A veces lo único que un demonio necesitaba después de un malditamente cansado día era recibir algo de amor y atención de parte un ángel, o al menos así era en el caso de Crowley.
Pero este día había sido particularmente drenador después de que Hastur se le apareciera en medio de su departamento recriminándole que había sido un traidor, un sucio y vil traidor, por más de una hora hasta que fue llamado por Belcebú de vuelta al infierno. Por lo que es entendible que Crowley acabara con ganas de beber un shot de agua bendita.
Así pues, después de tremenda reprimenda, el demonio pelirrojo empezó el ritual titulado "Ángel, dame mimos que me quiero morir".
Como era costumbre, se subió a su auto y condujo inexpresivo hacia la librería mientras que el Bentley reproducía, casi a propia voluntad y a todo volumen, The Best Of Queen. Llegando a su destino se bajó del coche y abrió la puerta con un chasquido. Usualmente habría saludado con alegría demoníaca a su mejor amigo, pero cuando Anthony J. Crowley realizaba el ritual de "Ángel, dame mimos que me quiero morir" simplemente saludaba con la mano y se dirigía de forma callada al despacho de Aziraphale. En rubio entonces atendía (o echaba fuera, depende de lo que sucediera primero) al cliente que estaba hablando con él y se dirigía rápidamente a cerrar el negocio con llave para luego alcanzar a su invitado que, como de costumbre, estaría acostado en el sofá.
En esta ocasión, Aziraphale hizo un milagro para prender la chimenea, era noviembre y sabía cómo el demonio no soportaba el frío, para después realizar otro chasquido haciendo aparecer una manta sobre la gran serpiente negra que estaba enroscada sobre sí misma en una esquina, dejando un espacio libre para su anfitrión.
- Crowley, ¿qué sucedió? - preguntó el ángel mientras se sentaba, teniendo cuidado de no aplastar la cola del otro - ¿Está todo bien?
En repuesta solo recibió un siseo cansado, claramente no quería hablar de ello. Aziraphale decidió entonces no preguntar más.- Todo estará bien, ya verás - dijo el rubio antes de empezar a acariciar las escamas del contrario. Crowley siseo un poco haciendo que el ángel detuviera su labor. - Lo siento ¿Te molesté?
"¿Molestarme? Por supuesto que no me molestaste, ángel" pensó el demonio mientras miraba directamente a aquellos ojos verdosos, era una forma de buscar valor para lo siguiente que haría. Cuando lo encontró, silenciosamente se deslizó hasta el regazo de Aziraphale y, al no bastarle el calor irradiado por el fuego, decidió enrollar parte de su cuerpo sobre los hombros y cuello del ángel, para acabar poniendo nuevamente su cabeza sobre el regazo. Estaba bastante a gusto.
- Oh - soltó el Principado antes de sonreír de forma leve - Querido, desacomodaste la manta.
Crowley volvió a sisear, dejando bastante en claro que le daba igual lo que le habían dicho, pero lo que andaba pensado tenía, de alguna forma, bastante sentido: ¿quién necesitaba de un pedazo de tela cuando tenías a un ángel para entrar en calor? Porque, evidentemente, el Principado irradiaba un calor propio de su naturaleza celestial.
- Mimossssss - susurró la serpiente mientras miraba al ángel de forma suplicante con aquellos ojos dorados. Y si bien Aziraphale no alcanzó a oír lo que le estaban pidiendo acabó haciéndolo de todos modos, lo que hizo que Crowley cerrara los ojos satisfecho.
- Descansa, querido. Te despertaré para la cena - susurró con dulzura el ángel mientras seguía acariciando las brillantes escamas negras, recibiendo un último siseo en respuesta antes de que cerrara los ojos, claramente quedándose dormido.
Pasaron un par de horas hasta que el Principado abrió los ojos, en algún punto él también había acabado sucumbiendo al sueño, como siempre pasaba cada que el demonio se acurrucaba junto a él.
Ahora era tiempo del post-ritual, aunque bien podría ser un ritual por sí mismo que se titularía como "Gracias por los mimos, pero olvidemos el tema". Y es que cuando Aziraphale despertaba siempre se encontraba solo. Así que se levantaba inmediatamente para dirigirse a la sala principal de la librería donde se encontraría Crowley leyendo o curioseando entre las estanterías. Cuando el pelirrojo viera al rubio saludarlo, le devolvería una sonrisa burlona y dejaría lo que estaba haciendo para ir a su lado, claramente actuando como si nada hubiera pasado pocas horas antes.
- ¡Crowley! - dijo el ángel mientras sonreía abiertamente, claramente feliz de ver a su demonio mejor.
- Ángel - contestó el mencionado antes de dar una mueca que se parecía a una sonrisa ladina - Déjame tentarte en invitarte a cenar al Ritz. Te lo debo.
- Oh, sucio demonio. - dijo entre risas el Principado, claramente divertido de que, a pesar de todo el tiempo transcurrido después del No-Fin-del-Mundo, ese pequeño chiste del tentador y el tentado siguiera vigente. - Pero admito que sería encantador, Crowley.
Y así ambos salieron de la librería mientras charlaban de delfines, ballenas y temas extravagantes que solo ellos entenderían.Así que ya saben, si tienen a un ángel caído malhumorado sólo es necesario que les den un poco de amor, atención y cariño para que una sonrisa burlona vuelva a bailar en su rostro, o al menos, ese era el método que a Aziraphale le funcionaba con su demonio.
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Mimos
FanfictionA veces lo único que necesita Crowley después de un mal día es recibir amor y atención por parte de Aziraphale.