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〘Softcore〙 ━━━━ೋ ೌ ೬ ೂ━━━━
Henry Bowers y Patrick Hockstetter, mejor conocidos como los bravucones en la escuela municipal de Derry. Muchas cosas y mucho se pensaban de ellos, pero jamás que ellos eran amantes.
Así era Perfecto, ambos adolescentes se habían esmerado en mantenerlo así, porque después de todo, no era asequible revelar que su profuso rechazo tan hostil a los homosexuales, era una hipócrita fachada, presumiendo de ser completamente normales y rechazar tal enfermedad, pero claro ... nadie se mantenía sano para siempre, todo se movía fuera del margen algún día.
Así que la razón era evidente, así era estable el estar juntos, era seguro, no era letal, no era humillante esa necesidad que en sus jóvenes vidas comenzaban a sentir desde las apacibles sombras del secreto, tan dulce como la manzana del edén; el anhelo profundo. Desde donde empezó esto era un tal vez.
Tal vez desde el día del basurero, tal vez mucho antes, tal vez un poco después, en ese verano parecieron iluminarlo más, ya que tenían más tiempo para reunirse y ocultarse del mundo. ¿Quien lo diría? Los monstruos de la escuela de Derry, ahora se ocultaban temerosos en las sombras para que los niños a los que asustan no los encuentren.
Solían verse en Barrens, era el lugar más óptimo y accesible para esquivar miradas por su bastedad, ese día habían acordado verse como todos... pero para Henry hubo un contratiempo, uno cruel.
Lo hizo llegar algunos minutos tarde, cuando llegó no vio a Patrick alrededor, al asegurarse de ello, creyó que ya no iba a llegar o ya se había ido, solo suspiró cansado mientras ponía su mano en su pómulo, donde su padre le dejó una mota de tintes violentas; uno de muchos moretones en la cara y el cuerpo, su nariz había sangrado, estaba simplemente adolorido y aún vibrando sus nervios de estrés, sus pensamientos reducidos a estática irritante, recargó su espalda en un árbol, y bajaba su mirada, mientras toda la angustia y miedo seguían vibrando en su ser, chillando como una tetera hirviendo, el dolor se había pegado en sus poros, la horrible experiencia parecía dar vueltas en su cabeza como un carrusel incansable, la vergüenza parloteaba alrededor.
La desdicha lo estrangulaba, quería desahogarse, era inaceptable,se había prometido mantener la compostura, pero al diablo... la vida no tenía compostura con él, una ligera inclinación de su cabeza sus manos cubrían ese rostro desdichado, mientras la brisa lo invitaba a refugiarse en la soledad, para aflojar el agarre de su dolor.
