—¡Sebek-kun! —gritaste a la distancia, llamando su atención y la del joven que estaba junto a él.
«Oh no...» pensó el nombrado, otra vez tu, ¿ibas a confesarte de nuevo? Ni te habías acercado y ya traía los pelos de punta.
—¡Buenos días, Sebek-kun, Lilia-senpai! —sonreíste— Te traje algo, ¿quieres ver?
—A-ah, ¡humana!... yo... —su rostro se tornó rojo.
Lilia, que estaba junto a su compañero observaba divertido la situación, ya entendía que estaba pasando.
Hacía dos semanas te le confesaste al de cabellos verde olivo, él no te dio una respuesta clara, así que desde entonces te mantuviste cerca, le diste regalos, cumplidos al azar, y mucha plática, pero aún no recibías una respuesta.
—Toma, son chocolates —sacaste una pequeña caja del bolsillo de tu uniforme, dándosela al chico frente a ti— No sabía qué tipo de dulces te gustaban así que pensé que esto estaría bien —tus mejillas traían un pequeño color rosado, que por suerte ni se acercaba a lo rojo que estaba el rostro de Sebek— ¡Oh! ¡Lilia-senpai, lo siento mucho! No he traído nada para usted... —te veías preocupada.
—No hay problema, ____-chan, entiendo que es un detalle para tu amado —soltó así como así, buscando avergonzarlos aún más.
—¡L-L-Lilia-senpai! —gritó el más alto, si no fuera un chico respetuoso lo golpearía sin dudarlo, pero eso sería algo que nunca veríamos salir de él.
—¡Funa! —se oyó fuertemente del otro lado del pasillo, Grimm estaba siendo perseguido por Ace y Deuce, los cuáles estaban bastante sucios.
—¿Qué hizo ahora?... Lo siento mucho Sebek-kun, tengo que ir a ver qué sucede —te pusiste de puntillas, para así alcanzar una de sus mejillas y dejar un beso en ella, luego de esto comenzaste a correr por dónde se habían ido tus amigos— ¡Hasta luego!
El Zigvolt estaba tan colorado que le faltaba echar humo por las orejas.
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