Se acostó a dormir. Y se levantó justo después, ahora la luz estaba encendida y la alcoba vibraba inquieta. Verónica se rascó la cabeza confundida, una chiripa roja de treinta centímetros cayó en la cama con el abdomen boca arriba. -Con razón -susurró para ella misma. Se levantó la cobija y fue hasta la puerta sin ponerse las sandalias, estaban debajo de la cama y le daba cosa buscarlas, ahí guardaba la inyectadora. Seguido se miró en el espejo que estaba cerca de la salida. -Que triste te ves -exclamó el espejo. Verónica pensó en responderle pero tenía que ponerse en marcha, ya no quería verse triste.
Ya iba a medio camino, las paredes del pasillo estaban agrietadas y de ellas a veces salían chiripas de todo color y todo tamaño. Verónica las aplastaba con la planta de los pies sin darse cuenta, estaba determinada no volver a inyectarse. -¿No te dan asco?- preguntó un hombre que venía caminando en sentido contrario, usaba zapatos de payaso y tenía una cabeza por huevo. -Al principio si, pero ya me acostumbré, estoy apurada- le respondió ella sin dejar de caminar, notó un hoyo en el piso y giró al pasillo de la derecha, las paredes del pasillo estaban llenas de retratos sin rostro. -¿A dónde vas?- le preguntó el hombre con huevo por cabeza, que ahora la seguía. -Ya sabes... Va siendo hora- le dijo ella sin dejar de mirar el frente. -Ah qué pena, nos gustaba tenerte aquí- dijo el hombre bajando la cabeza. - Yo también lo voy a extrañar señor presidente, pero es mejor que no volvamos a vernos-le dijo Verónica con una sonrisa a labio cerrado. Ya habían llegado al sótano.
-No te vayas vale- dijo el hombre en voz baja. A Verónica le empezó a pegar la nostalgia, pero empezó a bajar las escaleras, sus ojos se pusieron aguados, pronto estaría libre de su vicio. Casi se cae un par de veces, los escalones eran pétalos de cayena y la baranda ramas de araguaney. -Al fin- se dijó a ella misma una vez llegó al suelo, estaba cubierto de tierra y sobre ella dormían flores de varios tamaños y colores. - Huele muy bien, pero me voy- pensó ella y caminó hasta el fondo del recinto. En medio de todo se hallaba una flor enferma, atravesada por astilla enorme. Verónica tomó la astilla y comenzó a sacarla, era difícil, la astilla se resistía y las flores alrededor comenzaban a morir. -Adiós amigos, adiós jeringa- pensó ella triste y también contenta después de sacar la astilla.
Ahora el sol le pegaba en el rostro a Verónica, se levantó y fue hasta el baño a cepillarse los dientes, se miró en el espejo, estaba despeinada. Luego de arreglarse fue a la cocina y se sirvió un tazón de Fruit Loops con leche, encendió la televisión aunque igual no podía prestarle atención, estaba distraída. -Qué sueño más raro-se dijo y empezó a comer su cereal.
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Sueño
Historia CortaEste cuento era mucho más ambicioso, pero no me dio tiempo de hacerlo como quería