Capítulo 2: Bosi

1.5K 165 18
                                    

Ismael Guijarro no es un hombre que suela estar pendiente de un correo electrónico. Ni siquiera tiene un móvil con el que ponerse al día de lo que sea que ocurra en el mundo, aquellas cosas no son las que le interesan a ese hombre que se levanta por las mañanas sin saber en qué punto de la geografía africana va a encontrar una boda infantil en la que interferir. Es un hombre que vive al día, y el día es demasiado corto como para perder el tiempo frente a una pantalla.

Pero de vez en cuando se permite saber qué es de su gente, de su familia y sus amigos con los que no puede comunicarse de otra forma que no sea haciendo uso del viejo ordenador que preside la mesa de un despacho que suele estar vacío los días más movidos. Y en África todos los días son movidos por excelencia.

La vida y su forma de verla no le permiten arrebujarse entre aquellas cuatro paredes que parece que le asfixien cada vez más, por lo que procura no pasar más de media hora, el tiempo que necesita para entrar en su correo electrónico, dar señales de vida, confirmar que todo está igual de bien que siempre y volver a salir de allí. No son más de treinta los minutos que le deja Duma antes de aporrear la puerta para sacarlo de la comidad de un despacho para salvar infancias.

No es frecuente que en la bandeja de entrada se encuentren más de dos notificaciones, y quizás tres no sea un número que llame la atención a nadie, pero para Ismael aquello es un hecho más que reseñable que merece que invierta un par de minutos de su justo tiempo en averiguar qué es lo que ha hecho que el número varíe de la semana anterior.

Ismael Guijarro sonríe satisfecho al leer aquellas palabras que le dedica una tal Natalia a la que no conoce de absolutamente nada. Ismael es un hombre que no tiene más biografía que la que se ha construido día a día con los colores tierra de su zona de África. Su casa es Tanzania y su família es la gente que ha ido conociendo allí, gente que comparte su misma pasión por quienes le abrieron las puertas de su casa y quienes le hicieron recordar lo que era vivir. El resto, acerca del antes, no tiene ningún tipo de relevancia, pues Ismael Guijarro es un hombre que se hizo a sí mismo en cuanto puso un pie en el continente.

Mira fijamente el teléfono fijo y alza la mano para cogerlo, dudoso, sin tenerlas todas con él y sopesando la idea de llamar para trasladar el mensaje. Si a alguien había podido conocer como a la palma de su mano era a la persona que había aparecido por su mente al leer el correo electrónico que le ha añadido un punto distinto a la rutina de sus días. Y es precisamente lo mucho que la conoce lo que le hace decantarse por no realizar esa llamada.

La puerta suena como si se fuese a romper, está vieja y casi no se tiene en pie pero no es algo que se considere de primera necesidad ni le roba el sueño a nadie. Incluso podría prescindir de ella, le trae sin cuidado lo que le pueda ocurrir a un trozo de madera. Lo que a Ismael si le importa es el motivo de su rugir, los nudillos de Duma reclamando su atención para recordarle que lleva demasiado tiempo encerrado en aquel lugar en el que no supone de utilidad alguna.

Ismael se levanta, abre de un tirón la vieja puerta y se arriesga a llevársela con él. No le importa.

‒ Mucho rato haciendo nada‒ Duma lo recibe con una sonrisa, con la sonrisa de siempre en la que puede ver como realmente se alegra de verle.

‒ Tenía que avisar de que está todo bien‒ choca su mano y caminan por el pasillo camino al que sí es su lugar: la calle.

Duma es un hombre bondadoso y observador, hubiese sido un líder perfecto de su a aldea si no fuese porque había sido arrasada salvajemente. Un ataque en el que se llevaron a su hija entre todas las mujeres a las que él consideraba su familia, viéndose obligado a huir, desterrado de su hogar por no haber sido capaz de defender a los suyos. Desde entonces no perdía detalle de nada por lo que no le pasó desapercibido el brillo que Ismael traía en los ojos.

ShinyangaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora