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Juguetona, cual joven de a penas unos pocos siglos, estaba intentando molestar a un pequeño conejito con uno de sus polvos de hadas. Concentrada en su travesura, la castaña no se percató de que estaba siendo observada por alguien que no demoraría en desaprobar aquella mala actitud. Pero en ese momento, a la pequeña poco le importaba el consecuente regaño que recibiría, estaba demasiado atenta a que aquel pobre animalito caiga en la trampa que le había preparado, y así como lo planeó: sucedió. El suave, blanco y esponjoso ser fue a parar justo en aquella hoja cubierta de aquel brillante polvo mágico, que ni bien tocó con sus patitas comenzó a volar por los aires a causa del mismo. La joven castaña estalló en risas, disfrutando con suma alegría ver como aquella travesura le había salido a la perfección; risa, la cual, se esfumó por completo cuando la persona que la estaba observando apareció frente a sus ojos.

—Te he dicho que no debes jugar con la magia, Yerim —la regañó, tomando al asustado conejo y limpiando el polvo de hada que lo había cubierto—. Menos con el polvo de hadas, no es un elemento que nos pertenezca. Además, nosotros debemos...

—Debemos cuidar y proteger a los animales y a la naturaleza —completó la frase en tono burlón y estirándose después de haber pasado un buen rato recostada en el suelo esperando por su víctima, la cual había sido ya liberada por la recién llegada—. ¿Nunca te cansas del mismo discurso? ¿Qué es lo que sigue? ¿Los humanos son malos y hay que alejarnos de ellos?

—Yerim...

—¡Aburrido! ¡Quiero una hermana mayor mas interesante!

La chica comenzó a reír, sentándose junto a su hermana menor y apoyando la cabeza sobre su pequeño hombro.

—Es nuestro hogar, Yerim. Debemos protegerlo, no usar el mismo como si fuese un juguete. Así como usaste a ese conejo...

—Los conejos son feos y tu eres una aburrida, ¡¿Podrías haberme dado una hermana mayor mas divertida Madre Naturaleza?!

La pelirroja estalló a carcajadas, empujando un poco a la pequeña y viendo como la misma empezaba a reír con ella.

—Te quiero aunque seas aburrida, Seulgi.

—Yo ya no te quiero más. Te voy a dar en adopción con los duendes.

—¡Oye!

Otra vez, ambas hermanas estallaron en risas, comenzando a hacerse cosquillas sobre el verde y suave pastizal. Aquella guerra de cosquillas terminó con la menor de las dos durmiendo sobre el regazo de la mayor, quién no demoró mucho en caer dormida también sobre el árbol donde se encontraba apoyada.

No era mentira lo que Seulgi le había dicho a su hermana menor antes de caer dormida: Su deber como elfos era proteger la naturaleza, y eso no solo incluía a las plantas, si no también a los animales. Pero la pelirroja sabía que su hermana era demasiado traviesa para entender aquello todavía, y que no lo hacía con maldad alguna. Yerim era así, juguetona y risueña, pero con un corazón enorme que deseaba proteger cueste lo que le cueste.

Había algo que a cualquier elfo le atemorizaba y eso eran los seres humanos. Mas bien, todo elfo menos Yerim, le temía a los seres humanos. Era por eso que Seulgi deseaba tanto cuidar a su hermanita de aquellos seres malignos y destructores, capaces de traer cualquier peste a su preciada Madre Naturaleza. Pero la castaña no lo veía así: mientras los elfos veían a los seres humanos como seres crueles, dañinos, fríos y torpes, Yerim los veía como incomprendidos, incapaces de manejar sus sentimientos, inteligentes y audaces. Incluso muchas veces solía espiarlos en las noches para ver su comportamiento. Y, para obviamente, demostrarle al resto de elfos que estaban confundidos respecto a los seres humanos.

「 Magnolias. ፧ WenSeul/SeulDy 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora