Sábado por la tarde, una vez más me tocaba despertarme con una resaca de puta madre y sin recordar nada de la noche anterior. Por suerte, podía reconocer en donde había caído dormida, el sillón de mi apartamento. Me incorporé como pude, sintiendo un gran dolor atravesar mi cuerpo causado por la mala postura que había adoptado al dormir y con la garganta reseca culpa del alcohol, pidiendo agua a gritos. Miré el móvil, tenía incontables llamadas perdidas y más de mil mensajes, todos eran de Astrid: "Por favor. Ellie, ¡da señales de vida!", "¿¡DÓNDE ESTÁS!?", "DIME POR LO MENOS SI ESTAS EN TU CASA O TE ENCUENTRAS BIEN". Le respondí para que dejara de preocuparse, aunque no sé si serviría de algo ya que todos los mensajes eran de la noche anterior.
Breves recuerdos volvían a mi mente, había salido con Astrid, nos emborrachamos, conocimos a un par de chicos y luego le perdí el rastro... o ella me lo perdió a mí. No recordaba mucho que había pasado, pero me hacía una idea. Me terminé de levantar, tomé una ducha y salí para ver si conseguía algo para comer, puesto que moría de hambre y también tenía ganas de disfrutar mi sábado libre, ya que no me tocaba trabajar hoy. Era periodista en el Maine biz, hacía poco había terminado mi posgrado y era nueva en el periódico, asique por el momento solo me encargaba de editar algunos artículos no tan importantes como para figurar en primera plana y más que nada –mi función principal- alcanzar café a cualquiera que lo necesitara. No era lo que siempre había soñado, pero por algo se empezaba, planeaba seguir trabajando para lograr mi objetivo, y tampoco la paga era tan mala; ganaba lo suficiente como para rentar el piso donde vivía, poder cubrir mis necesidades y poder divertirme algunos fines de semana o casi todos.
Cuando llegué al local de comida rápida que frecuentaba habitualmente ya eran casi las cuatro de la tarde. Allí los empleados me conocían y yo a ellos. Pedí lo de siempre, una hamburguesa clásica acompañada con una ración grande de papas, me senté en la mesa más cercana a la ventana, donde podía admirar la peculiar vista del centro de Portland y me perdí en mis pensamientos mientras esperaba la comida. Estábamos a mediados de agosto, el calor era sofocante dentro del local y comenzaba a sentir la transpiración bajo mi camiseta.
- Ellie, ¡aquí está tu hamburguesa! - Colín, el camarero del lugar, me trajo de nuevo a la realidad. - ¿una noche dura? ¿no es cierto? - agregó mientras dejaba la bandeja delante de mí. Le dediqué una sonrisa en agradecimiento y le dije: - ¿Tan mal me veo? - No hacía falta que respondiera para darme cuenta de que me veía fatal, sentía los parpados pesados culpa de la resaca y unas grandes ojeras ocupaban todo mi rostro dejando en evidencia que había dormido poco la noche anterior. A todo esto, había que agregar que, si me veía mal me sentía aún peor, tenía un gran dolor de cabeza y el cuerpo contracturado culpa del sillón.
- Espantosa, pero nada que una hamburguesa no pueda arreglar. - bromeó entre risas. Comencé a reír y se quedó charlando un rato mientras yo comía. Le conté de la noche anterior y le dije que todavía no había visto a Astrid desde que la perdí y que aún no había respondido mi mensaje.
- ¿Crees que se encuentre bien? - interrogó frunciendo el ceño y dejando ver un rastro de preocupación en sus ojos azules. Él estaba enamorado de Astrid, y yo lo sabía, pero mi amiga – al igual que yo- no buscaba ninguna clase de compromiso, a menos que este solo fuera para encuentros casuales...nada que vaya en serio y era algo en la que no estaba dispuesta a arrastrar a Colín, ya que ambas sabíamos, él era un buen tipo o por lo menos eso aparentaba, ser alguien capaz de llevar una relación seria y comprometerse en ella. Astrid era todo lo contrario: despreocupada, incapaz de establecer un vínculo afectivo con un hombre que dure más de dos meses y completamente indomable, lo único que le gustaba más que emborracharse era tener a alguien con quien irse cuando termine la noche. No la juzgo, yo era exactamente igual y por eso creo que somos tan buenas amigas. Astrid sabía que Colín estaba interesado en ella, él la había invitado a salir varias veces, pero siempre rechazó su oferta. No es que no se sintiera atraída, él era apuesto, alto con aproximadamente un metro ochenta, tenía una gran mata de pelo negro cortado prolijamente y peinado hacia un costado y la camiseta del uniforme de su trabajo se ceñía en su cuerpo dejando notar sus músculos. Sí, él estaba increíblemente bueno, definitivamente alguien que Astrid se llevaría a la cama, pero no quería jugar con él y darle falsas esperanzas. Me pareció bien, me gustaba venir a Killer Burger y no quería dejar de hacerlo por tener que evitar a Colín luego de que ella le destrozara su corazón.
- De seguro se encuentra bien, debe estar durmiendo. Ya sabes cómo es Astrid, duerme como un tronco y más si estuvo de fiesta la noche anterior. - respondí tranquilamente.
- Claro, sabemos cómo es Astrid...- dijo, restándole importancia al asunto. - Bueno, esta noche es el cumpleaños de Bruce y celebrará a lo grande en la terraza de su edificio... pensé que tal vez quisieran asistir -. Era obvio que mi amiga iba a querer ir, pero después de la noche que tuve no me encontraba con muchas ganas.
- Lo pensaré, gracias por la invitación. - le sonreí mientras me metía el último bocado de hamburguesa a la boca.
- Será mejor que siga trabajando, ¡nos vemos esta noche! - agregó seguro de que allí nos veríamos, se levantó de la silla donde estaba y continúo con lo suyo.
En ese momento comenzó a sonar mi móvil, atendí sin darle un vistazo a la pantalla... pues sabía quién era.
- ¿¡DÓNDE MIERDA ESTUVISTE TODA LA NOCHE!?- los gritos de Astrid me aturdieron e hicieron que mi cabeza doliera el doble.
- Cálmate, yo desperté en casa, ¿y tú? - respondí lo más tranquila posible. No recordaba haberme ido con nadie la noche anterior y si bien estaba ebria, usualmente solía recordar si había tenido relaciones con algún desconocido y aparte nunca llevo a nadie a mi apartamento. Por esto, supuse que cuando Astrid encontró a alguien y se fue, yo tomé un taxi y volví a mi casa, donde caí inconsciente en el primer lugar que divisé.
- Pues...- divago, sin saber que responder.
- Lo supuse, Astrid. - dije aguantándome la risa. - En fin, Colín nos ha invitado esta noche a una fiesta...- ella no me dejó terminar, pues ya estaba aceptando la oferta. - ¿acaso no tienes nada de resaca? - interrogué, yo por el momento no tenía ganas de ir.
- Sabes que mi método anti-resaca funciona, no sé porque no haces lo mismo. - Ella había leído en alguna página de internet, que para evitar la resaca se debía tomar litros de agua horas antes de empezar a beber, no estaba segura si era verdad, pero a ella parecía funcionarle. Yo, en cambio, atribuía mi resaca interminable a los años.... antes, sin importar cuanto había bebido me levantaba sin ningún tipo de dolor y con energía. Ahora, a mis 25 años las resacas se hacen más largas y cada vez me cuesta más levantarme de la cama.
- Debo colgar, Astrid. Te espero esta noche así nos preparamos. - Corte el teléfono y lo volví a guardar en mi bolso. Me levanté de la mesa, dejando el dinero de la cuenta y la propina en la misma y salí del local.
En esta época del año en Oregón, las altas temperaturas rozaban lo inhumano. Hacía muchísimo calor y el camino a casa a pie -si bien eran unas pocas manzanas- fue horrible. A pesar del clima, me gustaba vivir aquí, era una ciudad grande y estaba alejada de mi hermano, el cuál desde el asesinato de nuestra madre no volvió a ser el mismo. Claro, cuando ves cómo asesinan a tu propia madre, uno queda jodido para todo el viaje. Una tarde del 2006, en el condado de Jackson, el hijo de puta de nuestro padre la ahorcó y luego el cobarde se suicidó. Archie tenía 16 y ese día había regresado temprano del instituto, justo para verlo cometer el atroz crimen. Después de eso, nuestros tíos se hicieron cargo de nosotros, pero con muy pocas ganas. Los dos años siguientes fueron horribles para Archie, no comía y ya casi no iba a clases. En el momento que cumplió los 18 años cayó en las drogas y se fue de la casa, a veces aparecía, buscaba dinero o le robaba algo de valor a la hermana de mi madre y volvía a desaparecer. Para cuando por fin logré abandonar esa casa y valerme por mí misma, trate de localizar Archie, intente ayudarlo muchas veces, pero siempre me terminaba engañando para que le dé dinero. Él no quería ayuda. Me cansé de la situación y no quería seguir dándole dinero para que comprara esa mierda, dejé atrás a mi antiguo pueblo, a mis tíos y –aunque me duela- a Archie. Seguí con mi vida aquí en Portland, donde pude empezar de cero lejos de todos.
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Hasta que te encontré
Romance¡Hola!, había subido mi historia pero después la borre porque no estaba segura si alguien la leía. Voy a volver a subirla porque me encanta escribir y si les gusta, me encantaría que me digan o si debería continuar escribiéndola. Muchas gracias ❣❣❤