Besos Con Nicotina © | South Park. [Kenny McCormick]

Sombras de Acero. [4]

_______.

Han pasado casi dos semanas desde aquella situación en el baño...

Aunque las cosas parecían haber vuelto a la normalidad, en el fondo algo había cambiado. Kenny no había mencionado el incidente, y por un lado, eso me aliviaba. Sin embargo, casi siempre intentaba sacar ese tema conmigo de alguna manera sutil, yo incluso evitaba su mirada y trataba de mantenerme ocupada en clase, pero su presencia a mi lado se hacía cada vez más difícil de ignorar.

Me había quejado varias veces con la profesora por ello; le dije que no podía ver bien la pizarra desde mi asiento, esperando que me cambiara de lugar, pero ella no me creyó. Ahora, estaba atrapada, obligada a soportar la tensión que colgaba entre nosotros.

Kenny volvió a lanzarme un papelito en la cabeza.

Era la cuarta vez que lo hacía. Al principio, los ignoraba, pensando que si no le daba importancia, dejaría de hacerlo. Pero no. Él insistía, y siempre estaban llenos de símbolos sin sentido, garabatos que parecen hechos por alguien aburrido. En el anterior había dibujado a una mujer completamente desnuda, algo tan inesperado que me hizo sonrojar en medio de la clase.

Hoy, el papelito solo decía ":)".

Lo miré directamente.

Arrugué el papelito en mi mano y se lo lancé de vuelta, golpeando su frente con precisión. Kenny cerró los ojos, pero su sonrisa no desapareció.

Antes de que pudiera responder, la voz irritante de Cartman resonó desde delante mío.

—Deja de molestar, pobretón. —dijo con ese tono condescendiente.

Kenny no tardó en replicar, elevando un poco la voz, lo suficiente para atraer la atención de la profesora.

—Cállate, gordo traga bolas.

—Ustedes allá atrás, —gritó, señalándonos con sus largos y huesudos dedos—, dejen de hacer ruido e interrumpir mi clase si no quieren que los reporte.

El silencio cayó sobre nosotros como una manta pesada. No quería otra llamada de atención; ya había tenido suficientes problemas. Volví a mis apuntes, fingiendo que entendía algo de lo que estaba escribiendo. La profesora continuó con su monólogo sobre cálculo diferencial e integral, una materia que solo lograba hacer que mi mente divagara.

De reojo, observé a Kenny, fue como algo instintivo. Él parecía completamente ajeno a la tensión del aula, concentrado en hacer origamis con los papeles que tenía a mano. Era sorprendentemente bueno en eso, lo que me hizo preguntarme cuántas veces habría practicado. Había algo casi hipnótico en la manera en que sus manos doblaban el papel con una precisión que yo nunca podría igualar.

Volví mi vista al frente, el tiempo en clase pasó lentamente, con una monotonía que solo se rompía por los intercambios de papelitos y las pequeñas discusiones que teníamos. Al final, estos pequeños momentos se convirtieron en la única razón por la que no me quedaba dormida.