Horacio y Gustabo acababan de llegar a Los Santos. Ambos fueron abandonados de pequeños y desde ese entonces solamente se han tenido el uno al otro, eran Horacio y Gustabo contra el mundo. Trabajaron como basureros y como buzos, pero la paga era mediocre. Hasta que un día a Horacio se le ocurrió hacer las oposiciones para ser policía. Gustabo aceptó la idea sin creer que los aceptarían, pero así fue... Las primeras semanas trabajaron de infiltrados con un tío que vendía droga y cuando lograron conseguir la información suficiente y lo detuvieron, el superintendente decidió que era hora de que trabajaran para la policía oficialmente.
- ¡Buenos días Gustabo! - dijo el de cresta despertando a su amigo con emoción por su primer día de trabajo.
- Buenos días... - dijo el mayor despertando lentamente.
Se pusieron sus uniformes y se dirigieron a la comisaría. Cuando llegaron, los miembros de la policía los saludaron y les dieron la bienvenida a sus nuevos compañeros. Horacio estaba muy feliz, se fijaba en cada uno de sus compañeros hasta que su mirada cayó en un chico alto, de piel pálida y pelo grisáceo. No podía parar de verlo, era tan...perfecto. El chico lo miró, pero acto seguido, giró la cabeza con desinterés. Los agentes tuvieron que retirarse debido a que tenían mucho trabajo que hacer, incluyendo al chico que corría repetidas veces en la cabeza de Horacio.
- ¿Qué te parece eso, Horacio? - dijo el mayor sonriente golpeándolo levemente con el codo sacándolo de sus pensamientos.
- ¿Qué? - dijo Horacio desconcertado y sin entender a lo que se refería su amigo.
- ¡Coño, Horacio! ¿No escuchaste nada de lo que dijimos el superintendente y yo? - dijo Gustabo con un tono algo enojado.
Horacio sonrió nervioso y negó con la cabeza.
- El superintendente dijo que si nos parecía bien ir a patrullar un rato con él para que nos enseñe algunos trucos - dijo el mayor después de dar un leve suspiro.
- ¡Sí, sí! A mi me parece perfecto - dijo Horacio olvidando al chico que había visto apenas unos minutos atrás.
- ¡Rápido, capullos! No tengo todo el día - los apuró el superintendente acercándose a la salida trasera.
El superintendente les asignó una patrulla a cada uno y les dijo dónde colocarlas al terminar el día. Entrenaron todo el día y al final de este, regresaron a la comisaría para dejar los vehículos y algunas cosas en sus taquillas.
- ¡Oye, Horacio! - dijo Gustabo bajándose del carro.
- Dime, Gustabo - respondió el contrario cerrando la puerta del patrulla.
- ¿Te parece si yo aparco los coches y tú dejas los chalecos en las taquillas? - preguntó el mayor esperando la confirmación del menor.
- Claro, espérame en la salida principal, no tardo - dijo el menor alejándose corriendo de su amigo.
- Vale, vale, te espero - fueron las últimas palabras que escuchó el menor de parte de su amigo.
¿Dónde coño estarán las taquillas? Horacio se preguntó a sí mismo revisando los salones. Por el pasillo, vio al chico de la mañana cerrar la puerta de lo que parecía su oficina.
- ¡Compañero! - gritó Horacio acercándose rápidamente a él.
- El peli-grisáceo volteó a verlo - Buenas noches, soy el comisario Volkov - dijo con un tono frío.
- H-Hola, ¿usted s-sabe donde se encuentran las t-taquillas? - preguntó el de cresta nervioso y cabizbaja debido a la voz intimidante del contrario.
El comisario apuntó a una puerta al final del pasillo a la derecha.
- Ahí están, si quiere, le indico cual es la suya - ofreció sin quitar el tono frío.
- ¡Sí, muchas gracias! - dijo el de cresta sonriendo ampliamente, dejando de sentirse intimidado gracias a la generosa oferta del peli-grisáceo.
El comisario se volteó en dirección a la puerta y sonrió levemente, ya que, el repentino cambio de emociones de su compañero le causo un poco de gracia.
Ambos se dirigieron hacia la puerta, el frío comisario adelante y el pequeño Horacio detrás.- Esas dos son sus taquillas - dijo el comisario, señalando dos taquillas al fondo de la habitación.
- Muy bien, gracias - dijo el menor corriendo hacia ellas. - Y dígame, Volkov. ¿De dónde es su apellido? - preguntó el de cresta colocando sus cosas y las de Gustabo en los casilleros.
- Me niego a compartir esa información con usted - dijo Volkov mirando hacia otro lado.
- Oh, lo siento... - dijo el menor bajando la mirada un poco incómodo y avergonzado.
- El comisario volteó a verlo y se sintió mal por haber sido tan irrespetuoso sin razón, Horacio sólo quería crear un tema de conversación - Rusia - soltó sin más.
Horacio sonrió levemente, para luego cerrar su casillero y acercarse a él.
- Lindo país - dijo abriendo la puerta para que ambos pudieran salir.
El comisario pasó primero y esperó al menor para acercarse a la salida principal juntos.
- ¡Nos vemos mañana, Volkov! - dijo moviendo su mano en señal de despedida mientras se acercaba a la salida donde lo esperaba Gustabo.
- Adiós - dijo el ruso viéndolo irse.
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Rebornfics:
¡Holaaa! Este es el primer episodio, ¿les gustó? Si es así, por favor regálenme un voto y comenten sus ideas para el próximo capítulo. ¡Muchas gracias! <3

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Even the coldest people cry ~ Volkacio
Romance¡Hola! Solamente me gustaría aclarar que la mayor parte de esta historia no sucede en el rol real y es completamente ficticia. Por favor, no molestemos a los streamers con los ships y reservémoslos para el fandom. Dicho esto, ¡disfruten! <3 - ¡Casi...