Aziza .

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Un nuevo día comenzó en el reino de Camlat. El sol radiante había iluminado el palacio en su más posible esplendor, el pueblo ya había madrugando y había comenzado a montar sus puestos de telas, panes, frutas y/o verduras, etcétera. Podíamos visualizar la sonrisa de la joven Hera implantada en su rostro desde que se había despertado pero parecía no preocuparle que la gente la viera tan contenta ni que estuviera tan distraída como para evitar varios saludos de la gente que la conocía. Algunos la miraban extrañados por su comportamiento y otros sospechaban que esa sonrisita tiene un motivo. Se quedarían con las ganas de saber porque Hera no tenía intención de revelar el porqué ni siquiera a su madre.
Por otro lado, tenía al joven príncipe que debía realizar el entrenamiento, era el único que podía guiar a los caballeros incluso desafiarlos pero necesitaría la ayuda de un joven para poder despertarse y no había nadie mejor que él.
-¡Buenos días! – Grita alegre Klaus mientras abría las cortinas que impedían la luz del sol ingresar por la habitación de John.
El príncipe adormecido abre sus ojos rápidamente asustado, tomó su espada y apuntó hacia Klaus pero al verlo con más claridad bajo el arma.
Resoplo con furia y un tanto irritado al verlo.
-¿ Que diablos haces? – Preguntó con fastidio. No sabía cómo tomar la irritante decisión del sirviente, no estaba acostumbrado a que lo despierten ni mucho menos de esa manera y sin previo aviso. John no había permitido que el joven ingresará a sus aposentos.
-¿Acaso no es obvio? – Klaus revolea sus ojos. Abre el armario y toma una camisa negra justo con un pantalón, botas, cinturón y la armadura del príncipe.
John lo observa caminar con total soltura por la habitación como si nada tomando su ropa y haciendo ruidos molestos con la hebilla de su cinturón y ni hablar de la luz tan encandila te que ingresaba. Entonces comprendió cual seria la tarea del joven en el palacio.
No le agrado mucho la idea.
- Ni en broma. – Murmura sin poder creerlo. Se toma la cabeza con ambas manos y maldice por lo bajo. -¡NO! – Grita apuntándolo con el dedo. Su rostro representaba una gran furia ya que su padre ni siquiera se lo mencionó antes.
Klaus sonríe divertido por la absurda manera de ser del príncipe. Sabía que era un niño mimado y que seguro muchas de las decisiones que tomaba el rey primero los oía John para darle algún punto de vista. Aunque a decir verdad, seguro muy pocas ideas escuchaba Athor y no importaba de quien vinieran.
- No tenemos opción. – Determina Klaus. El tampoco estaba contento con la tarea asignada que el Rey le había otorgado. No le gustaba la forma de ser del príncipe había comprobado el día anterior que era un soberbio, mal genio e irritante para su gusto pero no podía hacer nada al respecto. – Tampoco me agradas. – Determinó con burla en sus palabras.
Sabía que de algún modo ofendería al príncipe. Al parecer había encontrado un pasatiempo.
John elevó sus cejas sorprendido por las palabras de su actual sirviente pero sonrió con malicia. Lo haría pagar de alguna forma y comenzaba a disfrutarlo.
Luego de haberse cambiado y desayunado, se dirigieron ambos al campo de entrenamiento. Allí se encontraban 15 caballeros de la realeza listos para comenzar el entrenamiento del día, ellos esperaban al príncipe para que dictase como se realizaría.
Era la orden que Athor había implantado en su reino para que su hijo tuviese aún más poder y así ayudarlo a empezar a dirigir algunas cosas.
- Caballeros, - Miró a cada uno de ellos incluso a Klaus, quien estaba observándolos con muy poco interés mientras masticaba un trozo de manzana. Le tendió al príncipe la manzana para convidarle, que por cierto, ambos sabían que Klaus se estaba burlando.
Klaus venía de una familia muy humilde por los pueblos lejanos del palacio. En su sangre no estaba ese alma de guerra ni mucho menos andar cargando espadas, escudos y armaduras. Es por eso que veía a todo ellos allí parados esperando que una persona les diga como comenzar a pelear como signo de idiotez aunque entendía perfectamente que se necesitaba un ejército para poder salvar vidas en caso que hubiera un ataque.
– Haremos tiro al blanco hoy. – John miró a su Sirviente y sonrió.
Klaus estaba distraído pensando en su extraño sueño y lo tomó por sorpresa el arrebato del príncipe. Lo agarró de su ropa bruscamente y le colocó contra su pecho el escucho de madera que contenía  tres colores distintos y quien logrará tirar la data en el círculo rojo, ganaba.
Klaus sorprendido se negó pero el príncipe necio y cansado de ver cobardía en sus sirvientes lo agarró de los hombros y le colocó el casco en su cabeza en el caso que alguno de los caballeros se le desviara la puntería. Solo quería cobrarse lo que sucedió ayer por la noche en los pasillos. Hacerle daño no estaba en sus planes .
Por algún extraño motivo, john quería ayudar el jovencito a ser más valiente ya que había visto algo dentro de él difícil de explicar pero tuvo ese impulso además… quería diversión.
El pobre joven estaba parado un poco temeroso porque no le tenía confianza a ninguno. Era lógico, su vida estaba en riesgo allí con quince hombres listos para tirar sus dagas aunque algunos un tanto desconcertados con la decisión de príncipe pero ¿Quién iba a contrariar al futuro Rey?. Nadie, sólo existía una persona para ello y por desgracia estaba frente de ellos.
Klaus maldecía con cada carcajada del príncipe.
Mientras que para John tirar las dagas era signo de diversión, para él no lo era. No conocía a esos hombres y a decir verdad al loco príncipe (según él) menos.
¿Cómo confiaría su vida por un desconocido?.
La atención del príncipe se nubló cuando vio a Hera caminar por el campo de entrenamiento justo cuando él iba a lanzar la daga pero se detuvo en cuanto ella se entrometió. John la contempló por unos minutos, embelesado por su belleza.
- Príncipe. – Saluda con diplomacia y hace una reverencia. Él se acerca casi corriendo a Hera, se detiene cuando está suficientemente cerca para poder mirarla, oler nuevamente ese aroma tan particular que desprendía de su cuerpo. Quería entender de una vez por todas el porqué estaba tan perdido por una sirvienta. Algo extraordinario debería obtener ya que no paraba de pensarla.
John la miraba sin poder formular alguna palabra. Lo único que pasaba por su mente era en acariciar su rostro o depositar un beso en su mejilla.
- No hace falta. – balbuceo con torpeza. Frunció su ceño para quitarle idiotez a su tartamudez del momento pero ya nada podía hacer. Estaba dicho, sólo le quedó sonreírle y tal vez así podría suavizar un poco más la mirada intensa que tenía Hera. Estaba nervioso, lo sabía hasta el mismo incluso  lo notaba hasta Klaus, que apretaba atención a lo que estaba sucediendo.
Hera lo miraba también perdida en aquellos ojos verdes aunque no debería hacerse ilusión. Lo tenía en claro pero también entendía que había una fuerza sobrenatural creándose cuando se miraban, lo cual no tardó mucho en enfocarse en lo que había ido hacer.
Eran afortunados aquellos que pudieran observar más allá de los próximos encuentros que ellos tuvieran.
- Señor, creo que esto… - señala a Klaus parado con las dagas clavadas en el escudo de madera. – no es adecuado. El pobre chico está asustado y me vi en la obligación de interceder antes de que sucediera algo.
El comentario de Hera lo desequilibró un poco al príncipe. Pensó que tal vez, la chica que albergaba en sus pensamientos ya tenía dueño pero eso no la hacía imposible y no quería quedar frente a ella como un desalmado príncipe. Quería obtener buenos créditos para que pudiera ver más allá de su poder, sabía que ella era especial y eso no lo podía cambiar nadie.
Lo que ella ha dicho no es nada que no haría cualquiera, pensó el príncipe.

John asintió con la cabeza y le dijo a sus caballeros que se marcharán, que el entrenamiento había acabado por hoy. Observó a Klaus por unos momentos antes de darle la orden:.
- Mi armadura debe estar lista para mañana.
Su sirviente asintió con la cabeza y se marchó sabiendo que era un gran momento para dejar a solas al príncipe antes de que cambiará de decisión. De algún modo, Hera podía hacer cambiar a un hombre tan terco como el príncipe, pensó Klaus.
Sonrió cuando observó así atrás.
- Con su permiso. – Dijo Hera. Dejando al príncipe sólo y con ganas de seguir conversando de cualquier cosa sin importar que se encontrarán en medio de un entrenamiento ni que Athor pudiera verlos. Solamente quería tenerla cerca.
La observó pensativo mientras su dama se marchaba. Su vestido era del mismo color que sus ojos pero lamentaba que estuviera sucio ya que estropeaba lo delicada que se veía aunque a John poco le interesaba. A pesar de no pertenecer a ningún reino ella parecía valer más que mil coronas, más que mil reinos. Más que cualquier poder sobre la tierra.
El príncipe había perdido su corazón y al parecer Hera portaba ese gran tesoro.
La noche cayó en el pueblo y las voces en un palacio eran más claras que el día. Klaus despertó confuso, desconcertado incluso un tanto perdido ya que la voz de una mujer resonaba en su cabeza sin cesar. Intentaba taparse las orejas con su almohada para dejar de oírla pero nada podía cesar esa voz, por lo tanto, se levantó de su pequeña cama y abandonó su recamara para perseguir esa voz.
Atravesó el patio del palacio, se introdujo por una puerta de madera lejana a la entrada principal pero aún, dentro del castillo. Bajo las escaleras a ciegas siguiendo la voz de quien lo llamaba y cuanto más se acercaba al final, más clara se oía.
- Hola… - susurro con temor. Una gran cueva con piedras rotas fue lo encontró al llegar. Confuso observaba todo.
Su pecho subía y bajaba al ver un dragón salir de lo mas alto de la cueva, tropezó y cayó hacia atrás sin dejar de mirar a la criatura que tenía enfrente.
- Querido y joven Klaus. – Habló la dragón. La voz que escuchó provenía de ella. – Te he esperado por miles de años. – Confesó ella.
Klaus se paró lentamente y la observaba confuso, confiado y confuso por sus palabras.
- No entiendo. – Admitió.
- Klaus, debes confiar y apretar muchas atención a mis palabras. No puedo quedarme mucho tiempo aquí. - Klaus negaba sin entender a qué se refería. – Tu momento ha llegado y no ha sido casualidad tu encuentro con el príncipe. Ambos tienen una misión que cumplir.
- ¿ A qué te refieres?.
- Vendrán tiempos difíciles para el reino y tú deberás proteger Y guiar al príncipe.
- Explícate más. – Exige el joven, confuso por la petición. La dragón ríe desplegando sus alas y levantándose de la roca.
- Todo a su tiempo, mi querido amigo. – Lo mira con unos segundos antes de marcharse hacia las alturas de la cueva.
Klaus la vio marcharse y antes de perderla de vista, habló : - ¿ Por qué yo? – Preguntó mirando hacia arriba.
- Tienes el don y la fuerza. – Dijo la criatura pero su voz resonó en su mente de manera extraña.
Luego del encuentro confuso el joven se marchó pensativo y un tanto confuso por lo sucedido. No era para menos.
Klaus pensaba el porqué debería guiar y proteger a John, él no era guerrero ni tampoco de la realeza para formar parte de “los caballeros”, por lo tanto protegerlo no iba a poder aunque también en su mente lo consumía lo que la criatura había dicho acerca de un “don”.
¿De qué don estaba hablando?.
Tuvo el deseo de regresar a la cueva por lo que se volteo e intentó avanzar hacia allí donde se escondía la criatura pero un hombre de cabello largo rubio de ojos celeste, lo detuvo. Klaus lo observó con el ceño fruncido y con cierto temor de que lo haya descubierto.
- AZIZA. – Mencionó unos de los 15 caballeros que había estado en el entrenamiento.
Era un nombre y Klaus sabía a quien podría estar nombrando pero no entendía como alguien de la realeza podría permitir el acceso a una criatura peligrosa en el reino.
Lo observó por unos segundos. Tenía la mirada perdida.
- ¡Klaus! – Dice el joven guerrero. En su rostro podía notarse la confusión.
- Sir Eliot – Saludo Klaus con una sonrisa inocente en su rostro. - ¿Sucede algo? – Pregunta.
- No… - Divaga Eliot. – No es seguro que camines por las noches por la ciudadela. – Aconseja.  Aún estaba confuso por el encuentro ya que no recordaba como había llegado hasta allí pero no quiso sentirse inseguro y loco.
Klaus asintió y le dijo : - Escuche unos ruidos cuando estaba en mi recamara pero me di cuenta que era un ave molestando. – Por suerte, su voz sonó segura haciendo que el caballero de John le creyera.
- Ve a descansar, Klaus. – Ordenó Eliot. Klaus estaba totalmente de acuerdo por lo que asintió y se marchó del lugar antes de que descubrieran el pequeño secreto que se escondía en las profundidades del castillo.

ESPERO QUE LO HAYAN DISFRUTADO.
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EL DESTINO DE LA CORONA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora