Día 1: Bookstore

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Malhumorado como solo podría estar alguien que trabaja un lunes por la mañana, Bokuto sacó las llaves de su bolsillo y procedió a abrir la desgastada puerta de madera que anunciaba el inicio de una nueva semana laboral. A Bokuto no le encantaba ese trabajo, podía pasar horas y horas aburrido viendo como la gente elegía entre los miles de libros que estaban organizados cuidadosamente en las estanterías. No obstante, ganaba lo suficiente como para mantener su pequeño departamento y no estar todo el día encerrado en casa.

Aquella librería perteneció anteriormente al hermano de su madre, su tío, quien había fallecido hace unos meses por un virus que contrajo en sus vacaciones hacia el sur de China. Al no tener herederos o a alguien que estuviera interesado en administrarla, su madre lo ofreció para tal tarea, insistió en que tenía que hacer algo con su vida mientras se decidía en si entrar a la universidad o buscarse el día a día con algún trabajo. Lamentablemente, Bokuto no podía negarse a su pedido, pues también sabía cuanto significó aquel pequeño negocio para su tío, quien a pesar de no ser su favorito (pues siempre le regalaba libros) aún le tenía muchísimo cariño.

Y esa es la historia de como terminó en lo que le parecía el trabajo más sencillo de toda su vida.

Mientras preparaba todo para abrir, se escuchó como la puerta fue abierta con desesperación. Bokuto creyó que estaba a punto de ser asaltado, por lo que se resignó a lo que vendría y, sin voltearse a ver quién sería el criminal, subió ambas manos a su nuca en señal de rendición.

—¡Buenos días! Siento molestar, pero podría revisar si tiene el libro... ¿Disculpe? —la voz de aquella persona era suave, a pesar de que sus palabras fluyeron con torpeza al hablar tan rápido. Le tomó unos segundos darse cuenta que en realidad no corría peligro ni que se trataba de un asalto, por lo que se giró sobre sus talones a mirar al cliente y disimuló la anterior posición colocando una de sus manos en su cabello y la otra en su cuello, como si le doliera algo.

—¡Buenos días, bienvenido a Owl&Books! ¿En qué puedo ayudarle el día de hoy? —saludó con amabilidad y una gran sonrisa, de esas que solía mostrar cuando quería que la gente olvidara cualquier tontería que hubiera hecho antes. Estaba de más decir que usaba esa sonrisa un montón de veces.

—Uh, disculpe incomodar cuando ni siquiera ha abierto—. Señaló al cartel de la entrada que rezaba en sus torcidas letras "cerrado" —Pero mi hermano, que es cliente habitual, olvidó recoger un libro que le pidió hace semanas y justo hoy se percató que lo necesitaba para una conferencia universitaria. Agradecería que lo buscara ahora mismo pues él viajará en tan solo unas horas hacia Tokio. —dijo excusándose con tanta pena que hasta compadeció la mente tan descuidada de su hermano. El muchacho de cabellos oscuros soltó un suspiro de resignación y arrepentimiento para luego, por primera vez desde que entró apresuradamente a la tienda, mirarlo a los ojos con atención. Bokuto, que no le había prestado tanta atención a su figura pues estaba recordando dónde pudo haber dejado aquel pedido, se quedó congelado ante su acción.

Algo entró en estado de ebullición en la boca de su estómago y se sintió como si antes ya hubiera visto esos ojos verdes azulados en algún lugar, en algún sueño o, por más alocado que suene, en otra vida. El otro chico también parecía estar sorprendido, sin embargo, era claro que lo ocultaba mejor que Bokuto. Se sintió como una conexión, como si hubieran encontrado aquello que no sabían en principio que necesitaban, un sentimiento abrumador de cierta manera pues ambos eran completos desconocidos en cualquier otro día normal en sus vidas.

Y no es que Kotaro esté feliz de las razones por las que terminó en esa librería, pero estaba agradecido de estar en ese lugar justo en el momento en que... Un momento, ¿cuál era su nombre?

—Disculpa que te pregunte esto, ¿cuál es tu nombre?—su voz sonaba como si no hubiera salido de él mismo, tal vez era una experiencia extracorporal. Detuvo sus pensamientos, lo último ya se escuchaba demasiado loco, incluso para él.

—Me llamo Keiji Akaashi. —luego de decir su nombre, pasó ambas manos tras su espalda. Imaginó que estaba jugando con sus dedos.

—¿Akashi?

—No, no. Alargando la "a", es Aka-a-shi.—explicó con paciencia.

—Oh, ¡Akaaashi!—exclamó, de repente sintiéndose animado y recuperando toda la energía que le había quitado en la mañana la palabra "lunes". —Mi nombre es Kotaro Bokuto y soy el administrador de la librería.

Akaashi suspiró. Tal vez debería empezar a llevar la cuenta de las veces en que Bokuto no pronunciaba bien su nombre, extrañamente no le incomodaba corregirlo.

—Sí, Bokuto-san. Lo dijiste bien.

—¡Ya recuerdo! Tu hermano es Tetsuro. Creo que el único que hace pedidos de libros sobre química tan rebuscados. —soltó una risita al recordar lo difícil que era anotar dichos nombres y lo raro que eran. —Nos llevamos bien así que no suelo usar su apellido para hablar con él, me alegra haber podido decirlo correctamente. Dame un momento en lo que busco en la bodega, creo que debe estar ahí.

Con todo el pesar del mundo, Bokuto se obligó a llevar su trasero al almacén y buscar la encomienda que había llevado a Akaashi a ese lugar. Quería más tiempo con él aunque no se le ocurriera de qué hablar pero tampoco quería retrasarlo, ni que su querido amigo se fuera sin que se le hiciera la entrega de su libro para la conferencia.

Volviendo al lugar del mostrador, sus ojos color miel buscaron con cierta desesperación a Akaashi. Le tomó unos minutos, pues el más bajo estaba revisando algunas estanterías en la sección de "Literatura moderna", se veía concentrado por lo que lo dejó estar un rato más antes de hacer notar su presencia.

—¿Buscas algo en específico?—preguntó con curiosidad.

—¿Uh? No realmente—. Dejó lo que tenía en sus manos de regreso a su lugar. —Solo revisaba, me gusta mucho leer así que veía si me interesaba algo en lo que traías el libro.

Bokuto extendió la bolsa de papel a sus manos. —Aquí está, por favor dile a tu hermano que cuando regrese se pase por aquí. Me agradaba su compañía.

Akaashi tomó la bolsa con un suave movimiento, el cual hizo rozar sus dedos por unos ínfimos centímetros que parecían kilómetros de piel electrizante ante el contacto.

Vamos, aún puedes hacer algo, aún no se ha ido.

—Si quieres... —farfulló con nervios, pero sus palabras fueron interrumpidas por las del ojiazul.

—Es posible que me veas seguido por aquí. —anunció sorprendiéndolo, él mantenía su expresión tan estoica como siempre. Por parte del otro, se mantenía en estado de shock y encandilado por lo que tenía que decir.—Después de todo, al parecer te vendría bien algo de compañía y a mí siempre me faltan libros.

Y sin más que decir, Akaashi se fue.

Bokuto se mantuvo con una sonrisa tonta toda la mañana, esperando al día siguiente para saludar de nuevo al chico de cabellos azabaches. Y por primera vez en todos los meses que estuvo detrás del mostrador, mostró de nuevo esa gran sonrisa que contagiaba de alegría a más de un cliente. 

Palabras: 1238

BokuAka Week 2020 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora