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Parte I

Respirar.

Sólo sigo viva porque respiro.

Y sólo respiro porque no puedo morir.

La joven deja de dar el agua y apoya su cabeza en el respaldo de la tina, dejando su cuerpo relajado e inmóvil.

¿Por qué? Una pregunta tan simple, y tan compleja de responder.

Tal vez sea porque en mi vida pasada cometí muchos pecados.

Esta hunde su cabeza bajo el agua, pensando en su insignificante existencia una vez más, creyendo en que intentarlo otra vez no haría daño a nadie.

No creo eso, sólo estoy buscando una respuesta al por qué...

Sus pulmones lentamente se van llenando de agua, siente como lentamente la muerte sale en busca de un alma, pero jamás entra para rescatarla. Siente como el agua roza su piel, y todo dentro de ella, pero no puede sentir la desesperación que conlleva ahogarse.

Le gustaba tener encuentros con la muerte, después de todo era la única instancia en que su cuerpo lograba despertar y sentir aunque sea un ápice de emociones.

Aunque tal vez, y sólo tal vez, es algo más grande que yo, algo que el ser humano no está listo para comprender, algo que simplemente no podemos darle una respuesta.

Mientras pasan los minutos, de la nada su cabeza va haciendo imágenes de una dama caminando a su cuarto con una soga en mano, una silla al frente, con las exactas intenciones que tiene nuestra protagonista. Los sonidos se hacen más fuertes lo cual es extraño para estar bajo el agua.

Pero quien sabe, estas son sólo...

El tic tac del reloj se va mezclando con los latidos del corazón de la mujer de sus visiones, cada vez más fuertes y al mismo tiempo lentos. Y a la hora que el reloj suena para dar las ocho de la noche, se escucha el estruendoroso último latido de su corazón...

Teorías.

Y suena el crack de un cuello roto. De una vida ya ida. El dolor de la mujer se va a la chica de la tina, abriendo sus ojos de golpe, sus gritos bajo el agua se hacen imposibles de escuchar, pero dignos de sentir, por primera vez sentía el dolor en su máxima expresión, o al menos eso creía que era. Sentía que su corazón cada vez se encogía más, y que mil dagas lo atravesaban mientras ésta luchaba por salir del agua. Era fácil hacerlo pero era como si algo no quisiera que saliera de ahí.

El dolor paró. La chica salió del agua con la respiración agitada, volviendo a la nada, volviendo a su insignificante vida, volviendo a desear que esta vez su intento de suicidio funcionara.

Un grito agudo se escuchó por toda la casa. Era Marylin la empleada del lugar, avisando que algo malo habría pasado.

La chica tomó su toalla para cubrir su cuerpo, y atender a los gritos de la desesperada joven. Marylin sólo era unos trece años más grande que Rhea, y parecía de la misma edad que tiene esta actualmente, pero parecía que jamás envejecía, cuando llegó a la casa, Rhea tan sólo tenía cinco y Marylin supuestamente tenía dieciocho por lo cual le tenía un gran cariño a la más pequeña de la casa, pero ese cariño no era más que pena, dolor, y desesperación por el bienestar de la peli negra.

— ¿Marylin?.— Pregunta esta en voz alta al no verla por ninguna parte del segundo piso. Cuando mira hacia abajo la ve pálida como un fantasma, y tiritando como si hubiera visto uno.— ¿Estás bien? ¿Qué ocurrió?.— Sin articular palabra la joven apenas pudo señalar hacia la habitación de arriba, la cual correspondía al cuarto de su madre. Rhea subió sin más. Cuando llega a la habitación, abre completamente la puerta. La impresión no es mucha, la verdad ni se inmuta al verla ahí. Por un lado sabía que algo así habría pasado, ya que a Marylin no le daba miedo nada salvo la muerte, según cuenta siempre, en su larga vida toda la gente a su alrededor muere y lo habitual es que ella encuentra los cuerpos. Por otro lado sabía que aquella dama de sus visiones podría ser alguien cercano pues jamás había sentido una muerte así de fuerte. Corrección jamás había sentido nada. No entendía de que se trataban las emociones humanas, con suerte podía identificarlas.

Lost soulsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora