26 años después
Presente
Ina
Me detengo bajo la gigantesca puerta con el corazón en la garganta.
—Estamos aquí reunidos para honrar la memoria de Theodore Walsh—escucho de lejos. El padre se alza frente a la multitud de personas. Su voz hace eco dentro de la formidable catedral mientras yo rebusco dentro de mí las fuerzas necesarias para cruzar el umbral. Tengo que respirar con fuerza y mantener el aire dentro de mis pulmones para obligar mis piernas a que se muevan silenciosamente—. Amado hijo de la familia Walsh, muy apreciada en nuestra comunidad. Estimado amigo, reconocido empresario e importante benefactor de diversas fundaciones...—el señor de avanzada edad comienza a describir cosas a las cuales no presto atención por buscar puesto. De la mitad hacia adelante, todas las barnizadas bancas de caoba están totalmente llenas. La mayoría de las personas visten tonalidades negras, grises, opacas. Nada muy colorido que perturbe el duelo de la familia del difunto.
Tomo asiento seis bancas detrás de la última línea llena. Prefiero mantener un bajo perfil, no quisiera verme perseguida por curiosas miradas y luego, por preguntas sobre mi trabajo, mi familia, o peor, sobre cómo conozco a Theodore Walsh. No fue un trabajo sencillo sortear a los camarógrafos que se me acercaron como moscas en la entrada de la catedral pero lo logré al final.
—...A pesar del dolor que su desaparición física pueda conllevarnos, les exhortamos a todos a recordar que este no es un adiós sino un hasta pronto—mi corazón se encoge dentro de mi pecho aunque mi mirada permanece imperturbable, como la de todos. O al menos eso parece, no podría decir qué hay en realidad debajo de todos los Ray-Ban oscuros de las primeras filas.
Mi celular vibra con la llegada de un nuevo mensaje:
"¿Llegaste?"
"Estoy en las últimas bancas."
En lo que el padre sigue relatando pequeñas anécdotas destacables sobre Theo y las hazañas más importantes de sus cortos años de vida, una esbelta chica trajeada elegantemente de negro se levanta de una banca relativamente cerca y camina silenciosamente por el angosto pasillo a la derecha de los asientos. Mi cabeza se mantiene erguida hacia al frente hasta que siento el peso a mi lado y miro de reojo a la chica.
—¿Qué demonios traes puesto en la cabeza?
—También es bueno verte, Ina.
Suspiro.
—Me viste hace un mes—siento la mortal mirada de la pelinegra sobre mí.
—Y la última vez que viste a Theo fue hace ocho años—la rudeza de sus palabras me deja muda. Dejo de prestar atención al discurso de la señora Walsh y en cambio, giro para observar el delgado rostro de Eve. Su clara tez conserva el mismo brillo que ha tenido desde que la conocí, sin embargo, sus ojos denotan profundo pesar—. Disculpa si ahora quiero ver más seguido a mi mejor amiga pero pasa que la vida es fugaz. Un instante con una persona es efímero y tú y yo sabemos eso mejor que nadie—su voz susurrante y sus manos dan leves temblores que me apresuro a calmar, colocando mi mano sobre sus muñecas—. Apenas si me presentaste a...
La detengo enseguida.
—Lo siento, ¿Sí? Sabes como se ponen las cosas de pesadas en el trabajo—ella se mantiene quieta y su pecho se infla repetidas veces a medida que respira. Vuelvo a soltar un pesado suspiro y entonces, la miro comprensiva—. Tienes razón—mucha—, ¿Qué tal si planeamos algo después de... Esto?
Eve se relaja visiblemente.
—Seguro.—Ambas forzamos sonrisas relajantes y retornamos nuestra atención hacia el escenario cuando la figura de la madre de Theo aparece.
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La maldición de los Grant
Mystery / ThrillerTan antigua como el tiempo y tan oculta como la verdad, así es la maldición de los Grant. Sigilosa, lenta y mortífera. Ten cuidado, podrías estar maldito y no saberlo. Una mujer, un amor prohibido, un pequeño error y eso es todo. Entonces, te habrás...