Capítulo 1.

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Ive.

Mi respiración cortada, embestida por embestida, mi corazón palpitaba con rapidez, mis caderas se movían al ritmo de su pelvis. Uno tras otro gemido, estaba a punto de llegar al punto máximo del éxtasis. Jadee una última vez antes de caer a su lado aún agitada.

—Debo irme —dije sentándome en el borde la cama y recogiendo mi ropa para ir poniéndomela mientras salía de la habitación.

—¿Nos vemos la semana que viene? —preguntó Daemon, sólo me limite a dar un afirmamiento con mi cabeza. 

Daemon, era por mucho, el chico con el que me acostaba, no salíamos, para nada, sólo era sexo casual, y me gustaba, porque no sentía nada por él ni él por mí. Sexo sin remordimientos, era lo mejor, he de decir.

Salí lo más rápido de allí vestida ya, saqué una caja de Marbolo, un cigarrillo, y luego, un encendedor. Le di una calada al cigarrillo mientras caminaba por las calles en dirección al instituto. Estiré mi cuello y mi espalda, vaya la desazón de anoche. Seguramente mi organismo aún tenía alcohol en la sangre.

Le un una última calada al cigarrillo y lo arrojé a un lado. El primer día de mi último año de secundaria, que fascinanción. Un lugar en donde vejestorios creían poder enseñarme lo que no sabía, y es que la verdad, he vivido más que ellos en mis 17 años. Me quejé al sentir un golpe en mi hombro derecho, cosa que me hizo voltear para encontrarme con la mirada de un muchacho de cabello largo y ojos claros, me voltee sin darle importancia y seguí caminando hasta mi aula. Entré y me senté de última junto a la ventana. Saqué un termo y le di un sorbo al líquido que había dentro; vodka. Sentí como quemaba mi garganta poco a poco mientras bajaba por ella. Me incorporé en el asiento y alcé la vista, observé al mismo muchacho de ojos claros, seguido de el profesor ha de saber quién su nombre.

—No estoy aquí para ser vuestro amigo, y vosotros muchísmo menos para ser amigos míos —comenzó y aclaró su garganta—. Soy el profesor Green —dijo mientras tomaba una tiza y escribía su nombre en el pizarrón—. Su nuevo profesor de filosofía —sonrió ladino.

Eché mi cabeza para atrás con hastío, resignándome a que debería esperar con paciencia los próximos 40 minutos fingiendo escuchar al tío frente a mí. 

—Como dije, no estoy aquí para ser vuestro amigo, pero según me han informado, debo saber vuestros nombres, edad y vuestros deseos y esas maricadas, así que... empecemos —señaló al muchacho de ojos claros.

Él se levantó de su puesto y sonrió de medio lado —Charlie Filsh, 17 años, probablemente mi deseo sería irme ahora mismo —culminó y se sentó. Esto hizo que se me dibujase media sonrisa en el rostro, al menos ya sabía que no era la única con este deseo, y es que habían unos chavales subnormales a los cuales les gustaba asistir a este lugar. 

Después de los que parecieron 15 minutos, llegó hasta mí. Me levanté, busque con mi mirada a Charlie, sonreí con cinismo y aclaré mi garganta —Ive Strokes, 17 años, follar y beber hasta morir, probablemente —dije y clavé mi culo en el fondo de mi silla.

—Vale... espero que se te cumpla —dijo Green, apoyándose en el escritorio.

Comenzó a hablar de no sé qué mierda cuando entró una mujer bajita, rellena y bien vestida. Alcé la mirada cuando escuché mi nombre, me levanté y salí detrás de ella sin decir nada. Ésta me dirigió a la administración.

—Entra, te esperan —indicó con una sonrisa amable. Asentí y entre a la oficina de la directora.

—Ive Strokes —declaró la mujer de mayor edad con cabello corto amarillo —. ¿Un nuevo año, eh? Creo que tus padres han olvidado venir a tus reuniones, venga, ¿Otra vez problemas en el paraíso? —río con ironía.

Esta era la realidad, no era la mujer que pretendía ser bueno, no, podía ser una completa perra si quería, y yo no podía refutar, y no era porque fuese la directora, en absoluto, que tomen por culo si por eso fuese.

—Abuela —murmuré seria. 

—Dile a Anne que iré a cenar esta noche, e intenta estar. Necesitamos hablar de tu futuro. Ive, no vas muy bien en esto, y sinceramente, me preocupa.

Mentira, mentirosa, hipócrita, eso era. 

—Tus intervenciones no han servido mucho, sigues sin hablar mucho y tu depresión no se va.

—No estoy deprimida —afirmé. Desde hacia unas semanas, habían agarrado de que me estaba deprimiendo, quizá porque no me la pasaba en casa, sino bebiendo, de fiesta en fiesta, follando y drogándome, pero no era eso, era vivir, era simplemente experimentar, ¡Carajo! Era ser un adolescente normal.

—Esa es una de los primeros síntomas; la negación —sonrió compasiva.

¿Era en serio? ¿Me iba a joder con esa mierda? Puta.

—Tengo clases, debo... irme —dije levantándome de la silla y abriendo la puerta.

—¡Ive! —miré por sobre mi hombro —. Te quiero —dijo. Di un portazo y salí de allí, justamente cuando sonaron la campana, me dirigí corriendo a los baños. 

Entré y confirmé que estuviesen solos, giré el cerrojo y arrojé mi bolso al piso, me posicione frente al espejo y me quedé mirándome, sólo eso. Abrí el grifo y me lavé el rostro, me quede mirando al vacío, y luego, nuevamente, al espejo.

Malditos bastardos. ¿Realmente creían conocerme? Pues no, no lo hacían, no se asemejaban a ser unos padres, y ésa mujer que decía ser mi abuela, pues era peor que Lucifer. La odiaba, los odiaba, me odiaba por no poder hacer nada, me odiaba porque no era lo suficientemente fuerte para que intentarán escuchar que no estaba deprimida, sólo cansada. Mi puño se cerró con fuerza y se precipitó sobre el vidrio, haciéndolo añicoz y ocasionándome un fuerte dolor, más tarde noté los pedazos de cristales en mis nudillos. Mierda, ahora sí me la había liado. Salí del baño cubriendo mi mano, y nuevamente, tropecé con este muchacho; Charlie.

—Fíjate por donde andas —dije, y seguí por mi camino.

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⏰ Última actualización: Jan 02, 2015 ⏰

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