Capítulo único

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Los duelos conmemorativos por la asunción de Arturo habían terminado.  Los habitantes de Camelot salían de las gradas hacia sus respectivos hogares agitando sus banderines y charlando animadamente sobre los resultados.

Arturo era el claro vencedor. A pesar de eso no había podido evitar llevarse algunas heridas en el proceso.

Merlín, que había visto la herida que el Rey recibio en el hombro durante uno de los enfrentamientos, apuró su paso hacia a tienda real.

— Miren que tenemos acá. — comentó un caballero reteniendo a Merlín y obligándolo a detenerse.

El sirviente, al girarse, pudo ver como tres caballeros que aún mantenían sus trajes de combate azules formaron un círculo rodeandolo. De inmediato, su cuerpo entero se tenso y una cantidad de hechizos de defensa aparecieron en su mente.

— ¿Haces favores a otros nobles? — intervino otro acercandose. 

Merlín agudizó sus oídos y espero. Si de acercaban un poco más podría hacer un hechizo sin que fuera excesivamente obvio.

— Ven con nosotros, él no va a enterarse.—  dijo el tercero sujetando su brazo.

No muy lejos de ahí, Arturo, preocupado porque su sirviente no estaba en la tienda esperándolo Camino a través de las carpas buscándolo. Al girar hacia las carpas de los nobles de los reinos vecinos, lo encontró rodeado por un grupo de tres caballeros con trajes azules.

Uno de ellos sujetó al frágil sirviente del brazo impidiendo que se alejara. El Rey, enojado, se acercó a ellos mientras escuchaba las últimas palabras del caballero. 

— ¿De qué no me voy a enterar muchachos? — gruño Arturo mientras se colocaba delante de su sirviente para alejarlo de los bravucones.

— Majestad. Su sirviente y yo sólo nos reíamos de algunas bromas.— respondió el noble más cercano al Rey.

— Eso no es cierto. Ahora alejense. Si los vuelvo a ver cerca de mi sirviente les comenzaré un consejo de guerra. Ahora retirense.— rugió Arturo. 

Los caballeros se alejaron rápidamente. La palabra de un Rey era mucho más pesada que la de un simple caballero. 

— ¿Estas bien?¿Te hicieron daño?— preguntó Arturo girándose ahora que estaban solos hacia su sirviente. El Rey rodeó el frágil cuerpo del menor entre sus brazos abrazandolo.

— No debemos hacer esto Señor. Se correrán rumores. — respondió Merlín alejándose del mayor y mirando hacia todos lados. 

— ¿Esto es por lo de recién? No les hagas caso.

— ¿Oíste lo que dijeron? 

— No y no es necesario. Desaprueban la manera en la que dejó que me trates. Es cierto, un Rey no debería dejar que sus sirvientes lo traten así pero vos no sos sólo mi sirviente. También sos mi amigo.— insistió el Rey siguiendo a Merlín hacia sus aposentos.

Las mejillas del menor se colorearon y sus ojos brillaron. Merlín agradeció que Arturo no pudiera verlo.

— Me alegra que pienses así de mi pero no decían eso los caballeros.

— ¿Qué decían?

— No creo que sea correcto. — respondió Merlín entrando a la habitación por delante del Rey.

— Merlín, dime. — dijo Arturo acercándose a él y obligándole a girarse.

— E..E..Ellos dieron a entender que en realidad quieres mis favores.— comentó Merlín rehuyendo la mirada del Rey.

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