Capítulo 3: Rutina

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La vuelta a la rutina, coincidiendo con el fin del verano suele ser una época complicada e incluso más trascendental que el nulo cambio que hay de las once de la noche de cualquier treinta y uno de diciembre a la primera hora del uno de enero. La llegada del otoño termina con una rutina implementada solo para los tres meses anteriores y deja a un lado todos los sueños e ilusiones de quien no puede permitirse seguir creyéndose el rey del mundo. El otoño es la vuelta a la realidad tras un mundo de fantasía.

El problema se encuentra cuando esa fantasía no ha sido tal y la desconexión propia del verano se ha convertido en un infierno particular. No renovar las pilas gastadas para empezar de nuevo implica, inevitablemente, empezar de nuevo la vida a medio gas.

Natalia necesitaba sentir esa vuelta a algo, pues vivir en la nada con el desconcierto de no saber qué hacer en un futuro cercano no era una opción para poder seguir mentalmente sana, o por lo menos, intentarlo. Por eso, pese a las reticencias de su familia, buscar un trabajo con el que distraerse fue la solución más sencilla que se le ocurrió.

Natalia pone cafés en una sucia barra de bar de un barrio en el que no había puesto un pie jamás. Sentirse funcional entre la gente obrera le hace sentir bien e incluso llega a olvidar que aquello no es lo que sueña para sí misma. No necesita el dinero, en absoluto, solo busca desprenderse de sus pensamientos durante las cuatro horas diarias que le dedica a la taberna familiar en la que le han hecho un hueco. Es su particular forma de desconectar de su realidad.

‒ Un café y dos tostadas para la mesa cuatro‒ su jefa pasa como una exhalación, sin que a Natalia le dé tiempo a verla salir de nuevo. 

Andrea es una cuarentona carismática y completamente entregada al negocio que heredó tras la merecida jubilación de su padre. Perfeccionista como ella sola y con una energía apabullante no deja a cliente sin su pedido durante demasiado tiempo. Andrea es una de esas personas que si pudiese reproducir el número de brazos que tiene su cuerpo, los multiplicaría hasta tener dos para cada cliente que pusiese un pie en su taberna.

Andrea desprende entrega por los poros y es aquello lo que hizo que Natalia decidiese quedarse cuando se le presentó la oportunidad. Natalia solo quería aprender a darse a los demás como Andrea lo hacía con sus clientes.

‒ Marchando‒ Natalia sonríe cuando la vuelve a tener al frente. Apenas han pasado dos segundos, pero la exigencia de su jefa le hace demandar el pedido en aquel momento.

‒ ¿Todavía no lo tienes?‒ en cualquier otro contexto, con aquella misma situación, hubiese sido un claro reproche. Pero Andrea no era así y aquello hacía respirar a Natalia tranquila.

‒ Tienes que parar y respirar un poco‒ se dio la vuelta y vertió el café caliente en la taza. 

‒ Eso debería aprender yo de ti‒ permitirse dejarse caer sobre la barra acodada para buscar comodidad no es algo común en aquel lugar, pero de vez en cuando se da el gusto de parar.

‒ Cuando me enseñes a entusiasmarme así por algo te doy clases de calma y respiración‒ ríe para ocultar la sinceridad con la que deja escapar ese comentario.

‒ Oh, no. Yo he visto como haces fotos de este sitio cuando cerramos. A ti te recorre el amor y la entrega por el cuerpo. Lo que pasa contigo es que no te dejas ser.

‒ No me dejan ser. Parece ser que no hay hueco para mí en ninguna parte. Ni siquiera tras esta barra voy a poder quedarme mucho tiempo.

‒ Este no es tu lugar, Natalia.

Recoge la bandeja que la chica acaba de cargar y vuelve a salir a toda velocidad para entregar el pedido a los clientes.

Natalia sabe que la conversación no ha terminado ahí, lo sabe y por eso no le sorprende que una vez echado el cierre Andrea camine hacia ella mirándola fijamente.

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⏰ Última actualización: Aug 26, 2020 ⏰

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