0. Let It Go

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Prólogo
Let It Go
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Lágrimas resbalaba por sus pálidas mejillas como la misma nieve, ella estaba completamente confundida sin saber en

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Lágrimas resbalaba por sus pálidas mejillas como la misma nieve, ella estaba completamente confundida sin saber en

¿Dónde se encontraba?

La oscuridad absoluta reinaba con determinación el lugar, siendo esto lo único que captaba sus orbes azules.

Estaba aterrada.

Aquella sensación iba en ascenso, ya el malestar era notable en la boca de su estómago, todo a causa de las imágenes turbias de recuerdos que pasaban por su mente, tal cual, como estrellas fugaces en el cielo nocturno.

Ella lo había hecho.

Sus ojos se abrieron con horror, mientras subía las manos hasta la altura de su rostro, se dio cuenta de que estaban sujetadas por las muñecas con unas gruesas cadenas.

No obstante, eso no fue lo peor, no, sino el simple hecho que al tratar de dar un paso, sus pies trastabillaron, provocando su caída sobre la dura superficie de concreto.

Sus tobillos también estaban encadenados.

-Otra vez no- susurró, sentándose en el suelo, ocultando su cabeza entre sus piernas.

La oscuridad rodeaba cada centímetro de su ser, sus manos se aferraron a sus propias piernas. Toda era completa soledad, el único sonido que se escuchaba en el ambiente era el golpeteo desenfrenado de su propio corazón contra su pecho.

Pam.

Pam.

Unas imponentes pisadas hacían eco sobre la superficie del suelo.

Alguien se estaba aproximando.

Como acción de reflejo levantó el rostro, tratando de enfocar su vista borrosa a causas de las lágrimas acumuladas que aún no eran soltadas. Allí, estaba frente a ella.

Una figura se divisó entre tanta oscuridad.

Solo fueron cuestión de segundos para que una singular risa lúgubre retumbará todo el lugar, haciendo un efecto de eco entre las paredes de piedra.

Ella no se inmutó.

Ella sabía que era él.

-Mi querida, reina de las nieves-su voz repulsiva era de completa burla.

-¡Déjame ir!-gritó, ella, apretando sus puños con furia.

Una suave escarcha cubrió la superficie metálicas de las cadenas.

-Ya hemos jugado mucho al gato y al ratón-Habló, el hombre con gracia.

-Por favor, ya cumplí mi misión, solo déjenme vivir una vida tranquila-espeto, la rubia sintiendo como su cuerpo de repente bajaba su propia temperatura corporal.

𝐇𝐞𝐚𝐫𝐭 𝐅𝐫𝐨𝐳𝐞𝐧 ― 𝓔𝓭𝔀𝓪𝓻𝓭 𝓒𝓾𝓵𝓵𝓮𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora