Pequeñas cosas

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Notas: ¡Feliz cumpleaños querido Furuya! *insértese aura rosada*, traigo una viñeta en su honor. El título de Little things (pequeñas cosas, en español) es por la canción de One Direction. Aproveché la temática que inicie con el cumpleaños de Sawamura, en donde, la recopilación de sus fanfics lleva el nombre de una de las canciones de Harry Styles.

Advertencias: Semi-AU, fanfic omegaverse [Alfa!Furuya, Omega!Sawamura], posible OOC, mención leve de mpreg, mucha homosexualidad, fluff, fluff y más fluff, Furuya y Sawamura ya tienen un cachorrito uvu.

Pequeñas cosas

{Tu mano se ajusta a la mía
como si estuviera hecha para .

Extracto de Little things}

Sawamura a veces se sorprendía de encontrarse a sí mismo meditando sobre lo irónico que resultaba estar unido de por vida al hombre, antes muchacho, que fue su rival durante sus años de preparatoria. Furuya Satoru y todo lo que significaba ese nombre no significo nada romántico para él hasta años después. El de cabellos oscuros, azulinos, nunca fue su hombre soñado, pero no importaba. Las sorpresas del destino podían ser una delicia.

Furuya era una persona dulce cuando se lo proponía. La forma en la que sus ojos se arrugaban y las esquinas de su boca se elevaban en un capricho de sonrisa era un espectáculo encantador. La primera vez que Sawamura vio aquel gesto en la cara de Satoru fue cuando le dijo que lo superaría, que esperara por ello; la segunda vez fue cuando acepto salir con él a pesar de que estaba demasiado confundido y avergonzado, nunca había contemplado a Furuya como un alfa y su hueca cabeza tuvo problemas para aceptar que estaba siendo visto como algo más que un adversario, como un omega. Después siguieron muchas veces más en las que admiro lo guapo que lucía Satoru con sus delicados gestos de alegría.

Lo único que los años le enseñaron fue lo complejo que era el carácter de Furuya. Él era tan terco, tan orgulloso, tan deseoso de mostrar lo que valía y tan comprometido al grado de olvidarse de sí mismo y de los otros. Satoru pensaba las cosas a su manera, erraba tanto, tanto, tanto, que otros llegaban a despreciarlo. Eijun sabía que, a diferencia de él, Furuya necesitaba más apoyo. Había sido un niño solitario que nunca comprendió lo que significaba el compañerismo hasta que llegó a Seidou, tampoco ayudaba que fuera poco expresivo y que la mayor parte del tiempo casi nadie comprendiera lo que estaba pasando por la cabeza del aclamado pitcher genio.

Era una persona tan difícil de ignorar. La gente lo odiaba o lo amaba.

Sawamura nunca supo si eso era una cosa buena.

Sus compañeros de equipo a menudo los comparaban, sorprendidos por lo diferentes que eran: uno callado, el otro escandaloso; uno flojo, el otro enérgico; uno de piel pálida y el otro bronceado. Sawamura hallaba divertido que nadie se detuviera a analizar sus semejanzas: ambos eran torpes para buscar respuestas y encontrar resoluciones, un par de densos que adoraban el beisbol con intensidad, no les gustaba rendirse; el equipo, la gloria para todos, era una de sus prioridades, entrenar hasta el cansancio les llenaba el corazón y amaban con locura.

Sonrió con verdadera alegría. Desde que conoció a Furuya, su corazón nunca tuvo tiempo de descansar debido a las constantes emociones que manaban desde su interior por culpa de su rival. El odio, el coraje, la envidia, la aceptación, el compañerismo, el cariño de amigos y finalmente el crudo, lacerante y vehemente amor lo acompañaron. Días, semanas y meses fue consciente de la presencia de Furuya.

A estas alturas, no tendría que ser una sorpresa que sus vidas se enlazaran con tanta fuerza.

Sawamura llevó una de sus manos hasta su cuello donde descansaba la mordida de Furuya. Nunca se arrepintió de haber dejado que Satoru los fundiera en una relación sin fin.

Salió de su ensoñación cuando vio a Furuya entrar a la habitación junto a su pequeño hijo. El niño tenía puesto un gorro con orejas de oso y usaba una camisa que decía Bebé oso. Satoru tenía una prenda de vestir similar, sólo que la suya tenía el estampado de Papá oso.

Eijun se carcajeó ante la imagen. En definitiva, necesitaba una foto de los dos amores de su vida usando ese par de camisetas. Recordó lo emocionado que estaba Furuya cuando se enteró de que tendrían un bebé. Por supuesto que no se puso a saltar o gritar, simplemente se quedo ahí, parado, desbordando un aura de pura felicidad y mostrando un sonrojo, con los ojos cerrados, imaginando quien sabe qué cosas. Después de ello compró un montón de ropa que tenía osos impresos en ella.

Incluso el cuarto del niño tenía patrones de osos polares.

Bueno, Sawamura podía vivir con dos personas que amaran los osos.

Se acercó hasta su pareja y tomó una de las manos de Furuya para enlazarla con la suya. Sus manos calzaban a la perfección.

Los ojos de Satoru mostraron confusión. Eijun sólo rio.

Adoraba a Furuya de principio a fin.

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