Someone

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Bajo un silencio sepulcral las dos personas, ángel y demonio, no se dedicaron siquiera una mirada. El primero con la vista perdida en la ventana, alerta a cualquier movimiento sospechoso; la segunda decidió salir por un momento de la habitación, en camino por algo de comer y beber en la cocina de la posada.

—¿Escuchaste? Las cosas han estado trágicas en el clan de ángeles del norte —comentó alguien en el fondo a su compañero de viaje—. Tal parece que acusaron de traición a uno de sus miembros.

Tragó con dificultad, e hizo lo mejor que pudo para tomar lo que fue a buscar. Antes de entrar en la habitación inhaló y puso su mejor cara dadas las circunstancias. Por supuesto su humor tampoco era muy bueno, pero al menos llevaba más tiempo siendo perseguida y ya había superado esa inquietud inicial. Al abrir la puerta crujió y pudo ver claramente cómo su compañero daba un brinco.

—Aren —llamó—, ven y come.

—No tengo hambre.

—Mañana debemos continuar y encontrar a Ruslan. No te puedes desmayar a medio camino.

Con un suspiro se apartó de la ventana y se sentó en la cama. A regañadientes aceptó el tazón de gachas de avena que la mujer le ofrecía y la taza de agua.

Ella se dedicó a tomar el lugar que el ángel había dejado, aunque de reojo vigilaba que él terminara la comida. Estaba preocupada por Aren, naturalmente estaba tenso por la situación, no le pediría que dejara de estarlo de un día para otro, pero tampoco podía permitir que se dejara morir.

El tiempo que pasó sin que mediaran palabra fue, probablemente, más largo de lo que ellos pudieron percibir, hasta que la chica decidió que lo mejor para el ángel sería descansar.

—No tengo sueño —renegó.

—Ya basta —detuvo de manera contundente—. Escúchame, estar así no te llevará a ningún lado más que la muerte. No puedo decirte que te deshumanices y aceptes lo que está ocurriendo, pero necesito que, si no puedes velar por tu propio bien, me permitas velar por ti ahora.

Aren la miró. Miró a Avon como si ya no tuviera fuerza en el alma para seguir y suplicara el final, pero ella era una fuerza implacable que no permitiría tal acto.

Avon caminó hacia él, sin atisbo de duda, y rebuscó en el bolso del ángel hasta hallar “la razón del mal”, un libro de artes prohibidas en el clan del cual provenía Aren. «Las artes prohibidas eran naturalmente poderosas, controlarían espíritus más peligrosos e inestables, pero eficaces».

Y en un mundo tan extraño como aquel, donde podían poseerte o maldecirte, ser poderoso era necesario.

Visto por ojos externos podría ser una insignificancia, pero no para los ángeles. Tomar como propias aquellas prácticas significaba traicionar todo: su orgullo, su tradición e incluso su familia. Se perdía todo lazo con su mundo. Una mera escoria.

—Esto de aquí no te lo llevaste por nada. Esto de aquí es lo que necesitamos para sobrevivir. Te llamarán traidor, así como a mí, pero no tuvimos opción. No te culpes por ello.

Tal vez para ese momento el desborde de sus lágrimas era inevitable, en los días previos parecía estar desconectado de la realidad. Sin dudarlo ni un segundo Avon fue con él, lo sostuvo entre sus brazos como si se fuera a desmoronar y ella, como el único soporte que tenía, impedía aquello. Bajo la tenue luz de una vela y la luna, que eran testigo de uno de los momentos más bajos del ángel.

Avon sabía que escapar del mundo conocido no era sencillo, mucho menos agradable, pero tuvo a alguien a su lado, alguien que seguía ahí y debía buscar; daría todo de sí con el objetivo de ser para Aren lo que Ruslan fue para ella.

Nota.

Mucho más corto que el anterior, pero sentía que el sentimiento de la canción calzaba más con un momento específico y no con una historia más larga (que sí, pero no tenía esas vibras en mí esta semana)

No es como si importara, solo estoy hablando por hablar.

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⏰ Última actualización: Jul 31, 2020 ⏰

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