Noches en vela, manteniendo el dolor en su pecho, lágrimas empapando por donde sea que cayeran de sus ojos, mojando mantas, sus propios nudillos... Fue tan solo el comienzo de algo a lo que se acostumbró; la soledad.
Él vivía en un apartamento a las fueras de Beijin, en un pequeño lugar en el mundo que podía mantener a base de largas horas atrapado en ese badulaque 24/7.
No le quedaba otra, era eso o quedarse sin techo, era eso o pasar a lo ilegal, cosa que de verdad evitaba a toda costa, puesto que no quería ver sus órganos acabar vendidos en el mercado negro o algo así.
Pero tantas horas ahí, sin algún cliente que le pudiera brindar compañía momentánea, lo iba a volver loco, era la rutina de la mayoría de los días, pero a veces le solía vender una cervezas o cigarrillos a cualquier ebrio que pasara.
Yo podría acabar así.
Negó en seguida con la cabeza, no, realmente no quería acabar así.
Porque después de haber pasado por tanto, Xiaojun se negaba a rendirse. Y da igual que peores días lleguen, él simplemente lo superará por el simple hecho de no haberse rendido antes.
Y no dejará que cada segundo de su batalla haya sido vano.
Pero a veces, cuando se miraba al espejo, no veía más que a un perdedor, alguien que seguía vivo porque no contaba con el valor suficiente como para tirarse por un acantilado. Se odiaba y maldecía cada instante de su vida, lloraba arrepentido de haber nacido y se quedaba dormido, descansaba de su patética vida hasta que la dichosa alarma volvía a sonar.
Entonces, al ver el sol asomarse por las colinas, Xiaojun veía otra oportunidad. Cada día era una oportunidad para encontrar la felicidad, él se obligaba a verlo así para no decaer, pero esto ya era un ciclo.
Se levantaba perezosamente, buscando a tientas sus pantuflas para dirigirse al baño y asearse. Nuevamente un espejo ante él, reflejando sus ojeras e imperfecciones, pero cargado de positivismo, él sonreía, incluso exclamaba palabras de ánimos para sí.
Todo tiene un por qué, todo sucede por algún motivo. Si has llegado hasta donde estás es porque te has esforzado, eres fuerte. Sigue así.
Se decía y al acabar tomaba sus pertenencias; la carpeta de currículums, llaves y su pobre monedero, mismo que decidió quedarse cuando lo encontró vacío en el suelo.
Cuando volvía todo era frío, nadie lo recibía cálidamente, ni lo esperaba con la comida hecha después de un largo y exhaustivo día.
Solo ese silencio que lo torturaba cada día.
Tan solo cerraba tras él y caminaba a su hacia su habitación para acabar desplomado en la cama. Tomando grandes bocanadas de aire para luego expulsarlas por la boca, era uno de esos días donde unos bandidos lo perseguían, no tenía nada que ofrecer, pero de todas formas podrían matarlo por ser pobre.
Y ahí volvía a estar, solo, sin nadie abrazándolo mientras le prometía al oído palabras esperanzadoras. Quería decirse que no necesitaba a alguien sobre quien apoyarse porque se tenía a él y eso era suficiente, mas al fin y al cabo el corazón de Xiaojun era algo que solía llenarse con cariño y afecto, ahora este mismo era destrozado por sus propios pensamientos.
Llorando desconsoladamente, apretando la sábana contra su pecho como si de esa forma esa horrible molestia se fuera a disipar.
Disfrutaba de estar en los brazos de su madre o sobre los hombros de su padre, añoraba tanto su infancia. Un día todo eso se acabó, y a pesar del tiempo, este chico nunca cambió, siempre tan amoroso y afectivo, dedicado y entregado, detallista y sobre todo buen oyente.
Amaba dedicarle tiempo a sus seres queridos, entenderlos y ayudarles en todo lo que sea posible.
Pese a haberse llevado ya unas cuantas decepciones, personas que no supieron valorarle.
Pero nunca hay que decir nunca, Xiaojun acabó derrotado por la rutina, ya no pensaba, no sentía, solo se dedicaba a seguir el ciclo de su vida.
Despertar, trabajar, cenar y dormir.
Tan solo le hacía falta alguien que chasqueara los dedos frente a él, le mirase el alma a través de los ojos y le comprendiera.
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Wake me up - xiaojun
RandomNoches en vela, manteniendo el dolor en su pecho, lágrimas empapando por donde sea que cayeran de sus ojos, mojando mantas, sus propios nudillos... Fue tan solo el comienzo de algo a lo que se acostumbró, la soledad.