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Luego de un día monótono en el convento, las monjas se dirigen hacia los cuartos para descansar.

Irene tenía su propio cuarto, era pequeño y se ubicaba en el ático del convento. Era como una habitación privada en la que siempre vivió y era solo para ella. Mientras que las otras hermanas dormían en un cuarto normal del convento.
Ahora ella debía compartir el cuarto con Seulgi, porque las demás hermanas dormían juntas y eso era lo justo a los ojos de Madre, pero no a los de Irene.

Irene estaba cambiándose el hábito por el pijama, cuando en ese momento entra Seulgi sin ningún tipo de aviso.

Irene con clara molestia en su voz le dice:

—¿Acaso no te enseñaron a tocar antes de entrar? Este es mi cuarto y estaba cambiándome. —Le reclama.

—Discúlpame hermana, no sabía que estabas cambiandote. —Responde Seulgi.
—Tendré más cuidado la próxima vez.

—Veo que tienes mucho que aprender. No te preocupes, yo te enseñaré como debes de ser. —Le responde con un tono molesto.

Al cabo de un rato, las jóvenes se acuestan en la pequeña cama de una plaza debido a que en la habitación no había otra cama por la repentina llegada de la nueva.

Al pasar las horas, en la madrugada, Irene escucha el claro sollozar de una persona y se percata que al lado suyo Seulgi lloraba. Impactada por lo que acaba de ver, toca el hombro de la chica y le pregunta si se encontraba bien.

Seulgi se da media vuelta, con la cara roja y los ojos llorosos e hinchados por el llanto.

—Estoy bien hermana, no te preocupes. —Responde mientras se restriega las palmas de las manos en los ojos quitando así las lágrimas.

—No estás bien, dime que te sucede, puedo ayudarte. —Dice la mayor, en un intento de calmar a Seulgi

—Es que... a mi me abandonaron en el orfanato hace medio año y sigo pensando en mis padres. Ellos sin decirme nada me dejaron ahí y se fueron.

—¿¡Que tus padres qué!? —soltó impactada. —Eres solo una adolescente, ¿como podrían abandonarte a esta edad?

—Es cruel que tus propios padres te abandonen a los 17 años porque eras una carga para ellos.
—El día anterior al día en que lo hicieron, era mi cumpleaños y me habían dicho que en la mañana iríamos a tantos lugares para celebrarlo y eso hicimos. Ellos nunca habían hecho algo así por mí, pero ahora entiendo el porqué. Lo hicieron para sentirse bien con ellos mismos por lo que harían al día siguiente. Pero, conocí a Madre Sanma mientras estaba en el orfanato y ella me cuidó, me inculcó algunas enseñanzas y me prometió que cuando pudiera me traería con ella para poder convertirme en monja, y luego de 1 año, pudo traerme. No podía adoptarme cuando era menor, pero ahora que ya no lo soy, fue capaz de traerme aquí, estoy muy feliz. —suelta una pequeña sonrisa en medio de lágrimas.

Irene se queda sin palabras al escuchar cada palabra de lo que fue la vida de la recién llegada. Al mismo tiempo, se reclamaba a sí misma por haber sido tan dura con ella y no ser más amable.

— No me imaginaba tu vida así. A mi también me abandonaron cuando era pequeña pero ni siquiera lo recuerdo. Debe ser duro que lo hagan luego de estar mucho tiempo contigo.

—Sí, me dolió y sufrí mucho. Pero ellos no me querían y ahora tengo esta gran oportunidad que me dio la vida y Dios. Así que la aprovecharé. —Responde con ánimos.

—Está bien. Ahora duérmete que mañana tenemos que despertarnos temprano. —Le dice a Seulgi mientras apoya su mano derecha en la cabeza de la joven a modo de consuelo.

Sin aviso alguno, Seulgi se apresura y abraza a Irene, reposando su cabeza en su pecho y tomando sus caderas con fuerza.

—Muchas gracias, hermana Irene. —Dice sollozando.

Al parecer, ese pequeño acto de Irene había llegado al dolido corazón de Seulgi.

Irene levanta la cabeza de Seulgi y la mira.

—Una chica educada no debería llorar en frente de otros. —le responde.

Seulgi se avienta a los cercanos labios de Irene y la besa para rápidamente apartarse.

-Yo.. Hermana Irene... lo siento, fue un impulso. —La cara de la menor se vuelve extremadamente roja.

"Lujuria" - Seulrene +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora