CAPITULO 38

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- Lo siento. No he podido llegar antes- Koga Kinomoto bajaba de su Audi último modelo y caminaba para apretar su mano fuertemente con la del moreno indio, Shippo Nara. Éste había estado esperando pacientemente a la salida de la reserva. Lo que debían de hablar era delicado y debía de ponerlo en antecedentes antes de hablar con su padre el actual chamán de la tribu.
- No se preocupe. Somos marionetas en manos del tiempo- el joven rió- Mi padre lo espera, pero antes me gustaría explicarle algo de lo que ocurre…no se lo tome a mal, pero esto supera los límites de lo normal. ¿Me entiende?
La mirada de Shippo era intensa y en aquellos ojos como navajas oscuras se podía prever mucho más de lo que sus escasas palabras dictaban.
- A estas alturas de mi vida, créeme que estoy preparado para cualquier cosa. – dijo sin objeción el pelinegro, siguiendo los pasos de Shippo, que había comenzado a andar en dirección a la playa que se ubicaba en la reserva.
- Dígame señor Kinomoto ¿Usted cree en el demonio…? ¿Cree en Kami-sama?- Shippo se había girado abruptamente y había lanzado aquella pregunta a Koga sin contemplaciones. Él meditó unos segundos lo que iba a responder y bajó la cabeza, mientras un estremecimiento nauseabundo lo atravesaba de cabeza a pies. Alzó la cabeza para contemplar el horizonte y pudo ver una bandada de pájaros que se desperdigaban entre sí uno cayó al suelo antes de forzar un agudo graznido.
- Sí- se oyó decir mientras el pájaro caía justo en medio de sus cuerpos. Ambos se miraron y observaron acto seguido al pájaro muerto. No tenia ojos…alguien se los había arrancado.
Sango se había despedido de Miroku minutos antes de caminar por el gran pasillo de las antorchas. Los guardias se hallaban algo nerviosos y al final del pasillo justo a la entrada del gran salón de Princeps, se hallaban sus dos hermanos y su padre. Observó con detenimiento sus actitudes y se paró en seco. Había serios problemas en el entorno de su familia y un detonante: Aome.
Ella ya sabía todo, o por lo menos lo suficiente para que todos ellos tuviesen aquellas caras de circunstancia. Después de tantos años, ella le debía muchas explicaciones e iba estar encantada de dárselas. ¡Toda la culpa la había tenido Inuyasha! Él debió de cerciorarse bien si era Kikyo la elegida….el muy cabrón se había pasado por la piedra a las dos hermanas, haciendo esto. A la elegida y la que no lo era.
Todos ellos depararon en la pequeña súcubo y se giraron para observarla, fue Inutaisho el que habló primero.
- Hueles diferente hija…veo que tu súcubo ha despertado…
Sango enrojeció levemente y bajó la cabeza, pero fue brevemente, los pasos de alguien acercándose a ellos la hizo alzarla de nuevo para ver de quien se trataba.
- Tú- la voz de Aome fue como una lanza envenenada- Te acercaste a mí solo por la idea de que tu hermano tenía que follarme...¿verdad? No era suficiente con tener a una hermana a sus pies, debía de tener a las dos babeando por él. ¡Maldita! Intentaste metérmelo por los ojos, aunque no lo podía ni ver…todo para eso…para encerrarme aquí. En este sitio de mierda, que no sé todavía lo que es. ¿Qué clase de secta sois que os creéis demonios? ¡Demonios!- Aome comenzó a reír como una histérica, haciendo que Sango comenzara a preocuparse seriamente.
- Ha desaparecido el glamour- susurró Sango, mirando a su hermano Inuyasha, a la misma vez que éste observaba a Aome horrorizado.
- ¡Que glamour! ¡Vosotros y vuestro jodido vocabulario de mierda! ¡Quiero salir de aquí! ¡Ahora! ¡Rin, ayúdame!
Aome volvió los ojos a su hermana y ésta negó débilmente. Vio como Rin se alejaba lentamente de ella y en su lugar se posicionaba el ser que la había despojado de su verdadera vida hacia días. Aquel era su único mal, su demonio personal.
Vio como él quiso tocarla. Asirla por la cintura y Aome saltó hacia atrás. No quería que aquel bastardo la tocara nunca mas en su jodida vida. ¡Lo odiaba! ¡Los odiaba a todos! Incluso a aquella hermana suya que había recién descubierto. Habiendo faltado a su promesa de ayudarla a escapar de allí, de donde mierda estuviesen escondidos.
- Ahavá…
- ¡No me llames así, maldito! No, si no sabes lo que significa. Yo no soy nada tuyo y tu muchísimo menos para mí. ¿Con que derecho me traes aquí para hacerme perder el sentido? ¡Yo nunca debí de entregarme a ti!- Aome agachó la cabeza, otra vez se sentía adolorida, pero aquello no importaba. En aquellos momentos lo único que quería era pedir explicaciones y ponerlos en su lugar a todos- Era virgen…maldita sea. ¡Virgen! ¡Me hicisteis creer que había tenido relaciones con otros hombres! ¡Tú…me llevaste al ginecólogo de cabecera de tu familia!- gritó, señalando a Sango- ¿De dónde coño os habéis escapado? ¿Del libro de la semilla del Diablo? - Volvió a reír histérica- Todos compinchados para que una chica normal y torpe como yo se metiera en la cama de…él- Aome miró a los ojos a Inuyasha y suspiró agotada- Creo que deberías haberos buscado a otra... ¿O todo esto es por Kikyo? ¡Sii! Es por ella. ¿Verdad?- dijo caminado de nuevo hacia Inuyasha- Debiste ir a buscarla hace siete años…nada de esto hubiese pasado. Yo estaría con Koga y tú con ella…que es la que todos ustedes se merecen.
- Aome…déjame que te explique. Entonces quizás entiendas- La voz de Sango resurgió como un dulce repicar de campanillas en la refriega, que llamó la atención de la pelinegra.
- ¿Explicar? ¿Qué tenéis que explicarme? ¿Hay alguna verdad en todo esto? Si soy honesta dudo hasta que Rin sea mi hermana…ya no me creo nada de ustedes…absolutamente nada – Aome, volvió a pasarse una mano por la frente sudaba- Si hay una pizca de honestidad en vuestros corazones, dejadme salir de aquí. No diré nada. No os denunciaré. Sera como si no hubierais existido. Os lo juro. Tenéis mi palabra. – Aome los miró a todos. Uno a uno- Quiero cerrar los ojos y olvidarme de que alguna vez habéis existido.
Inutaisho se acercó a ella a velocidad sobrehumana y pegó sus labios al oído de ella, susurrándole, haciendo que su mandíbula se desencajara por el terror del recuerdo.
- ¿Recuerdas aquella sesión de espiritismo, Aome? ¿Recuerdas como tus dos desafortunadas compañeras de clase preguntaron si existía el Demonio?
Aome sintió su cráneo estallar. Pero aún y así mantuvo la compostura mirando fijamente a Inuyasha. La voz de Inutaisho, que hasta ahora le había parecido casi paternal. En aquellos momentos era como un cuchillo afilado e hiriente. Los escalofríos tomaron el control de su cuerpo y creyó perder el sentido, antes de decirse a si misma que tenía que terminar de escuchar lo que aquel se tenía que decir. Ser libre. Saber la verdad.
- ¿Recuerdas la contestación?- Aome se encogió de absoluto terror y los miró a todos de nuevo, temblorosa y asintiendo- "Yo soy él "- susurró Inutaisho en un silbido que hizo que Aome se apoyara con las rodillas en el suelo. Cayendo como una muñeca y llevándose las manos al rostro- ¿Recuerdas tu pregunta?- Preguntó Inutaisho esta vez en un tono mucho más alto- ¿La recuerdas?
Aome se tiró al suelo y rezó a Kami-sama para perder la consciencia, para morirse. Cualquier cosa, para salir de allí. Sintió como su cuerpo no paraba de moverse y como unos brazos que le asqueaban la recogían del suelo y la llevaban Kami sabia donde. Pero ella rezaba y rezaba dentro de aquel dolor mezclado con terror. Inuyasha I. Recordó el vaso, la cartulina y el nombre de aquél que algún día seria su esposo, según la ouija. Inuyasha…era Inuyasha y aquellos que la rodeaban…todo lo que la rodeaba era absoluta maldad.
Yukito Nara era un hombre de mediana edad, postrado en una silla de ruedas. Koga se sintió intimidado. Los esperaban varios hombres, todos indios. Al verlo caminar en compañía de Shippo, relajaron todos los músculos.
El de ojos claros, venía a buscar respuestas y el hijo del gran Chaman Kitsune Nara se las iba a dar. De eso no cabía duda.
Shippo llegó hasta su padre y lo saludó con un afectuoso abrazo. El hombre no despegó la vista del ojiazul, que algo incómodo, miró hacia otro lado y observó atentamente el lugar donde se hallaba. Era una casa destartalada. Pero limpia y confortable. Le llamó fuertemente la atención, varios dreamcatchers que colgaban de las paredes y frunció el ceño.
Había un pequeño fuego a tierra y una encantadora vitrina desgastada por el tiempo en color ocre. Presidiendo aquel mueble estaba el retrato de un hombre con piel arrugada y ojos de zorro. Un temor desconocido recorrió la espalda de Koga Kinomoto, sin duda aquel hombre era el fallecido Kitsune Nara, también llamó la atención, una pequeña fotografía de Aome con Shippo no debían de tener más de 17 años.
- Nos la tomaron después del incidente con sus dos compañeras de clase- la voz de Shippo sonó a su lado y Koga se giró para contemplarlo.
Shippo agarró con gesto triste la foto enmarcada con un suave ribete azul y suspiró antes de continuar.
- Aome tardó demasiado en saber que le había ocurrido a Eri Yakushi y Yuka Daidouji. Todos creyeron que fueron accidentes, pero la realidad a veces, supera la ficción y éste es el caso- Shippo, dejó el retrato de nuevo en la repisa del mueble y miró a su padre.
Todo el gentío que ocupaba la casa de los Nara en un principio había desaparecido quedando tan solo ellos tres, que se miraban los unos a los otros con gesto tenso.
- Sea lo que sea, estoy abierto a escuchar. Aome ha desaparecido sin dejar ningún rastro. Mi esposa también lo ha hecho…algo me dice que todo esto tiene que ver con Inuyasha y su hermana Sango, de los que no tengo información ni de su apellido- Koga tomó asiento, cuando recibió la orden por un gesto del patriarca de los Nara. Éste cerró los ojos lentamente y unos breves segundos, después los volvió abrir abriendo la boca para comenzar a hablar.
- Mis antepasados los han visto vagar por este mundo buscando a compañeras esporádicas toda la vida. Utilizándolas, para luego engendrar hijos crueles que han llevado al mundo al abismo y la corrupción. Todos ellos, amparados por el mal han gobernado sin que nadie les hiciera sombra y aniquilando a quien lo intentara. Pero de un tiempo a esta parte, todo parece haber cambiado. Extrañamente calmado. Una fingida balsa de aceite donde todo parece comenzar a hervir. – Yukito Nara sonrió débilmente a Koga - Nadie supo ver en Kagome Higurashi su verdadero espíritu. La edulcorada aura de su alma. Ni si quiera mi hijo- al decir esto, miró a Shippo por encima del su hombro, que escuchaba atento detrás de su padre con los brazos cruzados- La balanza, siempre ha estado inclinada hacia el bien, aunque los actos malvados de hombres malvados, hiciesen ver lo contrario. Pero ahora hay un clima de corrupción y falta de valores que repugna. El demonio campa en este mundo a sus anchas, sabiéndose adorado por muchos. Ya que nadie cree en ese dios que el mundo ha clamado durante siglos. Ellos creen que los ha abandonado, nadie cree en milagros ni en apariciones de santos. Todo el mundo tacha a las personas que dicen haber visto algo de divinidad como locas o trastornadas. Pero en cambio, si susurran que han hecho un pacto con el demonio o que es miembro de una secta satánica, todo el mundo lo cree… o por lo menos crean la semilla de la duda en quien escucha. Kami dejó de tener credibilidad por mucho tiempo… y eso esta hiriendo a nuestro mundo mortalmente.
Koga negó silenciosamente y se pasó una mano por la frente. No comprendía nada, pero estaba allí para escuchar, para obtener respuestas y creía firmemente que las iba a obtener. Así que formuló la pregunta. La única pregunta que le interesaba que le contestaran.
- ¿Usted sabe donde está Aome? ¿Podría decirme donde ir a buscarla?- preguntó con decisión, aunque su gesto era el de un hombre abatido y triste.
- Aome está con él- espetó Shippo seco- Él se la ha llevado…con la abominación de hermana que tiene…
- Bueno… ¿Y entonces…? ¿Qué haces aquí hablando de demonios y de dioses? - preguntó Koga, alzando levemente la voz.
- Aome es la invitada de honor en los infiernos. De mano del mismo demonio y sus hijos- Yukito esperó la reacción del moreno que mudó el color de su rostro de inmediato- Está sentenciada - La voz de Yukito Nara era un ronco susurro que puso a Koga los pelos de punta.
- ¿Sentenciada? ¡Maldita sea! ¿A qué coño está sentenciada Aome? ¿Y por qué?- Koga se había levantado y gritaba desquiciado, según iba asimilando la situación.
- Es la elegida para el primogénito del Demonio, ella parirá sus hijos – Yukito cerró los ojos y comenzó a susurrar palabras que Koga no lograba comprender. Lo miró horrorizado y buscó en los ojos de Shippo alguna respuesta. Algo que lo calmara…algo que degollara aquel clima de ansiedad que lo tenía al borde del precipicio.
- Está rezando- susurró Shippo, tan abatido como el mismo Koga- Por Aome. Morir será mejor que vivir lo que el futuro le tiene reservado…
Sango contemplaba a Aome desde un rincón de la habitación de Inuyasha. La muchacha en estado de shock, miraba un punto indeterminado de la habitación. Sus ojos chocolates, habían perdido el brillo y su boca era una fina línea apretada.
Atrás quedaban los gritos y rugidos de Inuyasha, hacia Inutaisho. Después de que Aome hubiese caído al suelo, Inuyasha se había abalanzado hacia su padre y había comenzado a increparle, convirtiéndose aquella escena en algo completamente Dantesco. Ambos se habían enfrascado en una pelea con los puños cerrados…bueno, más bien había sido Inuyasha el que maldecía y asestaba puñetazos a su padre en el rostro…
Sango, se limpió las lágrimas con los puños cerrados y comenzó a hipar presa de una inusitada desesperación. ¿Era correcto lo que habían hecho con Aome?
La habían manipulado como una muñeca en todo momento. Esperando que Inuyasha reaccionara ante la verdad. No teniendo en cuenta en ningún momento sus sentimientos y apartándola de aquel mortal, que según Inuyasha, ella amaba.
Sesshomaru había intentado separar a Inuyasha de su padre, metiéndose entre medio, pero había sido inútil. Inuyasha estaba desencajado por el dolor y no escuchaba a razones. Sesshomaru, también gritó a Inutaisho, echándole en cara algo que tenía que ver con Koga y con Aome…algo que Inuyasha no sabía y que era de vital importancia para su relación.
¿Qué relación? Nunca la había habido. Aome había sido un triste títere en manos de todos ellos, desde el mismo momento que Kikyo y ella se presentaron en su casa, siete años antes.
¿Y si el tiempo pudiese paralizarse? ¿Y si alguien le diera la vuelta al reloj para que todo siguiera su curso?
Inuyasha hubiese sido feliz con Kikyo y de buen seguro Aome lo hubiera sido con aquel humano de ojos claros.
Sango se acercó a Aome para acariciarle el rostro, que seguía inexpresivo y con los ojos perdidos en la nada. Viéndola así de indefensa, tumbada en aquella cama, quiso cambiarse por ella y redimirse en su dolor. Porque aquella muchacha no se merecía lo que habían hecho con ella, forzándola a una vida que sin lugar a dudas ella no hubiese querido tener y a un amor que no la merecía. Porque si era sincera, su hermano no la merecía por mucho que dijera amarla.
Se sentó frente a ella y susurró su nombre sin que ella reaccionara. Los gritos de Inuyasha ahora eran más audibles, sus pasos…los puñetazos en aquella puerta donde ambas estaban guarecidas. La pequeña súcubo, susurró ayuda al viento y una iluminaria cruzó aquella habitación…

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