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Estimado Xie Lian.

Puede que esto sea inesperado, hacer cartas no es mi estilo. Sin embargo, necesitaba decirte de alguna forma lo mucho que te admiro, te he admirado desde aquella primera demostración de Tai Chi Jian en el que participaste.

Eres realmente talentoso, aunque no dudo ni le quito crédito a todo el esfuerzo que pones en tus prácticas, en las horas extras en las que te encierras y meditas, ¡No es que te haya acosado, no te asustes! Solamente he coincidido en muchas ocasiones en lugares donde tú estás. Quería encontrar una forma más natural de acercarme a ti, y pensé que las cartas servirían de algo.

Puede que no sepas quién soy, creo que eso está bien por un tiempo al menos, solo debes saber que soy y seré siempre su más grande admirador. Algún día reuniré valor para hablarte, Gege, esperalo.

—San Lang

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Hua Cheng había dejado aquella carta en el casillero donde su Qianbei dejaba su espada, había pensado qué escribir durante semanas. No sabía cuánta información revelar para no sonar espeluznante y alejarlo.

Ciertamente, Hua Cheng había caído en un enamoramiento platónico por su Qianbei desde la corta edad de 12 años. Cuando vio por primera vez su presentación de Tai Chi Jian en una ceremonia de su escuela.

Su madre lo había hecho ir para ver la presentación de su primo He Xuan, pero realmente después de tal demostración de arte puro, su mente no pudo enfocarse en otra cosa que no fueran los movimientos fluidos de aquel chico que parecía un dios encarnado en el cuerpo de un mortal, como una ofrenda de los cielos que los humanos no merecen en ese mundo, una deidad no reconocida nacida en la época equivocada.

Fue una total coincidencia que ese mismo Qianbei lo encontrara cuando se perdió esa misma tarde, Xie Lian le obsequió el saber su nombre y una hermosa sonrisa que lo dejó aturdido. Xie Lian había secado sus lágrimas y tomado su mano para guiarlo fuera del gentío, habían intercambiado pocas palabras, en ese entonces, Hua Cheng no era el niño más confiado, con su cicatriz en el ojo derecho le daba vergüenza mostrar su cara, por lo que acostumbraba tener el flequillo de modo que tapaba casi todo su rostro. Que una persona tan preciosa le preguntara el por qué ocultar su cara, lo cohibió por completo, el mayor al verlo tan retraído, mientras esperaban a que apareciera su madre se las ingenió para tomar una flor blanca de las que el público le había regalado, para acomodarla en el desordenado cabello del pequeño Hua Cheng.

«No tengas miedo de mostrar quien eres, a veces las flores que a algunos les parecen menos prometedoras, con el cuidado y amor necesarios terminan siendo las más preciosas» .

Tras esa tarde, no pudo dejar de pensar en aquel joven. Nadie sabía por qué de repente el niño tenía la afición de cultivar flores blancas junto a los rosales del jardín de su madre. Pero a Hua Cheng le encantaban.

Cuando trató de volver a ir a presentaciones de Tai Chi en esa misma escuela, no volvió a ver a ese precioso Qianbei, y ciertamente, ninguno de los participantes pudo igualar tal perfecto talento. Pasaron los años, y jamás apareció de nuevo, incluso antes del final de su año en esa secundaria, Xie Lian no se presentó otra vez.

Más tarde, por ciertos contactos que hizo, se enteraría por casualidad de que el apellido Xie en realidad era conocido, los dueños de la compañía Xian Le habían sido estafados por uno de sus accionistas y lo perdieron todo. En menos de un año salió la noticia del suicidio doble de los dueños de Xian Le, todo eso coincidía con el año en que Xie Lian dejó el Tai Chi, y por lo que sabe, dejó aquella escuela que ya no tenían el lujo de pagar.

Cartas para Xie-Qianbei 【HuaLian】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora