Único Capítulo

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La inspiración recorría cada esquina de su ser, su intensa mente haciendo de las suyas en mil escenarios que posiblemente nunca se harían realidad. Murmuros incontrobles intentando encontrar las palabras perfectas para su «Obra maestra» salían de la boca de aquel de una estatura digna de la Torre Eiffel.
  

Teniendo varias penetrantes miradas sobre si, era algo que lo llenaba de estrés y presión pero aún así necesitaba de las opiniones de otros.  Todos los presentes estaban amontonados en una esquina, cohibidos en la escritura, prestando suma atención a cada palabra escrita.

«—¡Lo haz hecho muy bien, muñeca!—Tú bajaste la cabeza con un lindo sonrojo rosa decorando cada pizca de tus suaves mejillas. Que uno de los hombres más orgullosos y duros de la ciudad te felicitara te hacía sentir en el paraíso, y mucho más si estamos hablando del prestigioso Jack Conway

«—¡Otro éxito para T/N!—Exclamaste de una manera orgullosa, palmeando fuertemente tu pecho sin hacerte daño, como si fueras un golira.»

—¡Buah, ya quisiera que el Súper me dijera algo así!—Esto fue dicho por un alumno, saliendo con un chillido de entusiasmo al imaginarlo.

—¡SHHHH!—Fue rápidamente callado por el comisario bombón, si Conway llegaba a ver lo que estaban haciendo en vez de estar trabajando; estarían más muertos que un pavo en el día de "Acción de Gracias". 

Y como si de alguna película de terror de mala calidad se tratara, unos pesados pasos se aproximaban a la sala. El pánico se instaló en cada uno del Cuerpo Nacional de Payasos. El ruso en un momento crítico como este, sintió como sus manos se volvían de mantequilla, haciendo que en un movimiento de espanto reflejado; su celular terminó cayendo estruendosamente en el suelo como si se tratara de un Nokia.

En ese mismo momento, la puerta se abrió en cámara lenta, para finalmente ver al pelinegro de traje.

«¡ESTO NO ES UN SIMULACRO, ESTO NO ES UN SIMULACRO, ENTREN EN PÁNICO COLECTIVO!»

Todos quedaron petrificados como si fueran pan de la semana pasada. Incluso hasta a uno beso el piso de la impresión que se llevó, los policías tragaron duro, estaban cagadísimos.

Conway tomó aquel celular con una tranquilidad turtuosa para los presentes, para después hablar con una voz ronca y llena de aparente burla.—¡No actúen tan emocionadas, muñequitas! Se les va a caer la puta cara de tanto sonreír.

Y como si Dios se hubiera hartado de oír todas las plegarias y gritos internos, la señal de esperanza llegó.  El chillido de la puerta abriéndose de nuevo se hizo escuchar, dejando ver al Inspector Fred masticando un chicle como vaca.

Los presentes aprovecharon la distracción que Fred había creado en el Súper y se echaron a correr como si un Terminator los estuviera correteando, siendo uno de ellos llevado a rastras como saco de papas por haberse desmayado.

—¡hAKUNA MATATA SÚPER!—Se escucho el potente grito desesperado a lo lejos de uno de ellos, este estaba a punto de ir tras ellos para darles unos buenos porrazos, pero fue interrumpido por la voz de su Gustabo.

—¡EHHH, EHH, ABRAZOS NO BALAZOS! Tranquilito, shhh.—Dijo pasando su dedo por toda la cara del menor. Rodó los ojos mientras fruncio el ceño, tenían mucha suerte que hoy tenía los cojones católicos y no estaba de un mal humor, lo cual ya de por sí era difícil. Pero a todo esto se le hacía muy extraño ¿Gustabo no echando mierda como siempre?
Prefirió ignorar eso por hoy, no tenía cabeza como para mortificarse por el Inspector.

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