Mi aliento se estaba esfumando y mi visión se nublaba cada vez más. Sarada, mi pequeña, perdona que mamá no pueda estar más tiempo contigo...Sasuke por favor cuida de ella. Perdóname por todo. Te amo... Ojalá tuviera más tiempo para poder decírtelo.
Y con ambos en mi mente, puedo sentir cómo mi vida se empieza a desvanecer...
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Todas las historias de princesas iniciaban de la misma manera, o al menos, de una forma muy similar, si no era con aquella frase de "Había una vez..." Entonces se hacía uso de la segunda más confiable "Hace mucho tiempo..." Y aunque parezca muy irónico, todas inician igual pero ninguna tiene el mismo final, incluso las mismas historias tienen desenlaces diferentes de acuerdo a quién lo lea.
La sirenita, en la versión de Disney, se casa con el príncipe Eric, queda como una humana "y viven felices para siempre", sin embargo, en otra versión ella es víctima del amor no correspondido y termina convirtiéndose en espuma.
Cada historia puede terminar de diferente manera, sólo depende los ojos con los que la mires y para Sakura, el narrar su historia como un cuento de hadas jamás había sido una opción viable y mucho menos visualizaba un desenlace similar. Se había embarazado a los 19 años, su pareja la había abandonado y ella se vio obligada a convertirse en madre soltera. Por cinco largos años, su mundo y cimientos se habían materializado en un pequeño ser de cabellos negros llamada Sarada. Pasando todas estas situaciones, el destino tenía otra prueba para ella: reencontrarse con su amor de juventud y padre de su hija, y aunque el reencuentro no había sido planeado ni bien recibido, poco a poco todo fue retomando su curso y orden, parecía que por fin las cosas se tranquilizaban.
Pero el destino no es algo que se quede tranquilo, él no detiene su curso... Y tampoco el daño que éste puede causar en las personas.
