuvo un momento para mirar mi cuerpo, era obvio que no tenía la condición física de la que presumía, pero tampoco era un debilucho.

- "De acuerdo nombre raro, primero debo llenar esta carta para que se la entregues a mi superior, pero antes te aconsejo que te cambies el nombre por uno más..."

The Markarth IncidentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora