1. Conociéndonos

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En la imagen Samara Brown

Samara Brown

Suena el despertador y siento unas inmensas ganas de azotarlo contra la pared. El último mes ha sido de locos, desde el fallecimiento de mi papá hace unas semanas todo ha cambiado, sería muy apresurado decir que para bien, ya que, después de todo el daño que nos hizo a mi madre, Jason mi hermano y a mí, sería más que suficiente para terminar odiándolo pero no puedo hacerlo, no puedo. Suspiro levantándome de la cama, ¡Necesito conseguir trabajo! Mis ahorros se terminan y lo único útil que pude hacer con ellos fue adelantar mis mensualidades de la universidad para así evitar preocuparme en el futuro. Mi padre donó toda su fortuna a una pseudo fundación de dudosa procedencia que más bien es una empresa fraudulenta que lava dinero, no me heredó a mí por el simple hecho de ser mujer y "una mierda de artista"; muchos menos le heredó a Jason por ser un "joto maricón y una aberración para masculinidad", según sus bellas palabras. Intento evitar esos malos pensamientos metiéndome a bañar, estoy emocionada por entrar a un nuevo ambiente, actualmente me encuentro buscando lugar en una empresa que me brinde la posibilidad de crecer en el ambiente mercantil y de relaciones internacionales.

La verdad es que no busco trabajo como mercadóloga porque aún no me recibo y sería un suicidio aventarme porque sí. Además de que no estoy tan interesada porque tengo otros intereses: el piano. Me encanta tocarlo y componer con este bello instrumento, cada vez que mi manos rozan las teclas es como si tuvieran vida propia y se movieran sin parar. Después de bañarme y cepillarme los dientes, busco qué ponerme, ¡Vaya!  Otro de mis gustitos es la ropa y los zapatos, en realidad he logrado comprar bastantes cosas gracias al trabajo que tenía en la empresa de mi padre, donde estaba al servicio del Subgerente comercial; ahí aprendí muchas cosas, entre muchas, el arte de ser secretaria. Trabajé desde los 18 años, con ese mismo sueldo me había logrado mantener, pagar mi carrera y sobrevivir a la soledad, pero todo terminó al morir mi padre, ya que éste dejó estipulado en su testamento que yo no podría volver a pisar la empresa después de su fallecimiento y mucho menos sucederlo en su puesto de presidente. Además de eso, trabajo en un restaurante los fines de semana tocando piezas clásicas de piano para acompañar la cena de muchos millonarios y empresarios. Tomo un traje beige y una blusa blanca para acompañarlo junto con unos tacones cafés. ¡Me encanta! Comienzo a maquillarme de una forma un tanto producida, la primera impresión es lo que cuenta y yo necesito quedar bien.

Tras arreglarme el cabello con ondas, escojo al menos unas 10 copias de mi currículum y me dirijo a esas empresas con las que ya tuve contacto para dejarlos y esperar a la entrevista que me comentaron. Salgo prácticamente corriendo, ¡ya son las 8! Entro al estacionamiento del edificio y subiendo a mi bella uva, un Mazda 6, color morado. Lo enciendo y comienzo a manejar por las ajetreadas calles de california.

Entro al área de empresas, enormes edificios me rodean y no puedo hacer nada más que mirarlos atónita. Comienzo a hojear entre mis apuntes las 3 empresas a las que tengo que asistir, siento nervios, muchos nervios. Después de algunos minutos de búsqueda encuentro el primer edificio al que me tengo que dirigir: Skybline. Suspiro y aparco fuera la empresa, al parecer no ha llegado mucha gente. Mis manos comienzan a sudar ¡me muero!

Me dirijo hacia la empresa y unas pesadas puertas de cristal se abren al acercarme. Entro e inmediatamente veo a una mujer muy guapa sentada en el mostrador. Esta empresa está pulcra, con un toque minimalista y enorme, los corredores son hermosos. La mujer me sonríe y me acerco.

–Hola, buenos días, disculpe vengo a una cita con el licenciado Gellman.

–Claro, ¿podría prestarme alguna identificación?–dice la asistente cortésmente.

–Sí, aquí tiene–le extiendo mi licencia de conducir. Comienza a teclear en su computado y me da un gafete que dice: "visitante".

–En cuanto termine, regresa, me entrega el gafete y yo le daré su credencial.

"EL CONTRATO" (Andy Biersack)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora