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Dazai Osamu podría ser, al igual que él, un niño de seis años, sin embargo su mirada le hizo pensar a Chuuya Nakahara en un adulto de treinta, uno como los que su padre solia atrapar.

Cuando se vieron por primera vez, Chuuya estaba jugando con las flores del jardín, había utilizado su magia para elevarlas todas y hacerlas girar a su alrededor. Entonces escuchó una rama crujir y, sin pensarlo, se giró para encarar al desconocido. Nadie debía saber su secreto, eso es lo que le hizo mudarse ya en varias ocasiones y no quería repetir lo que paso con sus últimos padres.

Se encontró con un niño de su estatura, de piel blanca, cabellos y ojos de color café.

-¿Qué haces con las flores?- preguntó curioso. O al menos su voz sonó curiosa, sus ojos no mostraban emoción alguna.

- Nada.- respondió cortante mientras se daba cuenta de su error: aunque se giró rápidamente, no anuló la magia. Lo intentó en ese momento, pero sus nervios no se lo permitieron, al contrario, los pétalos se arremolinaron a su alrededor con más fuerza.- Es el viento.

El niño le miró fijamente y cuando algunos de los pétalos dejaron de rodear solo a Chuuya y empezaron a rozar su rostro pasó lo impensable: rió.

Su risa fue suave, ligera y contagiosa.

Para cuando se dieron cuenta ambos estaban corriendo en cirulos por el jardín con las flores a su alrededor.

Chuuya no recuerda cuanto tiempo pasaron jugando, no recuerda si las flores se mantuvieron todo el tiempo entre ellos, tampoco recuerda si al final fue el viento el que las movió, porque él pasó el resto de la tarde jugando como para mantenerlas en el aire.

Pero indudablemente, recuerda la sonrisa de Dazai.

Recuerda sus risas y como sus ojos brillaron por esa tarde y cada una en las que se vieron posteriormente.

Recuerda sus risas y como sus ojos brillaron por esa tarde y cada una en las que se vieron posteriormente

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- Dazai-san, estamos por llegar.

Osamu sintió como el aire azotaba su rostro. Despertó al instante aunque le tomó un par de segundos espabilar por completo.

Atsushi, desde su paiño, se abstuvo de preguntar cómo lograba dormir mientras volaba en un ave gigante y no morir en el intento, aunque obtuvo su respuesta por el mismo Dazai.

-Los Paiños gigantes son aves tan crueles, tiran a los desprevenidos y a aquellos que deseamos caer nos mantienen arriba.

Atsushi no disimuló su risa.

-Creía que deseaba ver a Chuuya-san.

-Podría visitarlo como fantasma.

-No creo que a él le hiciera gracia -respondió honestamente.

-¡Podría verlo en la ducha sin que me note! -Continuó emocionado soltando sus manos de la cuerda que le ayudaba a sostenerse.

-Eso le hará menos gracia, si es posible.

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