UNA HISTORIA PARA CONTAR

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Haz escuchado hablar sobre viajeros que se han perdido a altas horas de la noche por los cerros. Y en medio del camino encuentran una cabaña. Dentro de la cabaña viven dos jóvenes mujeres; que atentamente te invitan a que te quedes a pasar la noche hasta que amanezca. La tentación es tan grande, que muchos viajeros se han quedado a pasar la noche ahí; pero a la mañana siguiente nunca vuelven a aparecer

Mi abuelo afirma una y otra vez; que esto no es sólo un rumor; sino la completa verdad. Nos cuenta que el por poco fue uno de esos desafortunados viajeros.

Nos cuenta que le pasó cuando era joven, como a los 28 años. Él era un comerciante de arroz y azúcar; tenía su puesto en Guachapala*; por lo que bajaba de uno de los cerros en la madrugada y subía antes del atardecer.
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Mi señora era muy supersticiosa. Siempre me advertía que debo regresar antes de que se ponga el sol. En esos días habían muchos longos desaparecidos. Todos se habían perdido en el cerro; y otros aparecieron muertos con mordeduras. Se veía que los pobres fueron víctimas de los animales; pero mi señora insistía que no era así.

Para no llevarle la contraria, sólo calle y deje que me llenara una bolsita de cuero con cenizas de madera y lana de oveja. Según ella, eso alejaba las malas vibras. Ese día fue como cualquier otro día, baje del cerro con la mercadería y me aliste en mi puesto en el mercado; pero a casi hora de alzarse; un vejestorio llegó, comprando la mercadería restante; me dijo que le ayude a subir a su carro.

En todo el trajín se me hizo tarde para regresar; ya estaba el sol alzándose. Recogí todo y subí hacia el cerro para no preocupar a mi señora. Con la noche entrando; estaba oscuro pero todos esos años de estar bajando y subiendo habían sido de provecho; no necesitaba luz para guiarme en el camino.

Todo hubiera estado bien; si no fuera por esa mula entorpecida. De la nada, se quedó quieta; trataba de arriarla para que camine; y de la nada relincho y corrió para la quebrada. No podía dejarla ir; aunque que ganas tenía de botar a esa vieja mula; por mis sacos y las ganancias del día me resigne a seguirla.

En la quebrada del río, se encontraba parada relinchando; me acerqué y pude ver al final de la corriente, una extravagante choza; yo ya me dije que era cosa mala; no me iba a meter en camisa de 11 varas*, me di la vuelta para jalar a la mula e irme

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En la quebrada del río, se encontraba parada relinchando; me acerqué y pude ver al final de la corriente, una extravagante choza; yo ya me dije que era cosa mala; no me iba a meter en camisa de 11 varas*, me di la vuelta para jalar a la mula e irme.

Pero no me di cuenta que mientras me distraje, esa mula mal agradecida había salido corriendo hacia el pastizal de esa choza. Era demasiado tarde, ese animal hizo tanta bulla; que las puertas se abrieron y dos jóvenes damas salieron.

Se acercaron mientras sonreían y la más joven habló mientras agarraba mi mano.

-Joven paisano, ¿Está usted extraviado?

-No señorita, en realidad voy de ida y vuelta a casa, no se preocupe-

-Que pena, hay un muy buen escenario y comida para compartir; no creo que el buen señor nos deje con las manos estiradas- dijo la segunda de ellas. Estaba acorralado; no podía irme o quedarme. Así que le aposté a unos minutos más de vida.

Entré seguido de ellas. A lo que entré, habían tres jóvenes ahí, bebiendo y riendo. No serán estos mis camaradas con el mimo destino que uno. Me senté a la derecha, a lado de un longo con sombrero. No entendía por qué estaban tan frescos. De seguro estos son los jóvenes viajeros imprudentes.

A cada rato venía uno tras otro plato, la música cálida que tentaba a beber. Habría caído sino fuera por los ojos atentos de esas damas, se veía a leguas que nos querían emborrachar. Las jóvenes damas no dejaban a ninguno pasar; un trago tras otro trago. Cuando me di cuenta ya todos estaban caídos por la bebida.

Mi destino iba a hacer el mismo; por suerte soy un pésimo bebedor; por lo que, todo bote y caí seco dormido. Un fuerte ruido me levantó; estaba encerrado en un cuarto. Me levanté silenciosamente, mientras me asomada a la barandilla de la puerta.

Asome mi ojo en una abertura de la puerta. Estaba en shock; toda esa choza estaba sucia y las jóvenes damas no eran más que viejas verdes*.

Lo que me dejó en shock, fue ver a dos jóvenes ser cortados y colgados como carnero. Temblando salí corriendo; chocando con las puertas de madera; las viejas verdes al verlo se lanzaron como águilas a la presa. Pensé que era mi fin, pero las uñas de esas brujas se enredaron en la bolsa de cuero. Esparciendo las cenizas y la lana hacia sus manos.

Retrocedieron en un instante; como si le quemaran. Al ver su reacción; agarre todo el polvo del bolso y se los tire directo a los ojos. Era mi única oportunidad. Agarre a la mula vieja de afuera y salí corriendo al otro lado de la quebrada; mientras esas damas gritaban que regrese.

Por fin al otro lado pude relajarme y maldecir mi mala racha de hoy; reflexionando las palabras de mi señora, realmente no hablaba piedras.

En el camino un vejestorio venía al lado contrario. Era el mismo de ayer de anoche; mientras se reía decía:

-Que suerte, joven paisano, ¿se divirtió con esas comadrejas embusteras?-

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-Que suerte, joven paisano, ¿se divirtió con esas comadrejas embusteras?-

-¿Qué comadrejas? Eran unas jove... no, eran unas viejas verdes-

-jajaja... si no me cree; vea hacia atrás-

Al mirar atrás todo había desaparecido, solo quedaba una enorme piedra en la nada.

-Esos animales juegan con los viajeros y aunque todo es una ilusión; si no sale a la madrugada, desaparecerá junto con todo. Bueno amigo ha sido un gusto conocerlo-

Sin decir más, arrancó su carro y se fue; yo me apure a llegar a casa. Mi señora estaba angustiada por no llegar; le conté todo lo ocurrido y desde entonces nunca salgo sin mi bolso de cuero y a altas horas de la noche.

Glosario

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Glosario

Guachapala: Guachapala es un cantón de la provincia de Azuay, Ecuador.

Meterse en camisa de 11 varas: Cuando alguien dice lo de meterse en camisa de once varas significa que alguien se complica la vida enormemente aunque de forma innecesaria.

Viejos verdes: Designar a un hombre o mujer viejo con aficiones de joven

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