Miró su obra incompleta con disgusto por unos segundos. No sabría decir qué estaba mal, ni siquiera estaba seguro de haberse equivocado en algo, pero estaba muy lejos de lo que quería pintar y no parecía haber una manera de corregirlo.Frustrado, rompió el lienzo y arrojó los restos al suelo.
Llevaba meses desperdiciando material y tiempo sin conseguir una sola obra con la que se sintiera satisfecho y empezaba a cuestionarse si valía la pena seguir intentándolo.
Había hecho todo lo que se le había ocurrido para reconciliarse con las musas y había trabajado como loco para mejorar su técnica, pero no había obtenido resultados.
Decidió tomar un descanso para tratar de ver el paisaje que había ido a pintar con otros ojos.
“Hermoso” era un adjetivo demasiado banal para describir el bosque que lo rodeaba.
Definitivamente su apariencia era bella, pero había algo más, ese lugar estaba vivo, tenía una personalidad increíblemente seductora e imponente, pero, aunque podía apreciarla con absoluta claridad en sus cinco sentidos, no era capaz de plasmarla en el lienzo como lo harían los maestros del oficio a los que tanto admiraba, por lo que cualquier cosa que él pintara sería una parodia ofensiva.
Su sueño era dejar dejar su trabajo como comerciante para poder dedicarse profesionalmente a lo que le apasionaba, pero ¿Cómo podía si quiera considerarlo con habilidades tan mediocres?
Resignado, decidió disfrutar de la belleza a su alrededor por un rato más antes de guardar sus cosas para volver a casa.
Entonces escuchó el crujido de las hojas secas al ser pisadas por alguien y se giró para ver quién más había decidido salir a apreciar la vista.
¿Qué era? ¿Era una mujer? Bueno, al menos la mayor parte de su apariencia era la de una joven increíblemente bella, pero había un detalle.
Era una joven delgada de piel pálida e impecable como la nieve, con cabello muy rubio que caía enmarañado hasta su cadera, ojos de un azul clarísimo y facciones tan finas que incluso cubierta de suciedad se veía demasiado hermosa para ser humana, debía ser la escultura de una deidad o una muñeca, pero lo que realmente le hacía dudar que tenía a una mujer de carne y hueso frente a él era que en su espalda tenía un par de alas traslúcidas que brillaban reflejando colores diferentes cuando la luz del sol las tocaba.
Estaba completamente embelesado. Le costaba creer que esa criatura fuera real y al mismo tiempo dudaba que su imaginación fuera capaz de crear algo de una belleza semejante.
Esos ojos color celeste le dirigieron una mirada aterrada cuando, sin siquiera pensarlo, dio un paso hacia ella, pero antes de que pudiera correr o alejarse, la vio desplomarse al piso.
Una vez más por instinto más que por decisión, corrió hacia ella para intentar auxiliarla.
Entonces se dio cuenta de que tenía heridas en todas las partes de su cuerpo que su vestido desgastado dejaba visibles.
La idea de abandonarla ahí en ese estado era inconcebible, así que terminó llevándola a su casa para atenderla.
Cuando aquella muñeca rota abrió los ojos estaba en una cama blanda, en una casa cálida y ya no se sentía tan adolorida.
Se sintió confundida y asustada, así que su primer instinto fue levantarse para salir corriendo, pero una voz femenina la detuvo.
— Yo no me movería tanto si fuera tú, tienes al menos dos costillas rotas.
ESTÁS LEYENDO
Anthems
RomanceLa música siempre ha estado conectada con las letras. Hay canciones que a pesar de su breve duración ocultan historias realmente conmovedoras. Mi cometido con esta antología de cuentos cortos era tratar de interpretar la melodía y los versos para en...