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Taemin llegó a la vida de Minho para transformarla desde la raíz, literalmente hablando.

Fue en un día cualquiera en el jardín de infantes, durante la hora del receso, que tres niños, en lugar de estar en el patio como todos los demás, permanecieron en el aula para cumplir una importante misión. Y es que el pequeño Kibum, cansado ya de oír las constantes quejas de su amigo Minho debido a su diente flojo le ofreció sacárselo usando la efectiva técnica de su abuela, por lo que amarró un hilo a la pieza dental y el otro extremo lo ató a la puerta del salón para que al cerrarla lograran extraerla. El niño de ojos grandes había accedido, pero le pidió al otro que no cerrara la puerta con mucha fuerza.

— Espera a que cuente hasta tres, ¿sí? —Kibum asintió, no sin antes rodar los    ojos — Uno... uno y medio... uno y tres cuartos...

— ¡YAH, MING! Se va a acabar el receso — bufó Kibum molesto.

— ¿No que eras el más valiente de los tres? — se burló Jonghyun, fallando al tratar de ocultar su risa.

— B-bueno, házlo ya — pero, cuando Kibum iba a cerrar la puerta, Minho lo detuvo tomándolo del brazo — ¡Ay, no puedo! — se quejó, mientras sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.

El otro par de ñiños compartió una mirada de fastidio, habían perdido su receso en vano. Kibum iba a desatar el hilo cuando, de la nada, un niño, que por su aspecto parecía estar huyendo de algo, entró corriendo al aula y cerró de un portazo. Jonghyun jura que pudo ver el momento en el que el diente de Minho salió volando hasta aterrizar en el suelo. Jonghyun y Kibum esperaron escuchar el llanto de Minho o tal vez, que soltara maldiciones, pero, en vez de eso, solo oyeron una risa estruendosa.

— ¡No me dolió, no me dolió! — canturreó el niño larguirucho mientras saltaba extasiado. Curioso, volteó a ver a la persona que había salvado el día. Recargado contra la puerta, respirando agitadamente y con algunas lágrimas corriendo por su rostro, estaba un niño menor que ellos, sujetando con fuerza su lonchera contra su pecho.

— Hey, ¿estás bien?— unos asustados ojos color avellana le devolvieron la mirada.

— ¿Puedes ayudarme, hyung?

Minho, a pesar de tener escasos 5 años, era un niño bien educado, un amigo atento y fiel en quien siempre podías confiar; por lo que, sin dudarlo ni un segundo , asintió repetidamente, además, le debía un favor al otro y sus padres le habían enseñado que debía ser agradecido.

— ¿Alguien te estaba molestando? —preguntó Kibum con el ceño fruncido.

— Dos hyungs me persiguieron por todo el patio para quitarme mi desayuno —explicó con un puchero en los labios — siempre lo hacen y yo ya no quiero; también se burlan de mí cuando bailo —los tres mayores compartieron una mirada cómplice.

— A partir de hoy prometo, como que me llamo Choi Minho, que nadie volverá a molestarte — mientras hablaba, colocó su mano sobre su corazón, como si fuera un sargento jurándole lealtad a su patria — y el que lo intente deberá pasar sobre mi cadáver — una sonrisa se formó en el rostro del pequeño, sus mejillas se abultaron debido al gesto y con el dorso de su mano limpió el resto de lágrimas que aún quedaban en sus ojos.

— Me llamo Jonghyun y el niño de ojos bonitos es Kibum; si quieres, puedes venir todos los días a compartir el receso con nosotros —los ojos del menor se iluminaron ante la propuesta y rápidamente aceptó.

Y, aunque en ese instante no lo sabían, esa mañana comenzó a entretejerse el destino entre ambos.



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18 || 2min || ONE SHOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora