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───༺༻───

La luna creciente era lo único que iluminaba el bosque aquella noche, así que cuando las gruesas nubes de tormenta que venían arremolinándose desde la tarde la cubrieron la oscuridad fue total. 
No hubo ni un reflejo en un lago o arroyo que indicara el camino, ni el mas mínimo sonido que te dijera si el suelo era tierra o césped, ni siquiera el aleteo de un ave nocturna en plena caza. 
Nada. 
Hasta que el primer disparo se escuchó.
Fue tan repentino que las invisibles aves que se habían detenido en un silencioso descanso echaron a volar, silbando asustadas. 
Pero el escándalo no acabó ahí, con el repentino estruendo aterrador. No, luego se sumaron pisadas, demasiadas cómo para ser la de un animal persiguiendo a su presa nocturna. 
Y luego los gritos.


— ¡Corre! — Gritó el chico, aferrando con fuerza la mano de su compañera.

Apenas podían ver más allá de sus pies, y eso ya era algo considerando la negrura que los rodeaba. Detrás, con los rostros ocultos tras las luces de sus linternas, un grupo de tres hombres los perseguía. 


— Solo un poco más, podremos perderlos en el claro. — Dijo la chica, intentando no tropezar con las raíces que parecían crecer solo para entorpecer su paso. Si bien el chico a su lado se movía con la soltura de un zorro, ella no podía imitarlo, su fuerte nunca había sido la agilidad.


Pasaban entre dos grandes árboles cuando parte del tronco de uno estalló, sacándole un grito a ambos

— ¡Nos están disparando! — Gritó lo obvio el chico, alzando su mano libre por instinto para cubrir su cabeza. 


A esa bala le siguieron más, y la fila de tres hombres que los seguía se volvió un triángulo en el que dos disparaban y el otro intentaba alcanzarlos. 

Pronto sintieron cómo el cansancio les pasaba factura. 
Sí, habían escapado de cazadores antes, pero nunca de unos tan insistentes; llevaban cerca de una hora persiguiéndolos sin descansar por el bosque, el cual era más grande de lo que parecía, y no daban señales de querer detenerse a reposar. 


— Eh, allá... — Jadeó el chico, apuntando con la cabeza hacia adelante en la oscuridad.

Al principio la chica no lo vio, pero pronto algo reflejó la luz de las linternas, y la esperanza la rodeó. 
Allí, varios metros por delante de ellos, estaba el claro en el bosque que aquellos cazadores no habían llegado a cubrir. Allí estaba su salvación. 


O al menos la de ella. 


— ¡Corre, solo un poco...! — Las palabras del chico quedaron silenciadas por el estallido de un disparo, y al instante la sorpresa y el dolor lo hicieron tropezar, cayendo de bruces y rodando unos metros por el suelo.

— ¡No! — Gritó la chica, derrapando a su lado y agachándose a su lado. — No, no, no... — Murmuró, buscando la herida que lo había hecho caer y encontrándola en el costado de su cuello. — No, no puedes.  Vamos, levántate. — Pidió, tomándolo por los hombros e intentando moverlo. Ese era su fuerte, la fuerza, así que pudo pasar uno de los brazos de su compañero por sobre sus hombros y alzarlo.

— Déjalo, tienes que seguir... — Murmuró él, con una debilidad impropia de un roce de bala. — Alcanza el claro, sálvate. — Pero ella negó, arrastrándolo varios pasos. 

No iba a dejarlo allí. No quería.
No podía. 

— Hey, solo... Déjame. — Insistió él, en un tono aún más bajo que antes. Ella negó, pero volteó a verlo, y él la obligó a detenerse con las pocas fuerzas que le quedaban. — Sabes que yo no llegaré. — Dijo. 

Los cazadores estaban cada vez más cerca, y habían dejado de disparar al verlos detenerse, así que podían escuchar perfectamente sus pisadas contra las hojas secas del suelo. 


— No te voy a dejar. — Aseguró ella, ahora con lagrimas en los ojos. — Solo aguanta un poco más. Buscaremos a Nam, el podrá curarte... 
— Sabes que no... — Sonrió él, y con los fugaces haces de luz la chica pudo ver cómo la herida de su cuello había ennegrecido, al igual que la piel que la rodeaba. 
— Pero no quiero dejarte... No puedo.  — Murmuró ella con la voz quebrada.
— Claro que puedes... — Asintió él. — Siempre fuiste la más fuerte de los dos... 

Y con un suave suspiro se dejó caer, la chica apenas pudiendo frenarlo de golpearse. Tomó su cabeza entre sus manos, mirando directamente hacia sus ojos, y vio cómo el castaño se convertía en blanco, hasta que aquellas orbes llenas de vida se volvieron dos brillantes perlas de muerte. 

Después todo ocurrió demasiado rápido.


Los cazadores los alcanzaron, pero la chica no se movió. En su lugar, algo similar a una bruma blanca salió de la oscuridad del claro, viajando hasta los tres hombres, chocando con ellos y expulsándolos varios metros hacia atrás. Luego la rodeó, a ella y a su compañero, y ambos desaparecieron, dejando cómo único rastro de su existencia un grito de triste agonía. 


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Stay. (Teen Wolf)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora