Marco

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Anikka inició una carrera sin descanso e ignorando tanto a los soldados y sus amigos que la llamaban como a los titanes, los cuales apartaba de su camino de un manotazo. No se detuvo hasta llegar al dichoso lugar. Ese estúpido edificio en el que Reiner, Bertholdt y Annie (que en realidad se acercó a ayudar a quién pedía ayuda) dejaron morir a Marco.

Si no lo encontraba con vida los iba a machacar. Como Marco no respirara cuando lo encontrase, Anikka iba a acabar con Reiner y Bertholdt aunque fuera lo último que hiciera. Eso y quizás caer en depresión con Jean. 

Anikka seguía corriendo y esquivando titanes. Miraba por todas las esquinas y no daba con él. Había bastantes menos cuerpos por las calles que cuando leyó el manga y vio el anime pero, aunque esta fuese una noticia, dentro de lo que cabe, reconfortante, ella no estaba tranquila. Todo lo contrario.

Corría y buscaba, buscaba y corría. Y, aún después de varios minutos así, no encontraba nada.

Se topó con un par de cadáveres que se asimilaban a Marco pero, por "suerte", ninguno era él.

Entonces, Anikka recordó una cosa. A marco lo encontraron en el suelo, pero cuando fue atacado estaba en un tejado. Tiene que ser eso. 

Sin importar el notorio cansancio e ignorando a los soldados que la seguían, dio media vuelta y corrió buscando por los tejados. 

–¡Marco! —no pudo evitar llamarlo. Fue la primera vez que la voz le salió completamente bien. 

Llegó al tejado y vio el cuerpo de un soldado tumbado boca arriba. Le faltaba un brazo y, por la forma de la herida, aunque estuviera cubierta con una camiseta para que se minimizara la pérdida de sangre, se podía adivinar que un titán se lo había arrancado. 

Anikka se detuvo de golpe. El soldado se desangraba y ella no estaba segura ni si de tan siquiera seguía vivo. Pero tenía que asegurarse antes de perder la poca esperanza y razón que le quedaba. Se acercó y, con cuidado movió la cabeza del soldado. Este, con visible agotamiento y preocupación, pudo murmurar un poco audible "ayuda" . 

Evidentemente, Anikka iba a dársela. Mucho más sabiendo que su amigo pecoso estaba vivo.  

La rojiza y agotada titánide acercó sus manos al cuerpo del muchacho y lo agarró con cuidado. Al principio, Marco se asustó, pero necesitaba ayuda y estaba agotado. 

Anikka lo aseguró con cuidado y echó a correr hacia el muro Rose. En pocos minutos había llegado, atrayendo la atención de todo el mundo y de los titanes, pero no podía detenerse ahora. El comandante Pixis y todo el mundo estaba pendiente de lo que hacía, pero nadie parecía entender lo que quería decirles. 

Marco seguía sangrando y había perdido la consciencia. Seguía vivo pero, como no actuaran rápido, quizás no por mucho tiempo más. Momentos después, Anikka terminó por desesperarse y saltó al muro. 

Se agarró fuerte y se enganchó con una mano. Todos los soldados se asustaron. 

¡Está loca! ¡Va a atacarnos! ¡Es cómplice del acorazado!  y otras muchas cosas gritaban los soldados. Pixis también se alarmó pero no perdió el control en ningún momento. Ni siquiera cuando Anikka aterrizó su brazo en el camino de lo alto del muro y asomó la cabeza. Se alejó un poco pero nada más. 

–A-yu-da...

Pixis y todos los demás la miraron sorprendidos. Anikka abrió su mano y dejó ver a Marco. 

–Se mue-re —dijo. Casi parecía que estaba llorando—. Ayu-da... 

Un par de soldados se acercaron rápidamente y se llevaron al muchacho. Anikka pudo calmarse un poco. Tanta adrenalina de golpe hizo que su agotamiento ahora se sintiera el doble de fuerte. 

–Gracias... —pudo murmurar, antes de soltarse del muro y caer al suelo sin más fuerzas.  

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