Me duele tanto el cuerpo que no puedo abrir ni los ojos, siento los brazos y las piernas pesados, sin energía.
Estoy mareada, intento moverme sin éxito, mi cerebro está a penas despierto. Oigo golpes lejanos, como si alguien corriera en círculos en torno a mí y dejara caer cualquier cosa que lleve en las manos.
Consigo distinguir una respiración acelerada justo antes de volver a quedarme inconsciente.
No sé el tiempo que ha pasado, aún me cuesta abrir los ojos pero consigo mover levemente mi mano izquierda y cegarme con una luz anaranjada una vez muevo los párpados.
Al principio es complicado diferenciar lo que tengo alrededor, lo primero que veo es una mesa de café con un flexo negro encima y vendas sucias, un cubo, aguja e hilo y un desastre rodeándolo todo.
¿Dónde estoy? ¿De quién es esa sangre?
El suelo es de madera oscura, lo poco que vislumbro sin mover el cuello son un montón de libros desperdigados entre prendas de ropa.
Sigo limitada, pero me esfuerzo por ver si estoy atada a algo, aliviandome al ver que simplemente estoy tumbada en un sofá marrón de cuadros escoceses. Quizás me equivoque en estar tranquila, si no me han atado puede ser porque no lo necesitan.
Normalmente me movería y buscaría la forma de escapar, no quiero descubrir lo que sea que planea quien me tenga aquí, en cambio no tengo fuerzas.
Recapitulando lo último que recuerdo es estar esperando en el callejón, escondida detrás de un contenedor y con tres balas en el cargador. Esos hijos de puta de Eco estaban casi acabados, los tenía a punto, sin embargo mi memoria se apaga antes de saber si conseguí hacer algo.
Imagino que perdimos, porque no reconozco mis alrededores y cualquiera de nuestros hombres estaría esperando a que despertarse sin moverse de mi lado.
Dentro de las posibilidades que tengo, lo mejor es mantenerme serena y guardar energías por si necesito defenderme. No puedo estar alerta a todo como haría normalmente, mi cuerpo no me lo permite.
Agudizo el oído, lo único que puedo diferenciar de forma cercana es agua cayendo, una ducha.
No me jodas, ¿quién tiene los cojones de tenerme en su salón y ducharse tan tranquilo?
Son gilipollas, igual no les importa morir o que les maten.
El agua para, mi pulso se acelera y noto todo mi cuerpo tensarse.
Quien sea que me esté haciendo compañía tarda unos minutos eternos en salir y yo clavo la mirada en la única puerta que está cerrada desde donde puedo ver.
Finalmente la puerta se abre, dejando ver a un chico joven delgaducho, con el pelo castaño largo hasta la mandíbula, ropa de viejo y cara de no haber dormido en tres meses.
No puede ser uno de los hombres de Eco por las pintas que tiene, tampoco de los míos, porque los conozco.
Me quedo más tranquila, si es éste solo, puedo tumbarle en cuanto sea capaz de moverme un poco.
Al principio no me mira, como si se esperase que siguiera inconsciente.
-¿Tú quién coño eres?-pregunto, intentaba ser más contundente pero mi voz suena leve y cansada.
El chico da un salto en el sitio.
-Has despertado-dice, finge estar calmado, aunque noto nerviosismo.
-Oye, no tienes pinta de ser del tipo de gente que se junta conmigo, déjame que llame a un par de amigos y desapareceré sin que te enteres antes de que me encuentren ellos y te maten. Es tu mejor opción.
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The guilty ones ||Spencer Reid||
FanfictionDesperté en un sitio que no conocía, con un tiro en el costado y llena de heridas. Mis compañeros no estaban conmigo y la única persona ahí era un delgaducho con el pelo castaño que parecía no haber dormido en meses.