Única parte

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Era un día frío, de esos en los cuales era preferible arroparse con las sábanas y quedarse en cama todo el día.

Me encontraba aburrido y solo. No entendía qué era lo que podía hacer, ¿Debería salir a caminar?..., la respuesta a esa pregunta era claramente negativa, el salir a caminar era sinónimo de intercambiar materia con el ambiente y no solo con este, si no que también con las personas, y no quería que nadie me viera... porque sinónimo de ver es juzgar, y no necesitaba escuchar los indiferentes comentarios de los demás.

Encendí la televisión.

En la pantalla, se podían leer claramente las palabras "Joven de 23 años asesina a toda su familia con una escopeta de calibre 35".

Realmente no podía creer lo que estaba leyendo, no podía comprender cómo el ser humano podía utilizar sus capacidades para realizar actos de tal magnitud, solo para beneficiarse a sí mismo.

Quizás si este fuera un día distinto, hubiera analizado las circunstancias.

Quizás lo hubiera pensado un poco mejor.

Quizás hubiera encontrado un motivo por el cual quedarme.

Pero hoy era un día simple.

Tan simple que solo quería adaptarme a ma simplicidad de la vida.

Apagué la televisión.

Tomé el mando.

Nuevamente, volví a dejarlo sobre la mesa.

Es mejor quedarse con una simple fantasía que con una compleja realidad.

Quizás esa era una de mis mejores cualidades.

Y quizás por eso me sentía tan diferente en este enorme mundo.

Me sentía tan pequeño en un mundo en el cuál todos eran alguien y yo no era nadie.

En donde todos provenían del todo y mi vida parecía provenir de la nada.

Mi mundo era inseguro; era enorme y oscuro.

Mi día se había arruinado, pero aún así me dirigí a la cocina y tomé un cuchillo.

Tenía pensado visitar el parque que se encontraba a unas cuadras de mi hogar el cual cabe destacar no era para nada cálido y no se sentía como un refugio. En dicho parque había un hermoso árbol de naranjas, del cual me gustaba mucho sacar dichos frutos y con un cuchillo pelarlos mientras me sentaba bajo la sombra del árbol a meditar.

Ese era mi lugar favorito, mi único hogar.

Era un lugar idílico. Los sonidos se mezclaban con el ambiente como un pianista tocando su mejor pieza.

Los pájaros cantaban como si de un recital se tratase, las nubes bailaban en la atmósfera formando miles de formas distintas.

El aire se sentía fresco, como si de una hoja de menta se tratase.

Y estando en ese lugar, a veces me gustaba imaginar lo que pasaría si las cosas fueran diferentes, si yo mismo fuera diferente.
Quizás tendría amigos.
Quizás no sería simplemente espectador de un espectáculo al que llamamos realidad del cual no participo.
Quizás de esa manera, no tendría que quedarme junto a mi ventana viendo como las hojas de los árboles caen, mientras yo mismo me consumo en mi propia soledad.

Pero la realidad es fría, y en ella no hay un lugar para el quizás.

El camino hacia mi destino parecía estar escrito en una hoja de papel y crayolas, limpio y transparente. Excepto que alguien tomó esa hoja y la despedazó frente a mi cara.

Un sonido. Logré escuchar un grito ensordecedor digno de una película de terror.

Era algo indescriptible, parecía como si alguien estuviera pidiendo ayuda pero al mismo tiempo sus palabras no hubieran podido ser formuladas por alguna razón.

Entonces decidí seguir el incesante sonido, el cual condujo a las suelas de mis zapatillas a posicionarse frente a una cinta de advertencia, la cual rodeaba una gran casa con un color marrón desgastado, el cual en algún momento habría sido un color verde intenso.
Quizás la casa se hubiera visto más hogareña si las luces estuvieran encendidas, o si algún aroma a galletas, saliera de ella. Pero no era así.
Y supe dónde me encontraba, no era cualquier casa, era la casa donde había ocurrido el reciente asesinato.

Todo mi cuerpo me pedía a gritos que regresará, que retomará mi camino; pero mi mente me obligaba a averiguar de dónde venía tal grito.

Entonces me adentré en el lugar, saltando las cintas de advertencia.
¿Por qué lo hice?, porque no iba a ocupar el lugar del quizás por el lugar de la duda.

Todo parecía ser oscuridad, no había mucha luz en el lugar y la poca que entraba podía reflejar las manchas de sangre en las paredes.
Los pisos de madera vieja, rechinaban al compás de mis zapatillas, mientras que intentaba dirigirme a un lugar concreto, aunque me encontraba perdido como un turista en alta mar.

Llegó un momento en el cual mi mente tomó el control de todo mi cuerpo, y sentí como si todo fuera un caos, sentí como si estuviera flotando en un remolino, el cual no paraba de destruir todo a su paso y cuando quise darme cuenta llegué hasta la habitación de la cual provenía el sonido incesante.
Y al pararme frente a la habitación, todo se quedó en blanco, no podía ver absolutamente nada, solamente podía pensar.

Los pensamientos fluían como el agua del océano en un día tormentoso, eran indescriptibles e incontrolables.

El grito seguía sin cesar hasta que en un momento se detuvo abruptamente.
Y cuando abrí mis ojos, me di cuenta de que me encontraba solo.

La policia había declarado culpable al asesino de esa pobre familia, la cual solía habitar en el lugar en el cual me encontraba, pero yo no lograba entender por qué ese lugar parecía tan inseguro, si es que ya no había razón por la cual temer.

Solo pude sentir cómo mi ritmo cardíaco comenzó a acelerarse.
Las voces lo aceleraban, tal y como en una carrera de autos.

La realidad me había azotado como una brusca ráfaga de invierno.

Entonces, decidí sacar el cuchillo que seguía en mi bolsillo y arrojarlo al medio de la fría y oscura habitación. El mismo cuchillo con el cual había asesinado a toda mi familia.

No había sido culpa mía.

Acaso, ¿era demasiado tarde para culpar a las voces en mi cabeza?

La policia había mentido, no hubiera sido fácil si las personas hubieran descubierto la verdad. ¿Qué iban a decirles?¿Qué no tenían ni al asesino ni el arma?, la mentira parecía el camino más fácil.

Era mucho más fácil admirar las sonrisas de las personas al mirar el azul del cielo.

Era mucho más fácil apreciar a los niños pasear de la mano con sus padres, en un día soleado.

Era mucho más fácil temernos a nosotros mismos que temer que haya alguien que pueda hacernos daño.

Era mucho más fácil soñar con esperanzas que dormir con pesadillas.

Era mucho más fácil mentir diciendo que todo esta bien, cuando en realidad no lo estaba.

Pero la verdad estaba en mis manos, las cuales no necesitaban estar manchadas de sangre para encontrarse realmente sucias.

No me encontraba tras las rejas, pero me encontraba siendo prisionero de mi propia mente.

Estaba asustado. Muy asustado. Ese grito había sido producto de mi mente, y no tuve tiempo de asimilarlo porque mi corazón se detuvo abruptamente, y todo se volvió oscuridad.
Y la oscuridad me daba miedo, porque significaba silencio; y nunca iba a poder ganar un juego de piedra, papel y tijeras para poder controlarme a mí mismo, en un lugar donde el silencio parecía un caos.

Y entonces, perdí el juego.

Perdí el juego contra mi único oponente.

Yo mismo.

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⏰ Última actualización: Jul 22, 2020 ⏰

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