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Si tiempo es lo que tengo
Haruichi fue una persona nerviosa durante mucho tiempo, armarse de valor y controlar sus emociones fue un camino más que largo. Maldición, darse cuenta de que admirar y doblegarse eran dos cosas diferentes le costó tanto que incluso, en algún punto, dudó de sí mismo. ¿Pero "eso"? ¿Qué hacer con el inconveniente afecto que seguía desarrollándose y se agolpaba contra su caja torácica de forma dolorosa? No tenía ni idea de cómo proceder. Hasta ese momento de su vida, todo tuvo una solución. Sabía que lo que se retorcía en su interior se trataba del amor primitivo. No tenía la pasión del amor moderno. Era algo más amorfo y crudo, como la flor que todavía no ha florecido o el animal que no ha nacido.
Lo peor de todo es que era consciente de que no era correspondido.
Haruichi no necesitaba echar más de una mirada a Kuramochi, de verdad que no, para darse cuenta de que su hermano siempre sería el número uno para Yōichi. Incluso ausente, su hermano lo seguía superando. Era un poco divertido y un poco triste. Lo más irónico es que Kuramochi ni siquiera se daba cuenta de la situación.
