31. Por la manada

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Soy el lobo dorado que nació en Luna llena.

Y me visto con pantalones cortos color blanco y levanto la cabeza. Soy fuerte, soy inigualable, cargo vida en mi vientre porque puedo hacerlo. Nadie puede someterme, mi voluntad está unida a mi alfa, nadie puede doblarla con su voz. Soy fuerte. No necesito repetírmelo, pero lo hago, porque lo creo y allí en el centro de todos los lobos es donde más lo veo. Me quedo de pie, en medio de una reunión que me había aterrado la primera vez que tuve que pisarla, me pongo de pie y alzo la voz primero, Gael era quien correspondía que iniciara la velada, pero él también había sido informado de que sería yo el primero en hablar y dirigirme a la multitud.

―Antes de empezar esta reunión quiero que me escuchen ―incluso como lobo mi voz suena alta, los murmullos empiezan a resonar pero los ignoro y me dirijo hacia Océano, es fácil encontrar a Zhirayr frente a los suyos, un lobo café, de pelaje oscuro y de ojos azules e iracundos. Lo veo, encogerse, una parte de mi siente satisfacción de ver aquel gesto, de notar que por un segundo pierde la compostura y siente miedo, al menos por un momento lo muestra antes de fingir que no le importa―. Hoy reclamaré mi derecho a que mis aullidos sean los más altos de la manada, reclamo mi derecho a someter a mi juicio a Zhirayr y a cualquier lobo que haya cometido una falta ―la multitud se sorprende, las palabras aumentan en cantidad y volumen, pero no me detengo, el bullicio de las manadas no puede acallarme, soy la tormenta que azota al herido, soy una fuerza inigualable―. Lo enjuiciaré ahora porque él no debe introducir a su clan. No es digno de pararse frente a nosotros y no voy a permitirlo.

―¡No tienes derecho! ―alcé la cabeza, como lobo puede que no fuera más grande que él, pero en este momento me siento inmenso y me dan igual sus reclamos.

―Soy el lobo que nació bajo la Luna llena, llevo en la piel la marca del primer lobo. En mi sangre laten la tierra y el aire, porque desciendo de Bosque y Montaña. Mi destino fue ligado a Desierto y en mis vientre llevo la sangre de Océano ―puedo ver el terror en su mirada. La multitud se calla, el bosque y el viento me escuchan, el mar azota, la sangre hierve―. Tengo el derecho otorgado por nuestras leyendas más antiguas. Y por ese legado van a escucharme.

―¡Es mentira! ¡Nadie ha escuchado de eso! ¡No tienes derecho! ―era irónico que fuera él precisamente quien se atrevía a acusarme de mentiroso, la multitud comenzó a protestar, todos los lobos detrás de Zhirayr gruñían molestos y soltaban palabras de enojo ante mi «atrevimiento», me llamaban falso, charlatán y otras palabras menos pronunciables.

―Tenemos pruebas ―Len estaba de pie tras de mí, junto a Ignis, junto a Mars, junto a Adhara, junto a Jun, mis padres, mis hermanos, la líder de mi manada. Habían caminado a ponerse a mis espaldas. Ella sacó el documento guardado en una especie de plástico especial pero Zhirayr se negó a mirarlo mientras otros líderes se acercaban intrigados y tal vez asustados también porque hablo con una entereza desconocida y porque los lobos creemos en la magia.

Entonces lo siento, ardiendo en mi garganta, la fuerza de la tierra llega desde mis patas que la tocan, el aire inundando mis pulmones, el calor de un corazón que palpita y la fuerza de un mar inamovible desde mis entrañas. Vibra en todo mi cuerpo y se deposita en mis cuerdas vocales, afila mi lengua y da un poder absoluto a mis palabras.

Silencio.

Su voz siempre será escuchada.

El lugar completo se llenó de rostros sorprendidos, de lobos que se llevaban las garras a la garganta, que abrían y cerraban sus fauces pero no salía nada. Me siento poderoso, porque lo soy. Lo entiendo ahora, no necesito que me crean, la fuerza de mi voz puede mover montañas, veo lobos acercarse corriendo, intentando atacarme para detener lo que sea que les ata ahora las lenguas, mi manada se mueve para pararlos pero no lo necesito.

En mi oasis siempre hay Luna llena (Spin-off. Fauces II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora