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El médico nunca llegó, aunque no era algo inesperado, así pasé la mayor parte de mi vida confinada en el Ruby.

Al principio saber que había vuelto era una situación que no deseaba aceptar, pero cuando los días seguían pasando, ya no podía ignorar mi realidad.

Habían pasado aproximadamente tres semanas, continuaba la misma rutina que tuve antes de morir, solo podía salir una vez al día al jardín que quedaba atrás del Palacio Ruby, comer cierta porción de alimentos, y dormir. Esta última era la acción más dolorosa para mí.

"¿Fuiste tú?"

"¿Por qué me preguntas, si de todas formas no me creerás?"

"Eres tan insolente, no importa la oportunidad que te otorgue, tú nunca cambiarás"

"¿Oportunidad?... ¿A eso le llamas arrebatar mi libertar y sumergirme a esta celda?"

"No debí haberte dado el permiso de hablar, ciertamente. Solo sale basura de tu asquerosa boca últimamente"

Antes de poder responder, abrí los ojos. Otra vez la misma pesadilla, la noche en la que fui interrogada, y también... La noche de mi sentencia.

Se le encuentra culpable del pecado de arremeter contra la vida de la princesa Jeannette Alger Obelia, y su castigo será... La horca”

La noche seguía silenciosa, pero el ruido de mis recuerdos no me dejaron dormir. No importa qué día fuese, ni cuándo haya pasado, seguía ahí, y quizás jamás de iba a ir.

...


—Princesa, le he traído pastel de cereza, las señoritas de la cocina le han agregado canela, como le gusta.

Nunca supe cómo terminó mi amada Lily, lo último que pude recordar fueron sus visitas al calabozo durante el mes en el que estuve encerrada.

Todavía no tenía apetito, ni ánimo de pasear, saber cuál era mi destino era suficiente para apaciguar mis ganas de vivir.

—¿Princesa?

Una fuerte brisa golpeó mi rostro, era tan refrescante estar fuera de esa habitación, aunque me rehusé cuando Lilian había insistido en salir, finalmente lo hice.

—¿Princesa Athanasia?

Su voz me trajo hacia la realidad una vez más.

—¿Sí?

Su mirada dejaba ver lo que estaba apunto de preguntar.

—¿Qué es lo que no desea decirme? Últimamente he notado su extraña actitud, se rehúsa a comer, a salir, incluso a leer los libros que le traje, es tan raro que se encuentre tan decaída... Es como si usted no estuviese aquí.

Sonaba tan melancólica que la necesidad de consolarla me era desesperante, pero no había nada que decir, y nada que hacer por mí.

Sostuve su pálida mano entre las mías, y las besé con delicadeza.

—No podría estar mejor si tú no estuvieras conmigo, no hay que preocuparse, solo... No he descansado bien.

—¿Esto se debe... Al Emperador?

Sentí como si aquella pregunta hubiese apuñalado mi pecho. Estuve evitando preguntar o salir de mi Palacio por una razón en específico; Él.

Desde que enfermé y regresé tiempo atrás, no hubo tal encuentro, parte de mí que aún seguía aferrada a su cariño esperaba que él fuese a verme, pero nunca vino. No estaba mal, de hecho, me dio el tiempo suficiente para pensar en cómo curar mis heridas, y la única que respuesta que tenía era huir.

—No, Lily, ya no deseo aferrarme a algo que simplemente no es para mí. El clima se ha puesto más frío, regresemos al Palacio.

...

—La princesa Jennette desea verlo, su Majestad.

Claude aún estaba sumergido en su trabajo, aunque su mano nunca paró de escribir, su vista se fijó en la figura del guardia.

—Que entre.

Un minuto después, la pequeña figura de la princesa se desplazó tranquilamente hacia su escritorio, entonaba una canción alegremente mientras le sonreía.

—Padre. Vine a robarte.

Claude volvió su vista a los papeles esparcidos en su inmenso escritorio.

—¿Es así?

Sin una pizca de emoción en su gélida voz, ella solo atinó a sonreír más.

—Estuviste trabajando toda la noche, las doncellas del Esmeralda me contaron eso.

—Entonces debería cortar sus lenguas.

—¡No es necesario! Solo bromeaba, pero tienes que admitir que es cierto.

Claude suspiró—¿Qué quieres que haga por ti? ¿Necesitas joyas? ¿Otro Palacio? Solo dilo y te lo daré.

Jennette no podía estar más feliz de tener a su padre, el único hombre que podía hacerla plenamente feliz.

—Mí amado padre me sigue ofreciendo riquezas, pero aún así no se atreve a mirarme.

Finalmente, Claude la vio, el cansancio de sus ojos se dispersó casi inmediatamente.

—¿Ya lo nota, padre? Cuando estoy a su lado el cansancio y dolor se va, es porque soy la hija más amado de mi padre.

Como si una droga fuese, el rubio Emperador cerró los ojos un momento, sintiendo su cuerpo entumecido. Tenía razón, el dolor se iba, y el vago recuerdo de aquella mujer se iba otra vez.

—Vamos a descansar, padre.

—Sí.


















»»————> Hola! Editando, editando, editando. :)

He perdido [EDITANDO] [Obeli's]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora